martes, 19 de febrero de 2013

La inversión literaria





El asumir la escritura como un oficio de constante, intenso e imparable trabajo va más allá del hecho mismo de escribir, corregirse y publicar. Otros elementos y recursos complementan el trabajo con las palabras. Poco sirve que un genio publicado no sea conocido en su misma ciudad, que no tenga los contactos suficientes en otras ciudades y países, que desconozca la internet y sus herramientas difusoras, y que su nombre sea únicamente el que aparece en tarjetas de presentación para un contexto local, donde no pasa nada. 
La realidad es que todo escritor pretende vivir de lo que escribe (sin importar la calidad). Todo escritor sueña con reconocimientos nacionales e internacionales. Todo escritor busca, a toda costa, ser publicado en sellos de editoriales franquiciadas. Y sin embargo, muchos escritores jamás llegarán a ser conocidos, sucumbirán en el anonimato más ridículo de este siglo. Todo porque estos escritores no han pensado en su oficio como una inversión a largo plazo.

Los libros 
Escritor que se respete será siempre un buen lector. Desde el libro ajeno empieza la inversión personal. Se busca disfrutar de historias, pero en este proceso también se va reconociendo estilos, estructuras y técnicas.
Por ello una biblioteca, desde la perspectiva del escritor, será un espacio enriquecido por títulos y autores que responderán en primer lugar al gusto, y luego a la influencia que se busca y mantiene.
Los libros de colegas escritores siempre mostrarán el panorama local o global (reconocer que en otro país alguien más trabaja sobre las mismas obsesiones siempre será bienvenido).
No se trata simplemente de comprar libros y lucirlos en estantes, o peor llevarlos en la mano a todas partes para demostrar que se es lector. Se es lector y se busca libros porque significa un acercamiento necesario a otras voces, historias y mundos. 

Los amigos
Aunque para muchos escritores el amiguismo, compadrismo, ñañismo sea mal visto, es necesario (y casi siempre los que critican son los más afanosos en este plano). Las buenas relaciones con otros escritores dan múltiples posibilidades a un autor, sobre todo si estas amistades responden a otros escenarios y contextos. No se trata de hacer “favores”, se trata de sostener una amistad que busque objetivos en común: lecturas, manifiestos y la posibilidad de llegar a otros espacios.   
Recomendación vital de sobrevivencia: no casarse con ningún amigo que represente a un determinado grupo o colectivo literario, no volverse parte de conflictos que no los involucran (algo común en nuestro país) y sobre todo cuidarse de los “amigos” aduladores, de los comentaristas ridículos que prefieren hablar (escribir) del autor y no de su obra.  

La promoción
La mayor inversión literaria para un escritor se concentra en la promoción de su obra (salvo que se trate de un autor corporativo que no tiene esta necesidad, puesto que el sello editorial al que “pertenece” se encarga de esta labor). Para este trabajo existen muchos recursos, como el hacerse de una lista de autores, editores, periodistas, blogueros, reseñistas, comentaristas y críticos literarios a los cuales enviar el o los libros y tener la posibilidad de generar lecturas. También el de considerar la creación de un blog o página web donde conste una detallada biografía, fotografías, obras publicadas, adelantos y fragmentos de trabajos inéditos, novedades concernientes al ámbito literario y sobre todo contactos (correo electrónico y casilla postal, evitar dirección domiciliaria y números telefónicos: piensen en la desgracia de Paul Sheldon en Misery).
Las redes sociales son, en estos días de novelería mediática, claves para que un “escritor” vaya socializando con similares y lectores. No descarten las fotografías asociadas con el entorno literario, aunque siempre pesará más saber que un escritor es alguien muy cercano, que recorre los mismos lugares y tiene interés por cosas y temas comunes y actuales.  
Y no olvidar la participación constante en ferias de libros (las que organiza el estado son las más organizadas), sea mediante un stand grupal o individual.  

