miércoles, 30 de julio de 2008

El regreso a un estado salvaje









Para ningún adicto a la literatura de terror es desconocido el nombre de Stephen King, un escritor que ha sido parte de todo el terror contemporáneo que se ha consumido, gran parte de esto gracias a las versiones fílmicas que se han logrado a partir de sus novelas y relatos (Carrie, Cujo, Ojos de fuego, Montado en la bala, Maleficio, Ventana siniestra, Milla verde, Cementerio de mascotas, etc.).

Recientemente se acabó de filmar y estrenar La niebla, película basada en el relato largo o novela corta homónima. Un trabajo que no pierde la esencia escalofriante de King y trata de mantenerse casi fiel a la versión original. Hay sangre, desesperación y personajes perturbados logrando lo que la mayoría de las veces descubren las novelas y relatos de King: sobrevivir de las implacables fuerzas oscuras que los acechan y de sí mismos, o lo que es peor de la voracidad humana que los circunda y los regresa a un estado salvaje.

La niebla es terror puro. Una obra maestra y siniestra para replantearnos las interrogantes en torno a la sobrevivencia. La historia es tan descabellada como cualquier otra de las obras de este escritor, donde no existen las respuestas sensatas para tanto choque con la realidad, donde lo incoherente cobra fuerza y se apodera de la situación, logrando que sus personajes revelen sus peores y más incomprensibles miedos.

Nadie sabe cómo apareció la niebla y nadie sabe cuándo se irá del todo. Frank Darabont, guionista y director de este film, ha creado una versión más desoladora de lo propuesto por King. Darabont culmina el horror del protagonista y su hijo (y otros tres sobrevivientes), lejos del supermercado en el que por casi dos días yacieron atrapados, donde debieron huir para que el fanatismo de una religiosa no los sacrificara para calmar la ira del Apocalipsis reinante fuera de su espacio. Allí, atrapados en un auto, sin alimentos, sin gasolina para moverse, rodeados por la niebla que acoge a devoradores indescriptibles, el protagonista decide, en mutua resignación con el resto, disparar sobre cada uno de ellos -incluyendo su hijo de cinco años- una de las cuatro balas del revólver que irónicamente evitó que en otras ocasiones, antes de refugiarse en el auto, los matasen.

Resulta chocante este final con el original. Desde luego nadie (de los fanáticos al terror que se aprecie) esperaría un final feliz, quizás sí uno brumoso y sobrecargado de esperanza como lo propone el mismo King en su versión. Darabont es implacable, y como en el cine un cierre mientras más preciso y conciso sea para el espectador, mayor será su asimilación, no queda de otra que lograr que el protagonista mate a los demás y luego salga del auto para encontrar su propia muerte en las garras, colmillos y picos afilados de las bestias que aguardan afuera, solo para comprobar que la niebla empieza a desaparecer y aquella salvación absurda a la que se prendía su hijo cuando decía que pronto las fuerzas armadas del país llegarían a salvarlos, no era tan estúpida como él y otros creían, porque eso es lo que contempla desconsoladamente al frente suyo.

La niebla, la película que pocos de estómagos sensibles soportarán, sobre todo si es que llegan al final de la pesadilla.

lunes, 28 de julio de 2008

Lennon




A Javier Jaramillo (John)

Todos lo conocíamos como John. El loco John. El disparatado y cabezón John. El pana de acolite impostergable, el borrachín, el sin paro, el barajado por las peladas aniñetis, el adicto a los discos de cuatro ingleses que lo marcaron para siempre. John, con quien en las mañana, tardes y hasta en las noches (éramos adolescentes, vagos y para colmo chiros), solíamos andar en las esquinas del barrio cantando la primera bobería que se nos ocurriera (él también soñó ser compositor y cantante como su ídolo). John, a quien resulta que su madre en mutuo acuerdo con su padre decidieron ponerle por nombre Javier.

