lunes, 29 de diciembre de 2008

Desgarrarse para la vida


“Seguir es confiar en uno mismo / y si es que existe / en Dios” nos anuncia la voz poética de este Gimen de amor los muertos (Kainza, 2008) de Ernesto Intriago (Manta, 1986), un joven escritor que en sus inicios se encontró con el talento arrinconado ante una escuela desgastada y trivial (que estuvo a punto de envolverlo y aniquilarlo por completo), pero que no se confió a ninguna fuerza inmaterial para reconocerse poeta, sino a sí mismo, a su trabajo y juego constante con las palabras. Lo que le sirvió para desechar al poeta simplón y remplazarlo por uno más fuerte, seguro, y sobre todo arriesgado a la poesía, al decir lo que muchos otros “poetas” escriben atropelladamente y al apuro, por metáforas desconcertantes, explotando toda su sensibilidad pero sin caer en aquella estorbante sensiblería que pugna continuar con vida a nuestro alrededor.

A partir del reiterativo juego de palabras, Intriago ha construido una poética, que no es personal menos inédita, que ha sacado adelante e intenta personalizar desde su particular visión: “Todas las noches caigo / ríes blanca // Todas las noches vives / ríos blancos” o también: “Necesidad que existes / existo necesitándote / detente”.

¿Se trata de un estratégico refugio, la insistencia en el juego de palabras, para aparentar argumentos de mayor peso? No lo creo, porque más allá del supuesto desvarío y relleno al poema, existe un mensaje que avanza insistentemente en toda la obra. Especie de diario amorfo con sobredosis de ficción. Orgía gramatical inagotable armada de recursos sarcásticos, donde los cuestionamientos no encuentran un alto y siguen en la ruta aceleradamente: “Trato de creer en Dios / y en mí / si es que existo / en los actos de benevolencia”, o cuando va más allá e interroga: “¿es este un mundo de pruebas / para hacer otro perfecto?”. Porque para el autor es clara la realidad: “humanos / que hacen / humanos / matan / humanos”.

Hay originalidad y atrevimiento, al construir una poética refrescante y laberíntica, que no del todo se vuelve una trama social, el poeta lo dice enfáticamente: “El muchacho que llora en este poema / ríe burlándose del asco”, y ese asco es la realidad a la que se enfrenta: “Soy pacifista / no porque lea a Octavio / es porque soy pacifista / de los que buscan la Paz / por el camino de la paz / no de esos que le cantan al pajarito / trinando armas / rastrillando voces”.

Poemario vital, entregado al ejercicio de la poesía, sudada hasta la última gota. Gimen de amor los muertos es una carcajada atravesada en la yugular del lector. Un insano tumor al que el entendimiento se niega a extirpar y consumir del todo hasta agotarse.



miércoles, 17 de diciembre de 2008

Poesía y violencia urbana: excusas para una poética



La realidad ha sido y será siempre la materia prima a la que el poeta se aferrará para construir sus versos. Por lo tanto ningún tema es original, sin embargo el cómo se diga siempre será la particularidad de cada autor.

En este plano la violencia, como materia a explotar, es una fuente de múltiples matices que cada vez es renovada por la originalidad brutal y sanguinaria con la que se manifiesta: decapitados, ahorcados, empalados, quemados, degollados, descuartizados, acribillados, descerebrados, mutilados, y un largo etcétera acompañado de otras manifestaciones no tan escandalosas como: robos, violaciones, golpes e insultos.

Cada generación intenta retratar su realidad, aquel momento existencial que lo rodea. La violencia es nuestra actualidad y cotidianidad. Ya en otras décadas nuestros mismos poetas ecuatorianos han escrito de ella, sea como víctimas o victimarios, atacándola o alabándola. Por tanto lo que planteo no es nuevo, pero sí los recursos que la violencia ha adquirido, aquellos grados de extremismo dañino y de los cuales el poeta se vale para crear.

