Si algo le quita el sueño a un editor es la espera de ver materializado
un libro por el que ha apostado. Ese texto que ha leído varias veces desde su
estado embrionario. El que ha visto crecer y también reducirse en páginas. Esa
historia con la que ha soñado y recuerda cada vez en cualquier reunión. Ese sueño
que no llega y que lo desvela.
Culoflaco se titula el motivo de mis noches de párpados sin cerrar. Una novela
que desde el primer borrador me dijo mucho de una ciudad, de sus personajes, de
la historia desenfrenada que se vive. Todo en ella, a través de su ritmo
acelerado, me impactó desde la primera lectura.
Han pasado casi cinco años desde que me llegó la primera versión (a
inicios de este año me llegó la tercera) y desde entonces he intentado
publicarla, primero con un sello universitario, luego sirviendo de “agente
literario” buscando que otro sello ecuatoriano quisiera apostar por ella. Todos
mis esfuerzos fueron en vano.
Pero el que no se haya publicado “formalmente” no ha evitado que su
autor, Marco Martínez Zúñiga (Guayaquil, 1979), la haya hecho circular a nivel
nacional y a ciertos autores. Motivado porque su primera obra, El enemigo necesario, encontró lectores
y lo puso en el mapa de los narradores nacionales (aunque ha preferido moverse
en el under, sobre todo con el proyecto comic editorial La Matemango).
En 2018, espero retomar el sueño y la tranquilidad de saber que aquel
manuscrito que se ha leído más de tres veces, que se ha comentado a muchos
allegados, que se ha prestado al círculo de amigos…vea la luz, y con ello se
cumpla un anhelo.
¿Cómo abordar el asesinato de un padre? ¿Cómo superar el trauma de una
muerte violenta? ¿Cómo recuperar la memoria de ese padre? ¿Cómo recuperarse a sí
mismo en un ejercicio difícil de asimilar? ¿Cómo estar más allá de la ira y la impotencia
ante el arrebatamiento de alguien amado?
En Revoluciones cubanas en Marte (UArtes ediciones, 2017) de Ernesto Carrión
(Guayaquil, 1977) habita una poesía que es en primer momento un acercamiento
biográfico a un hecho lamentable: el asesinato de alguien, un alguien que fuepadre. Un alguien que vivió una vida intensa y llena de excesos. Un alguien que,
para otros, representó una simple víctima.
Se trata de un poemario difícil (visto desde a fuera) de concebir:
luchar contra un hecho violento; reconstruirlo en el imaginario de un escenario
que embiste por todos lados; ir al mismo ritmo de días acelerados y
autodestructivos; volverse espectador de un recorrido funesto.
Pero más allá de la muerte de un padre, está la relación que esa muerte
ha provocado con la voz poética, una que contextualiza a ese padre, que lo ubica
ideológicamente, que lo aterriza en un país y continente lleno de
desapariciones, cargado de choque, infestado de una violencia atroz.
Una obra que no solo mira/habla/odia/estremece desde la calle, sino
desde la familia.
Bien están los muertos y los vivos.
Los asesinos y sus víctimas aquí en la Tierra.
Todos entrelazados por el pecado y el brazo descuartizado
del amor brillando bajo el rabo de una luna hecha un canguro. (p. 25)
El efecto de una lengua incendiada como una lámpara definitiva saboreando
ese puñado de alcohol y de ceniza que fue la única verdad que conociste. (p.
53)
Padre disfrazado de realidad, pero profundamente libre.
Padre disfrazado de la libertad, pero peladamente solo
y maniatado. (p. 54)
Disolviéndote de círculo en círculo
de
vaso en vaso (p. 56)
Padre irreal: dime qué cosa fue la felicidad dentro de tu casa,
deshabitada por ti mismo. (p. 62)
Y ahora combustión planeada: escribir tu muerte al lado de mi vida. O reescribir
tu vida al lado de mi muerte. (p. 83)
Morir es aparecer. Dejar de una buena vez lo que desaparece. (p. 91)
Un día sin escribir es difícil, pero llegar a varios años, puede
resultar algo traumático para cualquiera que haya decidido (aunque todo esté en
contra) dedicarse a la escritura como una forma de ganarse la vida. Sí, este
anhelo en nuestro contexto resulta una utopía: nadie, hasta donde conozco, vive
de lo que escribe y le publican.
Con dos artículos en revistas, un derecho de autor paupérrimo por
constar en alguna antología, y quizás (y esto si es que se ha tenido excelente
relaciones públicas y nexos apropiados, y por supuesto, talento) un contrato
para un libro donde haya regalías… el escenario será desalentador para
cualquiera que busque vivir de la escritura literaria.
Por eso cuando supe de Mike Noonan, del lujo que se da al no poder
escribir nada nuevo durante cuatro años, luchando contra ese bloqueo que no
buscó. Cuando pienso en él, me divierte hacer una comparación con nuestro contexto:
lo que es ser un escritor bloqueado en un país desarrollado (y sí, no importa
que se trate de un personaje) y uno de un país como el nuestro, donde solo los
novelistas y cuentistas son tomados en serio, un país de poetas y cientos de
seudos poetas pululando en cada ciudad.