No recuerdo cuando fue la primera vez que John me habló de The Beatles, y luego en mi casa o en la de algún otro pana, habíamos escuchado varias de sus cintas y discos que para ese entonces no eran muchos en su colección (supongo que después de trece años debe ser distinto), luego las historias, los nombres de los músicos, la música en sí, la originalidad de las líricas, lo aparentemente absurdo que no lo era. Todo, John fue un maestro en el tema. Lástima, jamás logré hallarle el encanto que él veía a la banda, menos a Lennon, por quien John -el más original de los que pude conocer- respetaba más que su propia vida. No sé si habrá visto Chapter 27, aquella película dirigida y escrita por un tal J.P. Schaefer, donde Marck Chapman, el asesino de Lennon (y uno de los más odiados por la fanaticada Beatles) es el protagonista. Quizás aún no, solo sé que después de ver los conflictos emocionales de Chapman, su perturbada visión del mundo y fanatismo religioso, he recordado a John.

No puedo llorar la muerte de Lennon, y aunque el mismo año en que Chapman disparó sobre él entrando en el Dakota había nacido, otros son mis muertos rockeros. Sin embargo -y para entrar a la película de una vez- valoro su aptitud de vida en una época represiva, más que en la actualidad para todos aquellos irreverentes ante el status quo. Quizás en el film Chapman (interpretado por Jared Leto) no pudo soportar algunas de las contradicciones de Lennon, como aquello de vivir sin posesiones cuando bien sabían muchos de su época que él tenía una fortuna.

Pero hablemos claro, Chapman es el prototipo de una persona fanática religiosa que ha mal interpretado la realidad o lo que es peor que su realidad pretende ser el todo, lo único y válido. Si entendemos la concepción disparata de todo fanático religioso contemporáneo (aunque Chapman sea ese antecedente que muchos despistados tomarán como ejemplo para poyarse) sabremos que su misión -oscura y justificada desde su punto de vista- es la de defendernos del demonio, de aquel apocalipsis que se avecina, no como bomba nuclear, sino como persona, cargando símbolos y llenando de ideas blasfemas a los demás.

La película retrata esto, esa perdición humana encarnada en Lennon. Chapman lo ve así, y si así lo ve su misión es detenerlo para bien de la humanidad. El film se enfoca una y otra vez en los odios acumulados del protagonista, en como huye de aquel país que es un infierno, en como hallar la paz en Hawái no ha sido su objeto en la vida, porque más allá de su paz hay todo un mundo enfermo con homosexuales, con cantantes de doble discurso habitando edificios “malditos”.

Chapter 27, una película que mi pana John no puede dejar de ver, ojalá y si algún día lo vuelvo a ver se la pueda recomendar.

jueves, 24 de julio de 2008

¿Qué pasa con la narrativa actual?




La joven narrativa del país registra nombres destacados y otros que ya empiezan a serlo, no por el apellido, las relaciones editoriales y de medios que poseen, sino porque el talento demostrado en sus creaciones les ha abierto las puertas de un relativo éxito en el nicho literario de Ecuador y en algunos casos fuera de él.

Nadie niega que así como existen narradores excelentes que nos llegan por las historias que viven sus personajes (muchas veces alter egos), acudiendo a la cotidianidad, donde otros jóvenes lectores -y no tan jóvenes- encuentran escenarios conocidos; también están aquellos con quienes pocos logran una conexión adecuada, los factores para que ocurra esto son múltiples: saturación de lugares comunes, reiteraciones constantes en las ideas y acciones de las tramas (que algunas veces son justificadas, pero otras no, volviendo tediosa la o las historias), y lo que es peor: falta de creatividad en lo que narran.

De la narrativa ecuatoriana, sobresaliente, me inclino por la de autores de la Costa, no porque sea un regionalista de mierda, si no porque lo que he leído me da el criterio necesario para sostener esto (claro que es mi preferencia individual basada en la narrativa contemporánea, puesto que si se tratara de la obra de autores insignes de la Sierra, y ecuatorianos sobre todo, como Abdón Ubidia -por poner solo un ejemplo-, me estaría contradiciendo).