Y es que la muerte además de ser el cese de la vida, es también uno de los temas eternos al cual la literatura -y en nuestro caso la poesía- ha encontrado el canal idóneo para manifestarse y trasmitirse. Nadie dijo que la muerte sea un tema que encante, porque una mayoría de escritores buscan propagar vida, bienestar familiar, paz y armonía dentro de las sociedades. Nadie dijo que escribir sobre la violencia libre al autor y a su entorno de esta, mentira, la poesía no es ninguna ley que deba acatarse. Somos solo poetas escribiendo de temas específicos y tratamos de hacer de estos una poética que nos identifique.

Las urbes

Somos, en una considerable parte, poetas citadinos, las ciudades nos acogen, habitamos, transitamos, vivimos, nos reproducimos y morimos en ellas. Cada barrio, calle, mercado, centro comercial, parque, cantina, prostíbulo, discoteca, cementerio, morgue, escuela, colegio y universidad nos remiten a ella. Pertenecemos a su turbulencia. Nos inspira su excentricidad sanguinaria, alabamos la desgracias que diariamente regurgitan los medios de comunicación.

Y así como nos pertenece -porque habitamos en ellas- cada característica física, también nos pertenece cada manifestación grotesca de sus prostitutas, borrachos, suicidas, y criminales. Todos son la realidad urbanística: esbozos de versos deformados por el hambre, la droga y la locura.

Somos víctimas y testigos atrapados en un laberinto. Nos acogemos al miedo no como evasión si no como advertencia. Porque cada calle y callejón, motel y carro, son reductos para la criminalidad.

¿Compromiso social del poeta?

Lo que siempre se ha querido del poeta es que exista una responsabilidad social en su obra. Nada más absurdo, no existe tal compromiso, por lo menos ahora no. Nadie pretende cambiar el mundo mediante sus versos, nadie aspira a transformar la realidad que se descuaja a cada instante, pocos sueñan en un mundo mejor y solo esperan a que no empeore el actual. Somos egoístas e individualistas -esa es, ha sido y continuará siendo la realidad que nos compete- “inspirándonos” de la insana concentración de la urbe. Porque si pretendiésemos hacer algo por la sociedad no escribiríamos poesía, seríamos policías, voluntarios de bomberos o Cruz roja, y en el peor de los casos abogados y políticos.

La violencia como poesía

¿Por qué y para qué escribir en torno a la violencia? ¿de qué nos liberamos al tratar esta temática en la poesía? Es bien sabido que la poesía no es ninguna terapia liberadora, es arte debidamente concebido y trabajado. No es mera transcripción de sucesos, es una transformación total de cuanto gire en torno al poeta.

La realidad es poesía sin filtro. Nuestro objetivo: depurar cada trastorno brutal y convertirlo en adorno metafórico capaz de injertar belleza a los pedazos de carne y cuerpos dispersos que constantemente nos recuerdan el nicho caótico al que pertenecemos.

Somos poetas que hemos vuelto a la violencia un tema más al cual trabajar. Y si escribimos alrededor de esta no es porque se pretenda vanagloriar cada suceso atroz que acontece, se lo hace para recordarnos la hecatombe en la que estamos atrapados y también para advertir al lector que se haya en nuestra misma situación.

Somos víctimas, al igual que el resto de ciudadanos, pero diferenciados porque nosotros escribimos de esta violencia que nos persigue, delatamos sus síntomas, su carnicería, sus alegatos insulsos, sus no excusas para acabarnos.

Hacia una poética en torno a la violencia

Canción de cuna es un poema que me enseñó mucho en este campo, pertenece al libro Eva medusa (2000) primero y hasta ahora único trabajo del ambateño Diego Lara (que en estos últimos años se ha auto desterrado del panorama literario nacional), aquí unos fragmentos:

yo tenía un héroe llamado Jackie Chan

y nada me gustaba más,

nuestros padres saltaban viejas canciones

y se gastaban en la crónica roja

de los noticieros AM

recuerdo que todos éramos felices

y la sangre corría,

yo tenía un héroe llamado Jackie Chan

y nada me gustaba más,

el amor era demasiado limpio

como para ponerse a jugar con él,

y el aire siempre olía

a cafeína y nicotina

¿Dónde la violencia? Pues en todo el poema, destilla de ella. Desde el morbo, que comunica la voz poética, al decirnos lo atrapado de unos padres escuchando noticieros AM cuya particularidad es la información de crónica roja, hasta aquel abrupto de ignorar la violencia, el correr de la sangre, y a pesar de todo ser felices. Allí la belleza de hacer de simples datos cotidianos un poema de fuerza capaz de atrapar.

