sábado, 30 de diciembre de 2017

Culoflaco

Tres manuscritos de la novela.

Si algo le quita el sueño a un editor es la espera de ver materializado un libro por el que ha apostado. Ese texto que ha leído varias veces desde su estado embrionario. El que ha visto crecer y también reducirse en páginas. Esa historia con la que ha soñado y recuerda cada vez en cualquier reunión. Ese sueño que no llega y que lo desvela.

Culoflaco se titula el motivo de mis noches de párpados sin cerrar. Una novela que desde el primer borrador me dijo mucho de una ciudad, de sus personajes, de la historia desenfrenada que se vive. Todo en ella, a través de su ritmo acelerado, me impactó desde la primera lectura.

Han pasado casi cinco años desde que me llegó la primera versión (a inicios de este año me llegó la tercera) y desde entonces he intentado publicarla, primero con un sello universitario, luego sirviendo de “agente literario” buscando que otro sello ecuatoriano quisiera apostar por ella. Todos mis esfuerzos fueron en vano.

Pero el que no se haya publicado “formalmente” no ha evitado que su autor, Marco Martínez Zúñiga (Guayaquil, 1979), la haya hecho circular a nivel nacional y a ciertos autores. Motivado porque su primera obra, El enemigo necesario, encontró lectores y lo puso en el mapa de los narradores nacionales (aunque ha preferido moverse en el under, sobre todo con el proyecto comic editorial La Matemango).


En 2018, espero retomar el sueño y la tranquilidad de saber que aquel manuscrito que se ha leído más de tres veces, que se ha comentado a muchos allegados, que se ha prestado al círculo de amigos…vea la luz, y con ello se cumpla un anhelo.   

jueves, 28 de diciembre de 2017

Espectador de un recorrido funesto

Imagen tomada de https://twitter.com/manzanabomb 


¿Cómo abordar el asesinato de un padre? ¿Cómo superar el trauma de una muerte violenta? ¿Cómo recuperar la memoria de ese padre? ¿Cómo recuperarse a sí mismo en un ejercicio difícil de asimilar? ¿Cómo estar más allá de la ira y la impotencia ante el arrebatamiento de alguien amado?

En Revoluciones cubanas en Marte (UArtes ediciones, 2017) de Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977) habita una poesía que es en primer momento un acercamiento biográfico a un hecho lamentable: el asesinato de alguien, un alguien que fuepadre. Un alguien que vivió una vida intensa y llena de excesos. Un alguien que, para otros, representó una simple víctima.

Se trata de un poemario difícil (visto desde a fuera) de concebir: luchar contra un hecho violento; reconstruirlo en el imaginario de un escenario que embiste por todos lados; ir al mismo ritmo de días acelerados y autodestructivos; volverse espectador de un recorrido funesto.   

Pero más allá de la muerte de un padre, está la relación que esa muerte ha provocado con la voz poética, una que contextualiza a ese padre, que lo ubica ideológicamente, que lo aterriza en un país y continente lleno de desapariciones, cargado de choque, infestado de una violencia atroz.

Una obra que no solo mira/habla/odia/estremece desde la calle, sino desde la familia.

Bien están los muertos y los vivos.
Los asesinos y sus víctimas aquí en la Tierra.
Todos entrelazados por el pecado y el brazo descuartizado
del amor brillando bajo el rabo de una luna hecha un canguro. (p. 25)

El efecto de una lengua incendiada como una lámpara definitiva saboreando ese puñado de alcohol y de ceniza que fue la única verdad que conociste. (p. 53)

Padre disfrazado de realidad, pero profundamente libre.
Padre disfrazado de la libertad, pero peladamente solo
y maniatado. (p. 54)

Disolviéndote de círculo en círculo
                                                         de vaso en vaso (p. 56)

Padre irreal: dime qué cosa fue la felicidad dentro de tu casa, deshabitada por ti mismo. (p. 62)      

Y ahora combustión planeada: escribir tu muerte al lado de mi vida. O reescribir tu vida al lado de mi muerte. (p. 83)


Morir es aparecer. Dejar de una buena vez lo que desaparece. (p. 91)

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Escritores de dramas reales


Un día sin escribir es difícil, pero llegar a varios años, puede resultar algo traumático para cualquiera que haya decidido (aunque todo esté en contra) dedicarse a la escritura como una forma de ganarse la vida. Sí, este anhelo en nuestro contexto resulta una utopía: nadie, hasta donde conozco, vive de lo que escribe y le publican.