Existe mucha narrativa de pose, donde los escritores quieren ser lo que no pueden o no han vivido: asesinos seriales, chulos, drogadictos, pervertidos sexuales, etc. (cuando bien podrían narrar desde lo que son para crear algo de calidad o trabajar con verdadero compromiso literario su obra “maldita” y ficcional). Es verdad, también están aquellos que escriben sin pose alguna, desgarrándose la piel para retratarse en sus historias, no necesariamente como alcohólicos, maniacos, violadores, putos(as), sino siendo reales y originales con su trabajo; partiendo de todo aquello que la experiencia les ha brindado. Son estos escritores los que más llegan a los lectores (desde luego cada autor tendrá su público -tal vez reducido, quizás no- a disposición).

Recientemente acabo de leer dos los libros, de dos autores de la Sierra (insisto no soy un regionalista ensalsando la producción de la Costa). No he quedado satisfecho. Esperaba encontrar historias que me rondaran después de culminarlas, pero no ha sido así.

lunes, 21 de julio de 2008

El libro que no quisiéramos enfrentar




Oigo voces
más voces
que vienen a dar el sermón en mi pellejo
Freddy Ayala

Si retomamos las frases, aún no desgastadas, de que la poesía actual de Ecuador ofrece cada vez nuevos nombres y obras a la bibliografía nacional, enriqueciendo a ésta y aportando con el desarrollo de la lírica nacional, estamos bien, pero no simplemente por las publicaciones constantes, tanto independientes como colectivas (las llamadas “antologías” que agrupan a determinados poetas que muchas veces responden a intereses de grupos o de amistad y cuya parte negativa está en la relegación de poetas de importancia en el contexto nacional), si no por el trabajo y compromiso con la literatura que han demostrado los involucrados en la creación poética.

Es de reconocer que los grupos o colectivos literarios del país han logrado hacerse sentir. Lo han demostrado en la organización de encuentros poéticos y en la publicación de libros memorias cuyo propósito evidente ha sido el de la difusión de su obra como la de sus contemporáneos.

Es en este panorama de intensa creación, con altos y bajos en las múltiples y distintas obras que anualmente se publican y logran una circulación más o menos oportuna a otros poetas y lectores en distintas ciudades del país, que me encuentro con este Zaratana (2007, Drugos de la naranja) de Freddy Ayala (1983). Un libro de poesía no apto para las masas, porque la laboriosidad de las distintas composiciones que conforman esta obra nos atrae a un mundo con voz propia. Imaginemos estar frente muchos espejos y en cada uno de ellos encontrarnos deformados en cada mueca, parpadeo, sonrisa y llanto reflejados, así funciona este poemario, desconcertándonos hasta la médula de la razón, arrancándonos la certeza de saber que podemos leer entre líneas todo un mundo experimentado, pero reconociendo en el fondo que el terreno está minado y no conocemos el camino adecuado para salir a tiempo.

Poesía hermética y sobrepoblada de símbolos, con la particularidad de poseer una riqueza de lenguaje. Ayala no es un poeta a la ligera, existe compromiso con su trabajo poético y eso lo vuelve un autor para seguirle la pista. Personalmente he leído fragmentos de su nueva obra (Mi padre en las rieles de Sumpa) y continúa el mismo sendero, sin embargo ahonda en una mayor sensibilidad: “pensaba en la señal roja del dedo de mi padre / cuando se desbarataba de un anillo”.

Zaratana es el libro que no quisiéramos enfrentar en un solo combate, porque su fuerza abstracta es superior, por ello para ganarle en la lid comprensiva hay que irlo machacando de a poco hasta arrinconarlo a nuestro entendimiento.
Como anexo comparto el poema I perteneciente al apartado kamastro de matuta:

Tu sino escucha rieles oxidados
himnos de granizo
El tiempo se aferra a mi costumbre
pretendo evitar la cárcel
donde se condena el antifaz