Porque sería fácil escribir acerca de que fuera de casa existe un mundo violento, y que nuestros padres prefieren estar al tanto de ese mundo desde su radio. O que nuestro héroe Chan es un personaje que más allá de su comicidad proyecta la violencia en sus situaciones y peleas.

Esta, sin duda, es la diferencia entre ser un mero transcriptor de sucesos atroces a trabajar sobre hechos sangrientos y convertirlos en poesía.

Y quien haya encontrado poesía en un filoso cuchillo incrustándosele en el abdomen no es solo un poeta sino también un masoquista.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Kamastro de matuta



A Freddy Ayala Plazarte lo estimo como poeta, acercarse a su obra es toda una aventura, y las aventuras no son tan fáciles (aunque sí satisfactorias) de lograr. Recientemente pudimos por fin conocernos y charlar todo lo posible en torno a la poesía que es en sí la vida.

Fue a mediados de este año que me confió su libro Kamastro de matuta al que le dediqué un buen tiempo de lectura y relectura. Ahora que ya es un hecho su publicación comparto con los lectores el texto en su versión completa y sin editar que aparece en la introducción.

No está demás decir que el nuevo poemario de Freddy es de formato bolsillo, pensado para todos aquellos lectores adictivos que no tienen reparos en leer donde mejor les parezca.


El viaje hacia la inmortalidad

Ese Nadie, al que muchos conocemos como Ulises, habita en cada página de este Kamastro de Matuta. Es parte inseparable porque su vida o la vida de la voz poética navega por un mar embravecido, capaz de azorar a cuanto marino descuidado niegue la potencialidad amorfa de la tormenta de versos.

Y no es solo la analogía con Ulises lo que vuelve interesante este poemario (cuya comparación no salta a la vista, pero está ahí), sino los símbolos marinos acudiendo insistentemente en cada poema. Así el mar, arena, sal, isla, puertos, escamas, espuma, medusas, cardumen, anémona, son referentes precisos de lo que encierra este coral poético.

“El océano dibuja un ataúd”, nos dice el poeta, convertido en Nadie, acercándonos a su concepción vista desde el mar, desde lo líquido, donde la pureza y los seres desconocidos -más allá de los sometidos y depredados- aguardan su momento de furia contra el hombre. Alistándose para recrear: “la funesta trampa del mar”.

Kamastro de Matuta es una obra mística, sin pretensiones exageradas de poesía intelectual (sí, el lenguaje puede mostrarnos otra cosa). Sus elementos y metáforas han logrado que sea un libro para elegidos por la paciencia, o sea para todos aquellos que no esperan leer y entender -sobre todo- poesía al instante, si no que comprometidos con la labor desentrañable de las palabras, volverán a ellas (a cada verso) en un constante vaivén.

No estamos ante otro “Cementerio marino”, menos ante otro Paul Valéry buscando esencia y musicalidad en la poesía obsesivamente -aunque el trabajo de estos versos nos deje dudas-. Estamos ante la propuesta de Ayala Plazarte, un poeta cuya obra posee un registro personalizado, que abarca el presente no explícitamente como se quisiese encontrar sino todo lo contrario, acudiendo a lo implícito, desarrollando toda una propuesta hermética donde las fisuras no puedan corromper las galerías de esta nave.