Los resultados de la inversión
Si se ha hecho una correcta “inversión literaria” los beneficios pueden ser de distinta clase, desde el generoso artículo (reseña, entrevista, perfil, crítica) en el diario nacional (ya no piensen localmente), hasta la inclusión en alguna muestra -poética o narrativa- de alcance internacional.
Sí, el soporte físico sigue siendo atractivo, pero que esto no sea un impedimento para disfrutar de las posibilidades y alcances que ofrecen los soportes digitales (libro y revista), los más importantes en estos días globalizados.
Finalmente la inversión tendrá grandes resultados si la obra del escritor es de calidad, si llega a defenderse y valerse por sí misma en el mercado editorial. Puesto que una correcta promoción concretará los puentes necesarios a editores y sellos, los que no concreten nada quizás descubran a tiempo otro oficio.

sábado, 16 de febrero de 2013

La punk poesía



Arturo Sodoma está tostado, o quizás sea el más cuerdo de los poetas que rondan este nuevo siglo, su libro La punk poesía. Fin del mundo (El Quirófano ediciones, 2012) es un retrato de cicatrices duras, donde la violencia es el fondo y fuente. Poemario salvaje, de sirenas a todo volumen, de alarma indetenible.

Sodoma es un telúrico en su decir, su poesía se ha bañado de ácido para desfigurar el pasado y presente de un lector aún relleno de asombro. Su obra tiene vida, y late, come, sangra y fornica con los estereotipos más insanos de este mundo. Aquí algunos fragmentos, que por alguna sucia razón, me detuvieron:     

por qué no amar a todo el mundo?
El mundo necesita amor y paz y bombas molotov y hambre y sida
El mundo necesita bacterias y pan descompuesto
Al mundo le gustan las epidemias
los orgasmos falsos
Por qué no amar al mundo si somos lo que somos y así somos bellos
Por qué no nos amamos los unos a los otros como lo hacían los hippies apestosos
Por qué no nos drogamos como Dios manda
(Amo al mundo y a mi semejante, p. 7)
 
Necesito un dios que sea punk que coma papa podrida y whisky en el desayuno
Que sea muy valiente y enfrente a la policía con sus puños láser
(Necesito un Dios, p. 9)

Sucede que ese día no cogimos
Sucede que estoy cansado de ser un panteon
Lleno de cuervos y de flores amarillas
Sucede que estoy lleno de recuerdos y desgracias
Que por momentos llegan como lluvia
A mis manos temblorosas
(¿Alguna vez dije que te amaba?, p. 26)

Hoy es un día de mala fortuna para aquellos que nacimos bajo el signo de la violencia
y de la pornografía doméstica
El horóscopo de hoy dice
Que si salgo
Me quedaré como la mujer de lot
Callada
Mientras ve con sus ojos de sal
Como su esposo fornica con sus hijas
(Horóscopo, p. 54) 

viernes, 15 de febrero de 2013

Una tribu de salvajes


De los mejores libros con los que he empezado este 2013 está Una tribu de salvajes improvisando a las puertas del infierno (UANL/ALDVS, 2012) de los compiladores John Burns y Rubén Medina. Esta antología Beat ofrece una muestra de los autores Gregory Corso, Diane di Prima, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, LeRoi Jones, Bob Kaufman, Jack Kerouac, Tuli Kupferberg, Joanne Kyger, Michael McClure, Peter Orlovsky, Gary Snyder, Anne Waldman, Philip Whalen y John Wieners.

Una obra intensa, que no da momentos de pausa, que intoxica y gusta, tal y como deben ser los buenos libros.


jueves, 14 de febrero de 2013

No entren al 1408


Y Jorge Luis Cáceres lo hizo, sacó adelante este oscuro proyecto tributo al maestro King: No entren al 1408

Así como varios de los antologados, también tuve un primer acercamiento a King, empezó desde la adolescencia y mediante la televisión, con las adaptaciones de sus obras. Recuerdo fragmentos de Los Tommyknockers, desde entonces, junto a mi hermano, entendimos que nuestras vidas (respecto a la comprensión y goce del terror) tendrían un sendero perturbador. 