Tu silbido se asfixia
la basura ya no vuela
te escribo desde el techo
de cabezas rodantes
“mis días no fuman calendarios”
Estoy sujeto
al predicado de la pesadumbre
impedido de morar en tus mundo
¡abogada de mis remedios!;
supongo tocar el cardumen
de palabras que guardas para mí

martes, 15 de julio de 2008

Poesía ecuatoriana del siglo XXI




La historia literaria del país registra que en cada década ha existido una interesante camada de nuevos escritores, ya en los noventa -por citar la antecesora- poetas de distintas ciudades de Ecuador lograron destacar por su obra, lo mismo ocurre en la actualidad con autores que han surgido a inicios del dos mil y han revelado toda una corriente poética de múltiples matices.
Estos jóvenes poetas (cuyas edades oscilan entre los veinte hasta treinta y cinco años) enmarcados en el siglo XXI, por el aparecimiento de sus poemarios, incursión en libros memorias, blogs, revistas impresas y virtuales, representan esa parte contemporánea de la poesía ecuatoriana, que en la actualidad es reconocida a nivel nacional -e internacionalmente- por la madurez y constancia creativa que evidencia.
La siguiente selección es una muestra reducida que intenta acercar al lector a distintas voces provenientes de algunas ciudades del país. Muchos de estos autores con obra publicada y otros aún inéditos, pero todos unidos en el objetivo de hacer poesía.
(Selección e introducción: Alexis Cuzme)
Nota: esta selección aparecerá próximamente en la revista-libro manabita Cyberalfaro # 16


Rafael Méndez Meneses (Guayaquil, 1976)

La camiseta del che
Allí está tu hijocon su barba
su boina del che
su camiseta del chey
las frases del che
con sus botas
Gritando consignas ese vago
jodiéndonos la vida el muy pendejo
mientras vos
te partes el alma en nuestra factoría
de camisetas del chey
lavas nuestros platos
le envías unos dólares
para que el cojudo nos compre
otra camiseta del che

Nadie es poeta en su tierra
Uno puede ser blogger
pro’eshor de literatura
o redactor de algún pasquín
Con algo de suerte,
asesino serial
o cuentero de burdel o ministerio
Uno puede publicar en Soho mientras
mantiene la poesía como una identidad
secreta
pues como dijo un sabio por acá
nadie es poeta en su tierra.


Siomara España (Manabí, 1976)

Tarde
Es exageradamente tarde.
No lo quería.
Lo quise de repente;
el ruido del verano
lo envolvió en su viento de hojas,
lo trajo aquella noche
apenas caído el día.
No lo quise,
él tampoco lo quería,
lo quiero ahora,
pero no lo quería.

El poeta escribe lo que encuentra
Los poetas andan por la vida
excavando tumbas,
mordiendo piedras,
buscando alimento.
Los poetas caminan lejos,
y encuentran…
Descubren bestias raras,
gusanos de seda,
mariposas oxidadas,
trigales marchitos,
y siguen caminando.
Encuentran el horizonte,
se aventuran al mar,
recogen conchas,
se aíslan en montañas,
las expropian de sus casas
habitan en ellas, sacian su sed en los panales.
Porque los poetas se encarcelan en el mundo,
se inmiscuyen y preguntan,
porque los poetas nunca duermen
pasan la noche excavando tumbas.


Augusto Rodríguez (Guayaquil, 1979)

Escupo sobre mis banales contradicciones
Lo escribiré trescientas veces en mi piel:
es inútil respirar
cuando tenemos la muerte
tan cerca

es inútil soñar
cuando solo tenemos
un vaso de vino por delante

es inútil cantar
cuando no tenemos nada con que saciar
nuestros apetitos sexuales,
ni nuestra vergüenza,
ni nuestras canalladas