Con dos artículos en revistas, un derecho de autor paupérrimo por constar en alguna antología, y quizás (y esto si es que se ha tenido excelente relaciones públicas y nexos apropiados, y por supuesto, talento) un contrato para un libro donde haya regalías… el escenario será desalentador para cualquiera que busque vivir de la escritura literaria.

Por eso cuando supe de Mike Noonan, del lujo que se da al no poder escribir nada nuevo durante cuatro años, luchando contra ese bloqueo que no buscó. Cuando pienso en él, me divierte hacer una comparación con nuestro contexto: lo que es ser un escritor bloqueado en un país desarrollado (y sí, no importa que se trate de un personaje) y uno de un país como el nuestro, donde solo los novelistas y cuentistas son tomados en serio, un país de poetas y cientos de seudos poetas pululando en cada ciudad.

Noonan tuvo un plan b, previniendo si algún día se quedaba seco de historias (cuatro novelas debidamente escritas, resguardadas e inéditas) mientras que en nuestro caso ¿cómo se sobrellevaría esta sequedad? ¿cuándo se lograría tener una producción inédita aguardando salvar el pellejo? ¿en qué momento, mientras se asume los oficios de la sobrevivencia, se escribirían todos estos refuerzos?

Muchos escriben. Escriben y reescriben. Reescriben, borran y vuelven a escribir. Pero también, estos mismos escritores lidian con trabajos y familia, luchan por tener un trabajo que les dé estabilidad económica, o que por lo menos les permita tener algo de tiempo para continuar escribiendo.

Escritores de dramas reales, cuyos fantasmas que los asechan son el hambre y la decepción: entes aterradores para cualquiera que pretenda vivir de lo que escribe y alcanza a publicar. 

martes, 26 de diciembre de 2017

Viñetas de un recuento ególatra



I
Mi hija me ha preguntado por quinta vez que por qué le he traído más libros y no un nuevo regalo. Me lo ha dicho porque he venido con un cartón lleno de libros, los que ella (y sospecho que también mi esposa e hijo) quisiera verlos convertidos en algo más interesante.

II
Cuando mi hija me pregunta por qué la casa parece biblioteca y no una casa "normal", le digo que todo esto (señalando los alrededores llenos de papel) le pertenece, que son el mejor regalo que un padre chiro puede ofrecer: un hogar sitiado por autores que me han marcado y que espero algún día le agraden.  

III
"La ruina del vientre sacudido fue el poemario que publicó en homenaje a los caídos en el 16A", le dice mi esposa a una de sus amigas que ha cogido un ejemplar de una repisa. Un libro con mucho dolor, me dijo ella, después de leerlo. "Chichí" (así llama a los payasos), repite mi hija al ver la portada donde aparece un cuadro de Seraquive. 

IV
"Por qué no te pagan con dinero y no con libros", es el reclamo de mi esposa. Uno que ha venido repitiéndose con frecuencia. 



V
Un poemario. Un ensayo en un libro argentino. Algunos poemas en muestras/antologías/panorámicas de España y Ecuador. Entrevistas. Co-autor de un libro académico. Poemas en revistas. Tres prólogos. Co-organizador de un encuentro de literatura. Editor de un nuevo sello editorial. Participación en cuatro ferias de libros. Lecturas. Corrector y editor de cuarenta libros académicos. Libros. 

VI
Alguien debe limpiar el polvo de tantos libros. Hace poco decidí que cada fin de semana le dedicaría a librar del polvo a todos mis tesoros. Han pasado algunos meses desde que vi una fina capa de suciedad que ha cogido cuerpo y estorba la pulcritud del entorno.

VII
Antes me desesperaba cuando tras publicar un nuevo libro veía muchos ejemplares amontonados en la casa. Hoy, Manta ha empezado a constar en el mapa de actividades literarias del país, y los autores (docenas de ellos) han empezado a llegar. En su regreso los acompaña mi obra. 