Bien por Cáceres y quienes participan en esta obra, pueden conocer más de la misma desde su blog.

martes, 12 de febrero de 2013

Ben Stiller: sobrevivir para la risa




Un hombre que se traiciona a sí mismo ya no se vuelve a encontrar.

Alfredo Bryce Echenique 



No soy gay, esa es la primera verdad de esta introducción. No he pretendido serlo en esta vida (menos en la otra que me ha prometido mi esposa cuando este “infierno-metrópolis” se termine y todos sean arrebatados hacia el “paraíso”) pero si alguien me preguntara cuál es el hombre que me mueve el piso, que me divierte, que me despeja las nubes negras de la realidad, que me arrastra hasta un espacio singular, ese sería Ben Stiller, el ridículo, conflictivo, y zopenco actor que me enseñó, hace muchos años, que la estupidez no tiene límites, que los problemas no llegan lentamente, porque al caos (léase ojo morado, labio partido, costillas fracturadas, testículos aporreados y la moral pegada sobre el pavimento) se lo busca, se lo reta y sobre todo se lo soporta de la peor manera, todo porque estamos convencidos que al final nos espera una recompensa aliviadora.



Perdedor natural

Ben Stiller (Nueva York, 1965) es un perdedor natural, sus interpretaciones lo centran en el tipejo a quienes las mujeres pisotean, cachetean y finalmente terminan amando. Loco por Mary (1998) Mi novia Polly (2004) Matrimonio compulsivo (2007) son escasas muestras donde la desesperación y temor a la soledad, la competencia desleal, las mentiras más increíbles, y el desdén más insoportable, son un coctel embrutecedor que a pesar de todo le sienta bien a sus personajes.



Es un maestro, porque nos ha enseñado a sobrevivir de nuestros conflictos, a declararnos masoquistas, y sobre todo a meternos la idea de que nada está perdido, que un matrimonio no es el final del camino, que el amor es renovable, y que se puede sobrellevar las obsesiones con más amor. Porque al final de cuentas el amor es su tema recurrente, el que gira en cuanta trama asume.   
 






Zoolander, todo un hito    

¿Qué tan metrosexual se puede ser? Ben demostró que todo lo exageradamente posible. En Zoolander (2001) su histrionismo alcanza el grado del absurdo total, su personaje: acartonado, materialista y prefabricado, nos deja un legado escalofriante: los modelos también sienten, aman y padecen. Y el dejar de ser es la muerte, el vacío al que se huye y espanta.



Sin traiciones

Lo extraordinario de Ben es que jamás se ha traicionado a su condición de artista cómico, de fanático del humor humillante y asfixiante (intenten reír con canguil en la boca a ver si lo logran) si no que ha sido fil a sí mismo, respetándose en su condición de actor y también de director, yendo con todo para que su marca continúe intacta, para que sus seguidores como yo sepamos que permanecerá en la línea, sin buscar vías alternas y traicioneras.   
 





Recientemente lo vi en Greenberg, un patético y humorístico retrato donde su personaje vuelve a ser lo que siempre ha sido: un perdedor, alguien a quien el pasado le pesa y no ha dejado ir del todo (una ex novia, amigos y la afición por la música desde una banda no desarrollada del todo). El centro mental del que ha salido es una excusa floja de no aceptar la realidad, y busca el amor, el maldito amor que no le llega (aunque sí lo hace pero quizás esas ansias de que esta chica -también desesperada como él, temiendo a la soledad-  sea una extensión de su ex novia, no logre darle el pulso certero para continuar en el cortejo.
 





Es el hombre

Podría alargar la letanía de que no soy gay, y que no he llegado a serlo por declarar que venero (esta es la palabra más exacta que he encontrado) a Ben Stiller, pero no por lo que es, sino por lo que hace, por su trabajo, por sus caracterizaciones, por ser ese tipo pleno que desde una pantalla me ha enseñado más de la vida que cualquier catedrático aburrido de los que me ha tocado.


Él es el hombre, al que podré regresar sin vergüenza y con una sonrisa lista para ofrecerle a su obra.  

(Texto publicado originalmente en la revista de cine Fotograma # 4, 2010)