Al igual que Ulises, en su travesía por llegar a Ítaca, va encontrando y enfrentando adversidades físicas y abstractas, así el lector deberá hacerle frente a monstruos metafóricos acechando en cada poema. No es una poesía ligera buscando la masificación (como la actual poesía contemporánea ha demostrado en sus distintos representantes en Ecuador), puesto que Ayala Plazarte lo que busca es la inmortalidad, convertirse junto a su obra (como Ulises: personaje, metáfora, hombre, Nadie) en un punto histórico de las letras de este país.

Es arriesgado asegurar que su travesía tendrá éxito, la inmortalidad en la literatura no es tarea de un momento, sino una lucha constante entre el artista y su obra: esa lid donde el sentimiento quedará en segundo y quizás en último plano ante la razón: la necesaria materia para desencadenar todo cuanto se proponga un poeta (en este particular caso). Pero es evidente que Ayala Plazarte, en este su Kamastro de Matuta, su barcaza alejada del Aqueronte, de Creta, de la isla de Polifemo, ha fijado su rumbo hacia la tierra prometida donde la creación poética es un todo o nada, donde las resignaciones a lo mediocre no son opciones de ultimátum. Así nos lo asegura la voz que recorre este poemario, que no flaquea en ningún momento y se refuerza en la subjetividad de cada verso.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Tercer día y cierre del Ileana Espinel




(…) hay un dejo de angustia en las partidas,

como un ojo de agua en mi boca por donde se vierten los adioses (…)

Rocío Soria, Isadora bellamorte.

De regreso en Manta (y antes de que el sueño retrasado de tres noches me atrape definitivamente) solo puedo pensar en el I Festival Nacional de Poesía Joven Ileana Espinel 2008 como el reencuentro con amigos de otras ciudades y el inicio de nuevas amistades, pero sobre todo con la poesía consumida en estos tres días, motivo por la cual muchos de nosotros nos movilizamos hasta Guayaquil.

Por lo pronto solo me quedan abrazos a Rocío Soria, la poeta quiteña que ganó el primer lugar en el concurso nacional de poesía joven Ileana Espinel, y que oportunamente me ha compartido su obra. Puedo asegurar que este logro ha sido acertado, Soria no es una poeta improvisada hay trabajo y en materia poética eso es lo que debe privilegiarse.

También felicitaciones a las poetas Dina Bellrham, Tamara Acosta, Johana López y al joven de quien lamentablemente desconozco su nombre y trabajo, por las menciones de honor conseguidas en este primer concurso que, en palabras de la actual presidenta de la CCE Núcleo del Guayas, se dará cada año.

En torno a este tercer y último día del festival, continuaron dándose las lecturas de los invitados: Ana Minga, Freddy Ayala, Johanna López, Andrea Samaniego, Jairo Estacio, Rafael Méndez, Miguel Antonio Chávez y Augusto Rodríguez. Cada uno apegado a sus registros personalizados. Sin embargo extrañé los poemas más sarcásticos y cómicos de Méndez, aunque Miguel Antonio Chávez (quien dejó claro no ser un poeta si no narrador) llenó esta ausencia con varios de sus trabajos. Por su parte Ana Minga y Freddy Ayala aprovecharon esta noche para leer sus ponencias.

Se extrañó la presencia de poetas como Ángeles Martínez, Diego Cazar, Víctor Vimos, Carlos Vallejo, entre otros que no pudieron llegar hasta el manso por distintas razones.

Después de dos días de penumbras, José Núñez del Arco decidió enfrentar a sus demonios y salir junto a su cámara, lo que ha servido para registrar gráficamente algunos momentos de este I Festival Nacional de Poesía Joven Ileana Espinel 2008 que se acaba de institucionalizar y se hará anualmente.

Agradecimientos para José y Dina que como anfitriones jamás defraudaron, a Eduardo (pelado de Tamara) y Du Lac por la música recomendada y por esa cháchara absorbente. Y a todos los amigos de Buseta de papel por hacer de estos cinco años de existencia una excusa perfecta para reunirnos. Finalmente a los escasos panas rockeros que se dieron una vuelta por las lecturas (a Javier de Rockec ediciones).