Poéticos y bien despeinados, para variar, nos acercamos (con toda la curiosidad del caso y el inagotable asombro que cada año nos acompaña) a la Sala de Conciertos del Conservatorio de la ULEAM, para asistir al día de inauguración del IV Encuentro Internacional de Poetas (agosto del 2006) que año a año el Departamento de Promoción y Desarrollo Cultural de la Universidad Laica Eloy Alfaro viene realizando.
Noemí, infaltable a esta clase de eventos, toda la tarde molestando en que nos acercáramos allá, pero solo lo hicimos hasta que mi teléfono me mostró las seis de la tarde. El local casi lleno de docentes, escritores, periodistas y estudiantes universitarios y colegiales, que mostraron interés por el ya tradicional encuentro poético.
Con una breve introducción del artífice del encuentro, el escritor Horacio Hidrovo Peñaherrera, en torno al valor que representaba cada uno de los invitados, dio inicio el festival y las lecturas.
Noemí, tan poética la muchacha, como había oído que entre los invitados estaría Antonio Preciado, dale y dale con molestar que dónde estaba el poeta, que dónde se había escondido el cantor de la cultura afroecuatoriana, que dónde para por lo menos hacerle firmar unos de sus poemarios que había llevado consigo y me continuaba enseñando. Pero de Preciado solo quedaba el nombre en la lista negra de los poetas de peso nacional que en estos cuatro años de encuentros internacionales faltaban a la invitación, ¿por qué? eso no lo sabía Noemí y yo menos.
Los invitados provenientes de países como Perú, Chile, México y Argentina, además de los ecuatorianos y locales, no presentaron un buen nivel poético: redundancia en los argumentos y metáforas, con introducciones vanas y fuera de lugar, y propuestas que, con la excusa de la originalidad, no lograron el objetivo propuesto de llegar al oyente. Sin embargo destacó el mantense Víctor Arias (y para que esto hubiese ocurrido, ya debe imaginarse el lector perspicaz y amante de la buena poesía, como estaba el ambiente y resto de poetas, bueno por lo menos el lector manabita conocedor de la obra de Arias), que con su característica poesía cargada de humor y sarcasmo supo llevarse al público. Se extrañaron, asimismo, poetas locales de calidad (que no se nombran porque Noemí aún no quiere un novio lanza flores) que no asomaron para la lectura de sus obras.
En lo complementario el joven cantante Benjamín Banegas le puso todo el ritmo a la noche y al lugar poético. También el concertista Hugo Oquendo, guitarrista de técnica y sentimiento, en el complicado arte de interpretar el flamenco y música clásica, le dio todo el realce al encuentro.
Estaría demás hablar de cada uno de los invitados internacionales y nacionales, del nivel poético que alcanzaron unos y otros no. De lo cansado que se les apreciaba algunos al momento de leer sus poemas, etc.
Consuela saber, y eso es suficiente, que este encuentro con invitados internacionales, tal vez no tan poetas como se cree, continúe teniendo el apoyo necesario de la Universidad Eloy Alfaro, puesto que eso da la esperanza de organizar en algún momento un encuentro nacional de poetas menores de treinta, donde se pueda tener una perspectiva de la creación lírica de las distintas ciudades del país, sobre todo para dar a conocer al público joven los nuevos talentos que continúan en la clandestinidad.
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