VIII
Libros en la sala. En el cuarto. Debajo de la cama. Junto a juguetes. Simulando adornos. A lado del maquillaje. Estorbando cerca del espejo. Libros erigiéndose en torres cada vez más grandes. Libros apretujados en repisas. Libros.   

lunes, 25 de diciembre de 2017

Los editores independientes de Ecuador

Imagen tomada de https://www.shutterstock.com/


Para quienes estamos de una u otra forma relacionados con la edición de libros en Ecuador, ha sido satisfactorio saber que el sector de los editores independientes se encuentra organizado, con una presencia cada vez mayor en ferias de libros, tanto nacionales como internacionales.

Con catálogos cada vez más interesantes y sumando a autores que han despuntado dentro y fuera del país y apoyando a otro grupo que empieza a sonar con fuerza.

La creación de la Asociación de Editoresindependientes de Ecuador, ha sido, también, un paso importante para una mejor organización de quienes se encontraban desarrollando sus actividades aisladamente, sobre todo en lo que respecta a la presencia en feria de libros.

Editores y proyectos editoriales a los cuales no hay que perderles el rastro. Sobre todo, porque en el 2017 han dejado títulos que dan cuenta de su labor editorial. Por aquí una lista (incompleta) de varios de los sellos que empiezan a posicionarse en el país.     

Cactus Pink (Quito)
Doble Rostro (Quito)
El Fakir (Quito)
Mecánica Giratoria (Quito)
Ruido Blanco (Quito)
Turbina (Quito)
Deidayvuelta (Quito)
Comoyoko ediciones (Quito)
Editorial Blanca (Quito)
Jaguar (Quito)
El ángel editor (Quito)
La Caracola (Quito)
La Caída (Cuenca)
Cadáver Exquisito (Guayaquil)
Fondo de animal (Guayaquil)
Tinta Ácida (Manta)
Viz-k-cha (Loja)

Dragón Luz (Loja)

domingo, 17 de diciembre de 2017

Leer en la fila de un banco

Foto tomada de http://eslamoda.com/razones-por-las-que-deberias-enamorarte-de-una-mujer-que-lee 


Solo los dementes lo hacen, porque ¿Quién en sus cabales no está con la masa, expectante de dar algunos pasos? ¿Quién se niega a compartir la ira de estar de pie durante cientos de minutos? ¿Quién reniega de la seriedad de los rostros? ¿Quién ignora las conversaciones entre gente desconocida? ¿Quién no desea ver a su vecino o vecina de fila? ¿Quién rechaza el odio hacia los cajeros?

Algo raro pasa cada vez que alguien prefiere tener sus ojos sobre las páginas de un objeto que evade la realidad. Un objeto que extrae sonrisas mientras el resto no encuentra ninguna gracia al estar de pie durante mucho tiempo. Un objeto insultante para los demás, porque atrae a su portador a un espacio ajeno a lo que sucede a su alrededor.

Cuando veo a un lector o lectora en la fila de un banco. Cuando sonríe, con la mirada baja, concentrado. Cuando cambia con fervor las páginas. Cuando saca de algún sitio oculto, un esfero para subrayar páginas. Entiendo que los libros aún tienen la esperanza de sobrevivir. Que un grupo “friki” siguen existiendo y pululando en lugares subyugantes como un banco.


Porque ¿Quién en sus cabales no llevaría un libro? ¿Quién se entregaría al vacío alrededor de rostros y expresiones deprimentes? ¿Quién?     

lunes, 4 de diciembre de 2017

El ciclo de la melancolía

Foto de Jairo Mendoza.
Comentan de mí sobre enmendarme y reducirme,
mientras las rameras de mis riesgos gritan,
y yo fallo,
pero cuando puedo lo logro.
The Smashing Pumpkins - MAYONAISE 

Mañana
Nunca el cerco del colegio fue un reto para nosotros: dibujos animados de un centro público, siempre escapando de las aulas que en retroceso nos detenían en sus distintos prejuicios.
Ese colegio populoso de la ciudad, antro de aulas sucias y paredes carcomidas. Un vejestorio que después del 16A ya no existe.
Es raro recordar sus murallas, las historias de la gallada, sus minúsculos y turbulentos dramas de violencia, donde lo disfuncional era parte de su engranaje vital. Un palpitar incontenible de tragedias reducidas que llevaban a cuesta. Alegatos de la desesperanza, de un negarse al futuro, porque el presente era lo único que importaba: aquel caótico desarrollo que sofocaba la existencia.
Siempre el colegio, esa prisión de la que se escapaba con frecuencia. Esa entidad de imposiciones. Ese altar de veneraciones mediocres. Una trampa, de la que contrariamente, nos sentíamos orgullosos de pertenecer, o mejor aún, de volverla una excusa para encontrarnos y labrar un presente desalentador.
Por ello las fugas a un Murciélago de ambiente alucinado, de agua loca, tabacos e historias para desvariar sobre la vida y sus atentados. En ese torbellino, en esa ciudad lorenza de arrebatos y daño auto infringido crecí.

En un colegio donde las malas compañías fueron en realidad una escuela dentro de la escuela. Un callejón para recorrerlo aceleradamente y feliz, porque solo el ahora significaba la respuesta inmediata de defensa. 



Tarde
Pero ¿Por qué hablar en tono personal? Porque en Mientras llega la lluvia (Ediciones anónimas, 2017) de Edison Paucar, existe una historia a la que el lector más emotivo queda preso. Un drama donde es casi imposible dejar de conectarse con el pasado, con los años de juventud, con todo el tumulto inédito en ese momento. Un pasado al que siempre se regresa como triunfo personal.  
Así, los personajes de la novela tienen problemas, cada uno más intenso que el otro, todos desde sus individualismos sufren, y todos están enlazados en la misma trama. Pascal, Panchito, Roa, Roxana, Pericles, Pedro, entre otros, dan cuenta de sus anhelos y filias. De los arrepentimientos, de ideales a medio cumplir, de un odio que van alimentando con voracidad.
Una madre alcohólica, un padre que deja el hábito por el amor y el deseo, un hermano acuchillado, un hijo bastardo, un conserje desangrándose, un colegio tomado, padres de familia arrepentidos. Una amalgama de situaciones que logran en esta novela volverla un amasijo de micro historias que perturban y entretienen desde el morbo más normalizado.     
Quito, diría uno de los personajes, “culebra de dos cabezas que se alargan en cada extremo” (p. 45) es el escenario. Una urbe maldita para personajes que se borran y se escriben a cada momento. 

Por ello Mientras llega la lluvia, no solo es la historia de un grupo de estudiantes colegiales, de profesores y padres de familia, también es la historia que refleja un círculo de melancolía, donde yacen espectros con voz y acciones, avanzando hacia lo desconocido de un presente que en cada momento asfixia. 



Noche
En la oscuridad me espiaba junto a una radio desbarata de tanto uso. Junto a la voz de un locutor que extendía el rito hasta la madrugada. En ese ambiente un adolescente invocaba y expurgaba sus demonios personales. Una voz, que contrariamente, no decía palabra alguna, conversaba con cada una de las distintas, absurdas y tristes actividades del día.

Madrugada
Mamá y papá dejaron de estar juntos. El alcohol llegó para quedarse y trastornarme algunos años. Docenas de amores a medio camino. Libros viejos que testimonian mis pensamientos de aquel tiempo. Anhelos congelados en un espacio que visito frecuentemente.
Cuando llega la lluvia, en su ensordecedor ritmo, pienso en todas las horas abandonadas en un colegio, junto a otros estudiantes con quienes compartimos la fuga de un espacio y del tiempo. La lluvia para recordarme que el pasado es un demente con navaja en mano que abre surcos para dejar fluir toda la bilis del ayer.
En esa oscuridad también tracé una ruta donde el dolor fue un espectro del cual nunca exorcicé.         
(Texto leído en la presentación de la novela Mientras llega la lluvia de Edison Paucar, realizada en Manta, el 1 de diciembre de 2017, en La Caverna)