es inútil creer en dios
cuando hemos vivido negando
las religiones

escupo
sobre mis banales contradicciones
y repito:
todo es inútil

lo escribiré miles de veces en mi piel

Mi padre
Mi padre murió en invierno
sólo sé que al fin descansó en la estrecha
cama de todos los días.
Ya no hay ruido, ni ceremonias,
ni pañuelos, ni rosas blancas.
Al fin, dije yo, descansó de las deudas,
de los vicios, de la burocracia.
Mi padre murió en una pequeña alcoba
donde sólo quedan remedios, jeringuillas,
alcohol, drogas,
sus manos frías, abiertas
y vacías que me tocan con ternura.
Unos ojos blancos y amarillos
inyectados de muerte.
Un cáncer que no silencia
su victoria de sangre, de carne,
de vejez inconclusa.
Todos los relojes dan la misma hora
y retroceden el tiempo,
cuando mi padre no era mi padre
y simplemente era un hombre
lleno de energía
que se abría paso ante esta vida.
Mi padre murió en una alcoba de hielo
y su cuerpo cada vez se adelgaza,
se empequeñece, se evapora,
se disuelve en el aire vacío de la nada,
la lámpara de la alcoba
juega con la materia de su piel.
Sus dientes amarillos
llenos de cáncer me sonríen
yo le sonrío
temblando de miedo
aunque de a poco
se convierta en polvo fugaz.
Mi padre murió en invierno
solo sé que al fin descansó en la estrecha
cama de todos los días.


Luis Bravo (Milagro, 1979)

Recreación telúrica en tu ceja

Lo ideal es quedarse junto a la naturaleza…
Ignora de nuestros desastres.
Jean-Luc Godard

Mi bosque etéreo
bifurca en la noche
sus raudos mimbres de alambre…
…da al alabeado astro
sus formas indisolubles:
de un cometa sobre el río;
de la recreación eléctrica de un parque;
del llanto de un minino
en la mitad de un dibujo.

Esta hondura prolongada de cerrar tus ojos;
calma el joven dolor de mis ripios,
cada vez que decido
elevarme como un sauce.

Sofía
Salgo a las doce de la noche,
a darle un trozo de vidrio a los niños.
"Vuelvo...
¡Junta la puerta para que entre yo,
para evitar a los ladrones!".
Hay algo de noche en el gato;

Hay algo de gato en el zinc que da a la calle.

Al final del jardín un duende defeca,
lo sé por los árboles
-¡tosen los árboles!-;
Tiene la oreja de un cerdo
y el mandil de un carnicero;
Me arropo mientras la araña me mira:
Sueño a Kerouac atropellado por un camioncito de marihuana,
y en el cuarto adjunto,

(a ti)

se te revientan los ojos.


Paola Zambrano (Galápagos, 1979)

Catorce
Me pierdo donde ya me he perdido
los carros me estorban
la gente me estorba
los edificios también

Cables de teléfonos, vendedores
niñas ricas que mueven sus trasplantes

Los grandes no me dejan pasar
lloro
como el niño que le soltó la mano a su mamá

Veinte y seis
Floto sobre caravanas
Excéntricos presagios me conmueven

Llévame a la casa de los que no tienen nombre
Es medianoche

El mundo es un argumento inútil


Rocío Soria (Quito, 1979)

3
La mirada rueda como un cacharro
se vuelve cajetilla vacía.

Abraza las rodillas al estómago
con todas las muecas indóciles de la enfermedad,
boquea espeso,
jadea,

guarda los brazos bajo la bata.


Él (11)
Seres inanimados pueblan su cuerpo por dentro
está hecho de miles de ellos
está hecho de las repeticiones de sus propios gestos y lloros
tantos que le es imposible encontrarse la cara con la mano y secarse
los ojos.

Seres inanimados pueblan su costumbre,
tiene espejos atravesándole la columna vertebral,
se apoya pero no lo lamenta,
se acarrea en su soledad sórdida
de un lado hacia otro
con una inexplicable picazón en las ventanas.

Una canción oscura vive en el fondo de sus ojos,
como terminando de alucinar
con el ángulo homicida empotrado en alguno de sus enfisemas.

Ha olvidado abierto uno de los cajones dentro de su cabeza,
y es como si una fruta rodara para perderse
debajo de algún sillón.
Y ningún ángel le guardara fidelidad.


