lunes, 15 de diciembre de 2008

Kamastro de matuta



A Freddy Ayala Plazarte lo estimo como poeta, acercarse a su obra es toda una aventura, y las aventuras no son tan fáciles (aunque sí satisfactorias) de lograr. Recientemente pudimos por fin conocernos y charlar todo lo posible en torno a la poesía que es en sí la vida.

Fue a mediados de este año que me confió su libro Kamastro de matuta al que le dediqué un buen tiempo de lectura y relectura. Ahora que ya es un hecho su publicación comparto con los lectores el texto en su versión completa y sin editar que aparece en la introducción.

No está demás decir que el nuevo poemario de Freddy es de formato bolsillo, pensado para todos aquellos lectores adictivos que no tienen reparos en leer donde mejor les parezca.


El viaje hacia la inmortalidad

Ese Nadie, al que muchos conocemos como Ulises, habita en cada página de este Kamastro de Matuta. Es parte inseparable porque su vida o la vida de la voz poética navega por un mar embravecido, capaz de azorar a cuanto marino descuidado niegue la potencialidad amorfa de la tormenta de versos.

Y no es solo la analogía con Ulises lo que vuelve interesante este poemario (cuya comparación no salta a la vista, pero está ahí), sino los símbolos marinos acudiendo insistentemente en cada poema. Así el mar, arena, sal, isla, puertos, escamas, espuma, medusas, cardumen, anémona, son referentes precisos de lo que encierra este coral poético.

“El océano dibuja un ataúd”, nos dice el poeta, convertido en Nadie, acercándonos a su concepción vista desde el mar, desde lo líquido, donde la pureza y los seres desconocidos -más allá de los sometidos y depredados- aguardan su momento de furia contra el hombre. Alistándose para recrear: “la funesta trampa del mar”.

Kamastro de Matuta es una obra mística, sin pretensiones exageradas de poesía intelectual (sí, el lenguaje puede mostrarnos otra cosa). Sus elementos y metáforas han logrado que sea un libro para elegidos por la paciencia, o sea para todos aquellos que no esperan leer y entender -sobre todo- poesía al instante, si no que comprometidos con la labor desentrañable de las palabras, volverán a ellas (a cada verso) en un constante vaivén.

No estamos ante otro “Cementerio marino”, menos ante otro Paul Valéry buscando esencia y musicalidad en la poesía obsesivamente -aunque el trabajo de estos versos nos deje dudas-. Estamos ante la propuesta de Ayala Plazarte, un poeta cuya obra posee un registro personalizado, que abarca el presente no explícitamente como se quisiese encontrar sino todo lo contrario, acudiendo a lo implícito, desarrollando toda una propuesta hermética donde las fisuras no puedan corromper las galerías de esta nave.

Al igual que Ulises, en su travesía por llegar a Ítaca, va encontrando y enfrentando adversidades físicas y abstractas, así el lector deberá hacerle frente a monstruos metafóricos acechando en cada poema. No es una poesía ligera buscando la masificación (como la actual poesía contemporánea ha demostrado en sus distintos representantes en Ecuador), puesto que Ayala Plazarte lo que busca es la inmortalidad, convertirse junto a su obra (como Ulises: personaje, metáfora, hombre, Nadie) en un punto histórico de las letras de este país.

Es arriesgado asegurar que su travesía tendrá éxito, la inmortalidad en la literatura no es tarea de un momento, sino una lucha constante entre el artista y su obra: esa lid donde el sentimiento quedará en segundo y quizás en último plano ante la razón: la necesaria materia para desencadenar todo cuanto se proponga un poeta (en este particular caso). Pero es evidente que Ayala Plazarte, en este su Kamastro de Matuta, su barcaza alejada del Aqueronte, de Creta, de la isla de Polifemo, ha fijado su rumbo hacia la tierra prometida donde la creación poética es un todo o nada, donde las resignaciones a lo mediocre no son opciones de ultimátum. Así nos lo asegura la voz que recorre este poemario, que no flaquea en ningún momento y se refuerza en la subjetividad de cada verso.

No hay comentarios: