sábado, 16 de marzo de 2024

No hay heroicidad en los enfermos

Siempre las vacaciones son una fuga, sea de trabajo o presión dentro de la familia. Sí, hay diversión porque eso se busca: una distracción de lo cotidiano, algo que dañe, por un momento, la línea, que remesa todo, que tal vez vuelva a existir un orden después de la sacudida y relajación.

No siempre las vacaciones terminan siendo espacios de relajación, al contrario, muchos factores provocan estrés. Y en vez de superar los problemas, estos se ahondan y se yace en el caos.

Viejos (2021, M.Night Shyamalan) tiene una particularidad más allá de la historia, de que sus protagonistas representan a conejillos de india, simples pruebas experimentales, a penas sacrificios por el bien de la humanidad (como daría a entender uno de los personajes) lo que habita en esta historia es la confrontación tanto individual como colectiva, es decir, hay problemas, esas cargas con la que lidian los personajes, y otras en la que deben manifestarlas los unos a los otros para tratar de entender y entenderse.

Hay un tema secundario: el amor y sus fisuras. Porque todas las parejas que están atrapadas en la playa tienen problemas, ninguna visible, pero todas cargando con ellos en su interior. Desde los protagonistas que han optado por hacer un último viaje juntos antes de divorciarse (él no ha podido del todo con la infidelidad de ella); el doctor y su esposa plástica que parece un trofeo que exhibe por todos lados (sin olvidar el hecho de que el hombre continúa bajo la sombra de su madre que los acompaña); la pareja interracial que buscan a toda costa paz, una que resuelva los problemas graves de epilepsia de ella); y luego la pareja de niños que en brevedad se convierten en padres.


Es cierto que la historia tiene como eje a una playa donde se acelera el tiempo y con ello se acorta la existencia. Los niños crecen y se convierten en adultos, los adultos envejecen y los viejos en poco tiempo fallecen hasta convertirse en polvo. Un espacio terrorífico donde no hay escapatoria. Un lugar donde envían a enfermos graves o terminales, sin consentimiento, para ser parte de pruebas médicas.

No hay heroicidad en estos enfermos, porque a nadie se ha pedido su consentimiento para estar allí. Ninguno de ellos, a pesar de la gravedad de sus enfermedades, creen que morirán en poco tiempo. Lo que si hay es una expiación a nivel personal: lidiar con sus demonios y todo el mal que los carcome.

Película de terror, pero no por la playa y su tiempo acelerado, por los muertos y ausencias con los que se lidia; tal vez el mayor terror (y de eso su director ya ha hablado antes) es la confrontación con uno mismo en esa búsqueda de paz.

 

sábado, 17 de febrero de 2024

Ancianidad y horror


 

El mayor terror para una persona sin duda es imaginar qué será de él o ella en su etapa de anciano (si es que la muerte “natural” no le llega en forma de bala perdida mientras ve la televisión o va por la calle). ¿Dónde estará? ¿Podrá valerse por sí misma? ¿Quién velará por ella? ¿Tendrá cubierta sus necesidades básicas para morir sin la desesperación de la sobrevivencia?

Descuida, yo te cuido (2020) de J. Blakeson, más allá de la historia en sí, del humor negro que aparece, de la tensión y violencia, de los personajes y todo el cliché denotado, hay un tema de preocupación que hace sonar todas las alertas: ¿Quién se aprovecha de los ancianos? ¿La tutela de ancianos en verdad es beneficiosa?

El hecho de que el mundo lo componen dos tipos de personas: las aprovechadas y las que se dejan, es una sentencia que existe y sucede constantemente. Quien miró hacia los ancianos, quien pensó en ellos y los beneficios de su tutela, avizoró posibilidades comerciales sin riesgo.

Este aprovechamiento funciona más en países desarrollados, donde las pensiones de jubilados son altas, donde las condiciones de vida son increíbles en un contexto suramericano y menos ecuatoriano. Sin embargo, sucede, y como ocurre en la ficción, los ancianos están indefensos y silenciados; drogados y en una burbuja sin defensa hasta su muerte. Todo un sistema de corrupción que resalta la “labor social” del aprovechado y juzga al inconforme que intenta rescatar a su familiar.

Una situación que más allá de la ficción tendría que interesarnos a todos. Salvaguardarnos de esta nueva especie de depredadores, de esta nueva generación de vividores caza fortunas. Porque afuera, dentro de oficinas, en despachos elegantes, otros buscan y miran a quien someter, y ese mundo de terror es un riesgo que está a la vuelta de la esquina para todos.