Christian Arteaga (Quito, 1979)

Transhumante
Vuelvo sin edad
a este lugar de afiebrados cuerpos
siento mi cabeza como un avispero
varios niños juegan a la rayuela
una mujer levanta un bulto, debe ser su marido.
La noche es una mantícora quejosa
y este sitio huele a polilla y tristeza
¿quién no ha dormido en un hotel arruinado?
este hecho no debe festejarse,
es un acto prosaico, dormiré boquiabierto
al lado de un ángel
siendo esta mi distintiva forma
de asaltar el cielo.

Queda
Duérmete si quieres
respira hondo y profundo
pues la noche AÚN no afina
Una persiana te
inoculará el sueño
El viento oscuro y llano
frotará tu espuela de
sedentaria.
El crédito suma intereses
entre tus costillas
y tu rostro que no es piel
deshace la fuerza pulmonar
que te soporta.
Busca el poniente para regurgitar
el frío calado.
Entonces no te duermas.
Descansa sobre tu cabeza
aspira viva y hondamente
la noche sempiterna.


Ángeles Martínez (Cuenca, 1980)

Terrible comienzo
Yo elegí el Infierno,
me acuso,
lo confieso.
Con esa rebeldía antipática
de intocable,
con seguridad soberbia
de diosa, nunca, nunca
de mártir.
Y me asustó,
el horrible chasquido
de mis sueños,
de mis alas;
el ardor que dejaron
sus marcas
en el rostro,
en la espalda.
Sabía,
sabía no tan bien
que mi llanto avivaba las llamas
y lloré
amargamente
envuelta en los silencios
que se volvieron mis palabras

Advertencia
Los ojos se cansaron
de arder,
pero todavía arden:
de llanto,
de furia,
de vacío.
Oye príncipe azul:
las princesas
se cortaron las venas
con lo que hallaron.
Una se ha abierto
la yugular sin ningún glamour,
con un triste
tenedor de avión,
¡Todas las princesas
que me habitaban!
¡Todas!


Marcelo Villa Navarrete (Quito, 1981)

Luna

en algún recoveco
deambulan tus huellas

hay un mar infinito
absorbido en la arena
de tu mano
y recias mareas
expelen redes
de aurora prometida

las sábanas
ansían anclarse en tu ombligo

Jinete
cuando tenga un hijo
habrá un sol ocultándose de mi ventana
y quizás porque ya no seré
la única sangre derramada por el mundo
cada día se alternarán
la dicha y la agonía
qué podré decirle a mi hijo
sobre la guillotina del tiempo
la miel silvestre de las caricias
o los verdugos que acechan nuestras espaldas
tendré que dejarle caer
sobre una almohada de agujas
o sobre un abismo de pétalos
será otro jinete embistiendo la noche
y no tendrá más alternativa
que deambular con su brújula de polvo


Fernando Escobar (Quito, 1982)

Mis amores con una porno-star

Te sueño lubricada
felando cometas
mientras furtivo lengueteo
en tu rostro / papel.

La Virgen

Si en verdad me quieres
ven duerme conmigo
no te hagas la tonta
has lo que te pido.
-Aladino-


Deja de masturbarme la boca
porque si no
voy a tener que violar
a todos tus osos de felpa
muñecas de porcelana
perros y gatos,
o ir a buscar a tu amiga
que aunque medio feíta
es más legal que vos.


Mercy Carmona (Machala, 1982)

Lo que Lot no sabe

Cuando nadie la ve,
la mujer de Lot me visita,
me presta sus ojos desobedientes
y sus oídos necios.
Yo le doy en prenda
mi cuerpo que escapó al castigo.

En la alcoba del deseo
Quieta madrugada
cobija tus secretos.
Emergen de la nada
remozados tus fantasmas.

Das vuelta rumiante
en la alcoba del deseo.
Roes mis olores
y cercenas tus ganas

Soy el volcán
sobre el que camina
tu voluntad

Desflora
tu mañana mis cenizas
tu café destila mi aroma
tu memoria el sabor
mojas el pan en la leche
y en mi recuerdo
tus apetitos.