Noonan tuvo un plan b, previniendo si algún día se quedaba seco de
historias (cuatro novelas debidamente escritas, resguardadas e inéditas)
mientras que en nuestro caso ¿cómo se sobrellevaría esta sequedad? ¿cuándo se
lograría tener una producción inédita aguardando salvar el pellejo? ¿en qué
momento, mientras se asume los oficios de la sobrevivencia, se escribirían
todos estos refuerzos?
Muchos escriben. Escriben y reescriben. Reescriben, borran y vuelven a
escribir. Pero también, estos mismos escritores lidian con trabajos y familia,
luchan por tener un trabajo que les dé estabilidad económica, o que por lo
menos les permita tener algo de tiempo para continuar escribiendo.
Escritores de dramas
reales, cuyos fantasmas que los asechan son el hambre y la decepción: entes
aterradores para cualquiera que pretenda vivir de lo que escribe y alcanza a
publicar.
Mi hija me ha preguntado por quinta vez que por qué le he traído más libros y no un nuevo regalo. Me lo ha dicho porque he venido con un cartón lleno de libros, los que ella (y sospecho que también mi esposa e hijo) quisiera verlos convertidos en algo más interesante.
II
Cuando mi hija me pregunta por qué la casa parece biblioteca y no una casa "normal", le digo que todo esto (señalando los alrededores llenos de papel) le pertenece, que son el mejor regalo que un padre chiro puede ofrecer: un hogar sitiado por autores que me han marcado y que espero algún día le agraden.
III
"La ruina del vientre sacudido fue el poemario que publicó en homenaje a los caídos en el 16A", le dice mi esposa a una de sus amigas que ha cogido un ejemplar de una repisa. Un libro con mucho dolor, me dijo ella, después de leerlo. "Chichí" (así llama a los payasos), repite mi hija al ver la portada donde aparece un cuadro de Seraquive.
IV
"Por qué no te pagan con dinero y no con libros", es el reclamo de mi esposa. Uno que ha venido repitiéndose con frecuencia.
V
Un poemario. Un ensayo en un libro argentino. Algunos poemas en muestras/antologías/panorámicas de España y Ecuador. Entrevistas. Co-autor de un libro académico. Poemas en revistas. Tres prólogos. Co-organizador de un encuentro de literatura. Editor de un nuevo sello editorial. Participación en cuatro ferias de libros. Lecturas. Corrector y editor de cuarenta libros académicos. Libros.
VI
Alguien debe limpiar el polvo de tantos libros. Hace poco decidí que cada fin de semana le dedicaría a librar del polvo a todos mis tesoros. Han pasado algunos meses desde que vi una fina capa de suciedad que ha cogido cuerpo y estorba la pulcritud del entorno.
VII
Antes me desesperaba cuando tras publicar un nuevo libro veía muchos ejemplares amontonados en la casa. Hoy, Manta ha empezado a constar en el mapa de actividades literarias del país, y los autores (docenas de ellos) han empezado a llegar. En su regreso los acompaña mi obra.
VIII
Libros en la sala. En el cuarto. Debajo de la cama. Junto a juguetes. Simulando adornos. A lado del maquillaje. Estorbando cerca del espejo. Libros erigiéndose en torres cada vez más grandes. Libros apretujados en repisas. Libros.
Para quienes estamos de una u otra forma relacionados
con la edición de libros en Ecuador, ha sido satisfactorio saber que el sector
de los editores independientes se encuentra organizado, con una presencia cada
vez mayor en ferias de libros, tanto nacionales como internacionales.
Con catálogos cada vez más interesantes y sumando a
autores que han despuntado dentro y fuera del país y apoyando a otro grupo que
empieza a sonar con fuerza.
La creación de la Asociación de Editoresindependientes de Ecuador, ha sido, también, un paso importante para una mejor
organización de quienes se encontraban desarrollando sus actividades
aisladamente, sobre todo en lo que respecta a la presencia en feria de libros.
Editores y proyectos editoriales a los cuales no hay
que perderles el rastro. Sobre todo, porque en el 2017 han dejado títulos que
dan cuenta de su labor editorial. Por aquí una lista (incompleta) de varios de
los sellos que empiezan a posicionarse en el país.
Foto tomada de http://eslamoda.com/razones-por-las-que-deberias-enamorarte-de-una-mujer-que-lee
Solo los dementes lo hacen, porque ¿Quién en sus
cabales no está con la masa, expectante de dar algunos pasos? ¿Quién se niega a
compartir la ira de estar de pie durante cientos de minutos? ¿Quién reniega de
la seriedad de los rostros? ¿Quién ignora las conversaciones entre gente
desconocida? ¿Quién no desea ver a su vecino o vecina de fila? ¿Quién rechaza
el odio hacia los cajeros?
Algo raro pasa cada vez que alguien prefiere tener sus
ojos sobre las páginas de un objeto que evade la realidad. Un objeto que extrae
sonrisas mientras el resto no encuentra ninguna gracia al estar de pie durante
mucho tiempo. Un objeto insultante para los demás, porque atrae a su portador a
un espacio ajeno a lo que sucede a su alrededor.