Freddy Ayala (Latacunga, 1983)

Visiones

Enfurece el sol detrás de mis omóplatos
la mañana llega con muletas
cuando tu pezón
hace borbotear al agua
soy testigo de tormentas grises
desentierro dardos a la espuma
excrementos de papel carbón
parpadean raros mares
sus orillas topan tierra
las olas levantas páginas

dientes lanzados hacia el lodo
donde los designios se diluyen
la neblina aloca en mi boca
un remolino que se lleva las agujas
los barcos estampas reverencias
cachalotes en la alegoría de su sexo
presurosos por esperma
aparecen a cien leguas.

VIII
El iris de la tarde se vuelve camino
en mi habitación
me balanceo en chimeneas de cafeína
Sobre la porosidad de mis ojos
se despierta la oscuridad del ciego
mi intuición rueda en el retrovisor de los espejos
una cama almacena mi inútil sueño
a cada momento tropiezo
en los obstáculos de una sábana.


Ana Minga (Loja, 1983)

VI

Sólo cuando nos obligan a hablar
nos asomamos por los ojos
la boca
las orejas
las manos.

Adentro somos cuervos
nadie escucha nuestro violín
las velas se apagan
en la lengua fluye desnudo un insecto
los pretextos se derrumban tras las columnas

Nos hemos sacado la mirada.

XIV
Te he sacrificado.
La ciudad está desinflada
dos pichones con alas harapientas rezan conmigo.

¡Dios! ¿Qué Dios está detrás de ti?
tus hijos respiran en mi estómago
me los comí de desesperación
al sentir que el espermatozoide
cruzaba los límites de la paciencia.

Perdón
te he sacrificado
como a todos los que se han acercado
mi culpa
es mi culpa
pero de qué me sirve
si el día de los espíritus muertos llega cada mes
me reclaman sus tumbas
quieren ponérselas
y Yo
sólo puedo mirarme los ojos.



Jorge Osinaga (Guayaquil, 1983)

Parábola del exportador

¿Cómo se da a conocer una nación?
Simple y sencillo,
de dos formas:
con noticias y gargajos.

La primera se logra exitosamente
a través de un corresponsal de CNN
y derrocamientos presidenciales bisiestos

Y la segunda, escupiendo,
sí, escupiendo;
como diariamente lo hacen
decenas de aviones
-gargajos voladores-
repletos de hombres y mujeres
que sin quererlo
cultivan la esperanza
en corazones donde no la hay

¿Quién diría
que un gargajo sembrara sueños
y que las noticias provocaran
severos problemas estomacales?


Asfixia
Voy a lanzamientos de libros
inauguraciones
exposiciones
homenajes
aperturas
festivales
(conjuras)
solamente por compromiso
o por ganas de tener sexo
y el aire, inexplicablemente,
como que siempre se agota

No sé si es la calidad del vino,
las patitas de pollo
o los camarones apanados;
no puede ser
-deduzco-
pues todo desaparece
en manos de buitres

Analicé bien la situación
y estoy más que seguro
que mi ahogo lo produce
la fetidez de los alientos
las sonrisas
y los pedos
del montón de nalgas burócratas
sarcófagos andantes
y camarófilos
que siempre acuden a esas citas

Por eso decidí nunca más asistir a ellas,
no quisiera que cada vez
que la gente me hablara
ande por ahí con máscaras anti gases en sus caras


Víctor Vimos (Riobamba, 1985)

Cabeza abajo

El sonido de una moneda mordiendo el vientre de la rocola,
es el umbral donde me despiden pañuelos negros,
antes de naufragar, en la dulce ceniza de las cantinas.

Soliloquio
Desde este cuarto piso puedo abrir la boca y tragarme
todas las luces, autos, montañas, pájaros y a ti,
que deambularás confundida entre los ligueros de la ciudad.


Andrea Samaniego (Quito, 1985)

Acto discontinuo

-Toco tu boca…
Me llevas a tu casa y cuando
apenas logramos zambullirnos
en las alfombras pones sobre
mis crispadas manos tus
senos.

No entiendes que en el
camino se me ha caído la piel,
que hasta tu saliva
es corrosiva en las
fibras de mis labios.
Es un insecto enorme, la mariposa, revolotea en los
brazos de tu hermano
y lo mantiene distraído.

Cae tu cabeza en mis
piernas, me apresuro a
morderte la cerviz
para evitar el contagio.

La mariposa muere
con tu tercer golpe.

Lado B
Luego de llamarte con todos los nombres y
de todas las maneras, te puse un nombre por
costumbre y te bauticé, con un chorrito
de mi orina, por compromiso.
-Trilce
Aunque Vallejo me enferme.

Cesibel Ochoa Pineda (Zaruma, 1985)

Nací del pecho de un gorrión

abrazando una esperanza
arrastrando una maldición.

Crecí encerrada en una esfera
hermética, inviolable,
ocultando mi pasión.

Apartada de la realidad
me uní a la cara oscura de la luna.

Envejecí abatida, sin consuelo…
en un rincón.
Morí con las manos atadas y la boca sellada.


Tuyas son mis sienes… bésalas.
Tuyas mis caderas, mis muslos.

Para ti mis piernas, mis pies…
Bésame ahora, antes que la tarde no exista
y la noche sea solo una ilusión.


Tamara Acosta (Guayaquil, 1986)

Falo maternal
Permite a mis labios succionar de tu regazo
el alimento de antaño
déjame beber del pecado
desgarrando de tu cuello la manzana
mientras simulo el sueño prohibido
mi lengua danzará cicatrizando tu castillo
dando rienda suelta a nuestro galope
entrelacemos nuestra lúbrica miel
y pezón a pezón unámonos
atando en venas nuestra desnudez
probando de tu boca mi bosque humedecido
por el líquido de añejado desamor,
seré el bálsamo de todo tu dolor.
Te ruego
desgárrame el dogma, el prejuicio,
la atadura para que mi fuerza incólume
irrumpa con la erección de clítoris
los latidos de sabernos y sentirnos amadas...

Porque dejaste tu infierno en nuestro cielo
Tus insultos están clavados en el resplandor
de los juguetes que conservo,
galvanizando promesas que me hacía
para no perder la apetencia de vida.
Aquí martillándome la lengua para no lastimarte,
creando quimeras para remediar la fútil realidad.
Si en cada grito, lágrima, golpe veo el reflejo de tu alma,
no me basta cerrar en mis venas el alcohol destilado
por tu soledad merecida,
sepultando mis sentimientos para no creer nunca más
en el retrato familiar ...inexistente,
intentar construir con desechos de vidas
una idea de descendientes,
materializando la conciencia
para que no duelan tantos recuerdos
de tu violencia innata.
No te culpo padre mío...
y no te sorprendas si es que alguna vez
no reconozco el abrazo lastimero.
Que el corazón no deje de latir
si es que se nos extraña el vestigio
de amor entre los dos.
No temas si mi llanto
sirve de inspiración
para inocular el desamor
en mi selva virginal,
no recrimines ni juzgues
si con el pasar del tiempo
tus pesadillas llegan a mis sueños
y en ellos encuentras la ambigüedad de mis deseos...
Ahora estamos las tres luces tenues,
cambiando la superficialidad de nuestros seres,
porque no se puede arrancar la herida de los corazones
y porque en nuestro cielo femenino, arde tu infierno.

Carolina Patiño (Guayaquil, 1987-2007)

Adiós

Tan cansada de estar aquí
con todos estos miedos sin infancia
me voy sin perdurar
sin lograr que voltees por mí
sin lograr que enciendas la luz
sin lograr que abras tus ojos
el dolor tan limpio no sostendrá tu mano
demasiados espejos
descuelgan tambores en mi funeral.

Tratando de huir
He comenzado a justificarte una vez más…
Debo estar soñando
me heriste mientras casi no respiraba
es vergonzoso
me viste sangrar tratando de huir
y aún así jugabas a ser dios
mientras mis miedos
se transformaban en esta realidad
Partiste mi ternura
tarde descubrí
es nosotros o morir
no es lo que piensas está solo en tu cabeza
me dijiste una y otra vez
pero ahora que te veo desde este ataúd
no es tan difícil tenerte lástima.