Cuando veo a un lector o lectora en la fila de un
banco. Cuando sonríe, con la mirada baja, concentrado. Cuando cambia con fervor
las páginas. Cuando saca de algún sitio oculto, un esfero para subrayar páginas.
Entiendo que los libros aún tienen la esperanza de sobrevivir. Que un grupo “friki”
siguen existiendo y pululando en lugares subyugantes como un banco.
Porque ¿Quién en sus cabales no llevaría un libro? ¿Quién
se entregaría al vacío alrededor de rostros y expresiones deprimentes? ¿Quién?
Nunca el cerco del colegio fue un reto para nosotros:
dibujos animados de un centro público, siempre escapando de las aulas que en
retroceso nos detenían en sus distintos prejuicios.
Ese colegio populoso de la ciudad, antro de aulas sucias y
paredes carcomidas. Un vejestorio que después del 16A ya no existe.
Es raro recordar sus murallas, las historias de la gallada,
sus minúsculos y turbulentos dramas de violencia, donde lo disfuncional era parte
de su engranaje vital. Un palpitar incontenible de tragedias reducidas que
llevaban a cuesta. Alegatos de la desesperanza, de un negarse al futuro, porque
el presente era lo único que importaba: aquel caótico desarrollo que sofocaba
la existencia.
Siempre el colegio, esa prisión de la que se escapaba con
frecuencia. Esa entidad de imposiciones. Ese altar de veneraciones mediocres.
Una trampa, de la que contrariamente, nos sentíamos orgullosos de pertenecer, o
mejor aún, de volverla una excusa para encontrarnos y labrar un presente
desalentador.
Por ello las fugas a un Murciélago de ambiente alucinado, de
agua loca, tabacos e historias para desvariar sobre la vida y sus atentados. En
ese torbellino, en esa ciudad lorenza de arrebatos y daño auto infringido
crecí.
En un colegio donde las malas compañías fueron en realidad
una escuela dentro de la escuela. Un callejón para recorrerlo aceleradamente y
feliz, porque solo el ahora significaba la respuesta inmediata de defensa.
Tarde
Pero ¿Por qué hablar en tono personal? Porque en Mientras llega la lluvia (Ediciones
anónimas, 2017) de Edison Paucar, existe una historia a la que el lector más
emotivo queda preso. Un drama donde es casi imposible dejar de conectarse con
el pasado, con los años de juventud, con todo el tumulto inédito en ese
momento. Un pasado al que siempre se regresa como triunfo personal.
Así, los personajes de la novela tienen problemas, cada uno
más intenso que el otro, todos desde sus individualismos sufren, y todos están
enlazados en la misma trama. Pascal, Panchito, Roa, Roxana, Pericles, Pedro,
entre otros, dan cuenta de sus anhelos y filias. De los arrepentimientos, de
ideales a medio cumplir, de un odio que van alimentando con voracidad.
Una madre alcohólica, un padre que deja el hábito por el
amor y el deseo, un hermano acuchillado, un hijo bastardo, un conserje
desangrándose, un colegio tomado, padres de familia arrepentidos. Una amalgama
de situaciones que logran en esta novela volverla un amasijo de micro historias
que perturban y entretienen desde el morbo más normalizado.
Quito, diría uno de los personajes, “culebra de dos cabezas
que se alargan en cada extremo” (p. 45) es el escenario. Una urbe maldita para
personajes que se borran y se escriben a cada momento.
Por ello Mientras
llega la lluvia, no solo es la historia de un grupo de estudiantes
colegiales, de profesores y padres de familia, también es la historia que
refleja un círculo de melancolía, donde yacen espectros con voz y acciones,
avanzando hacia lo desconocido de un presente que en cada momento asfixia.
Noche
En la oscuridad me espiaba junto a una radio desbarata de
tanto uso. Junto a la voz de un locutor que extendía el rito hasta la
madrugada. En ese ambiente un adolescente invocaba y expurgaba sus demonios
personales. Una voz, que contrariamente, no decía palabra alguna, conversaba
con cada una de las distintas, absurdas y tristes actividades del día.
Madrugada
Mamá y papá dejaron de estar juntos. El alcohol llegó para
quedarse y trastornarme algunos años. Docenas de amores a medio camino. Libros
viejos que testimonian mis pensamientos de aquel tiempo. Anhelos congelados en
un espacio que visito frecuentemente.
Cuando llega la lluvia, en su ensordecedor ritmo, pienso en
todas las horas abandonadas en un colegio, junto a otros estudiantes con
quienes compartimos la fuga de un espacio y del tiempo. La lluvia para
recordarme que el pasado es un demente con navaja en mano que abre surcos para
dejar fluir toda la bilis del ayer.
En esa oscuridad también tracé una ruta donde el dolor fue
un espectro del cual nunca exorcicé.
(Texto leído en la presentación de la novela Mientras llega la lluvia de Edison Paucar, realizada en Manta, el 1 de diciembre de 2017, en La Caverna)