domingo, 28 de enero de 2018

Leer es cool


¿Cuándo dejaron de ser ñoños, norios, nerds, bobos, aburridos…todos los que se refugiaban en un libro? ¿Cuándo pasaron de ser aquellos entes bajo la sombra que todos evitaban y se empoderaron como estrellas de luz intensa? 

 Sospecho, viniendo de la categoría de ratón de biblioteca, que el cambio empezó a gestarse porque se logró conectar adecuadamente las redes sociales con el gusto por la lectura; quizás porque los lectores y lectoras fueron delatándose más allá del cliché: “es feo/a, por eso lee”. Tal vez, porque estos lectores, que anuncian con reiteración sus nuevas adquisiciones, fueron comentando, argumentando, discutiendo, sobre los géneros de su predilección. Y muy seguramente, todos estos lectores, fueron conectando con gente que pensaba como ellos.


 Leer se volvió algo así como ser buena onda. Porque esta nueva clase de lectores no solo viven atrapados en cuatro paredes leyendo y comentando, no, también viven, salen a fiestas, tienen una vida social intensa. Lo que leen lo asocian con su estilo de vida; por ello sugieren qué leer. Son los cool de esta parte del siglo. 

Sí, puede que las redes sociales, además de dar a conocer a los lectores de sepa (aquellos que dieron el paso para salir de la oscuridad) reflejen un exceso de noveleros que posan cada vez que pueden junto a libros que nunca leen, que conservan como parte de trofeos o adornos en sus hogares. Pero, aunque parezca raro, está bien, siempre que un novelero diga que tal o cual libro le gustó, que haga mención a dos o tres líneas de la contraportada, que por lo menos se tome una selfie junto a la portada de la obra…con ello hace mucho, motiva a varios, pone su granito de arena en esa construcción difícil que representa la lectura.

Y tú ¿también eres cool?


Las fotos han sido tomadas al azar de varias cuentas de lectores que aparecen en la red social Instagram.

miércoles, 24 de enero de 2018

Señorita Satán


No es el título, no es la colección, no es la promoción, son las voces que habitan esta propuesta: contracorriente, perturbadora, de ritmo ágil. Voces que cuentan desde otra orilla, una que no se limita; libre en su decir. Historias diversas, pero enlazadas por una misma causa: la literatura, como medio para asentar ficciones que estremezcan.

Eso y mucho más es Señorita Satán. Nuevas narradoras ecuatorianas (El Conejo, 2017). Un libro con 17 textos, todos disímiles entre sí, denotando la variedad de miradas y construcciones de sus autoras: una camada de escritoras con recorridos distintos que saben -por lo menos así el lector asume- qué decir; que han logrado un tono personal; que no maquillan nada.

Como todo trabajo, siempre habrá textos que conecten mejor con el lector, ahí va mi breve selección de relatos favoritos y que recomiendo cuando logren acceder al libro:

·   El hombre que tenía las manos atadas de Abril Altamirano
·       La versión de Jacques de María Fernanda Ampuero
·       La gente dice de Sandra Araya
·       Volverán las palomas de Adriana Borja Enríquez
·       Galápagos de Marcela Ribadeneira
·       Un paseo de domingo de Solange Rodríguez Pappe
·       La hora de las arañas de Diana Zavala


sábado, 13 de enero de 2018

La Niebla y sus versiones alucinadas

Portada de una de las ediciones de La Niebla en su versión original: novela. 

He tratado, en mi condición de lector, de acceder a la mayor cantidad de libros de Stephen King (hasta hace poco un objetivo difícil en una ciudad que no tenía librerías). Leer, analizar, e ir señalando los temas que con frecuencia aparecen en su obra. Un trabajo conectado por el placer de las historias de terror.

Siempre encontré en varios de sus personajes fragmentos de tragedia e ideas subrayables. También ha sido casi que una obligación autoimpuesta, acceder a las adaptaciones que se han hecho de sus novelas y cuentos. Una tarea no siempre satisfactoria, pero que ha frenado el morbo.


Así llegué a La Niebla, primero en su versión original. Una historia perturbadora, cargada de todos los elementos característicos de las obras de King. Siempre me gustó el final de esta novela corta, la esperanza de saber que el protagonista junto a su hijo, aún atrapados en una niebla que nadie sabe de dónde ha venido, llena de monstruosos asesinos, se refugia en un mañana de posible salvación. Y aunque no haya una certeza de solución, persiste la necesidad de sobrevivencia de sus personajes.

Afiche de la versión fílmica estrenada en  2007. 

Después vendría la versión cinematográfica. Un film con mucha relación de su versión original, con la única diferencia de que, al contrario de la novela, donde había un final abierto, acá el espectador se chocó con un final cerrado, donde el padre sobreviviente, junto a su hijo y dos personas más, deciden salir del supermercado donde estaban atrapados y aventurarse en un auto a la huida. El desenlace es conmovedor, sin gasolina y varados en medio de la niebla, el protagonista armado con una pistola con tres balas decide eliminar a sus compañeros (incluido su hijo) para librarlos de una muerte horrible en las fauces de los monstruos. Y mientras el padre, afectado por matar a su hijo busca fuera del auto que lo asesinen, lo que encuentra es una niebla disipándose y con ello la presencia de militares quemando a las bestias. 

Afiche de la versión serie estrenada en 2017. 

El año pasado se estrenó La Niebla en su versión serie, y como seguidor de la obra de King, me conecté lo más pronto a ella. Sin embargo, muchas cosas habían cambiado: el hijo original había sido reemplazado por una hija, el supermercado dejó de ser el escenario central de la historia, y la presencia militar cobró mayor protagonismo (una de las hipótesis reiterativas de los personajes de King: los militares están detrás de muchos incidentes sangrientos y paranormales).


Diez capítulos de casi una versión libre. Con personajes por momentos haciendo ruido. Con una niebla que dejó de albergar a monstruos y que más bien atacaba desde los traumas de cada personaje. Para alegría de muchos (en el fondo me incluyo) meses después del estreno se anunció que ya no se la continuaría.   

sábado, 6 de enero de 2018

Música de fondo


Imagen tomada de https://es.123rf.com/ 


¿Cuánto influencia la música en el proceso de escritura de un poema, relato o novela? ¿La música como complemento o parte del ambiente creativo? ¿Repercute lo que se escucha en los textos que se escribe?

Todo escritor tiene su metodología de escribir. Cada uno ambienta su espacio según sus necesidades. Por lo tanto, cada autor poseerá un reducto acorde a sus necesidades: bebidas, cigarrillos, una ventana, un lugar sin luz natural, silencio (salvo el sonido de sus dedos aporreando un teclado o el de una impresora imprimiendo sus respaldos ante cualquier catástrofe) y claro, quienes se rodean de música, mucha música sirviendo como banda sonora de su ritmo.


A veces es fácil identificar la clase de ritmo y género que se habita en cada texto. Casi siempre es imperceptible. Por eso resulta casi un acontecimiento cuando un autor revela la música que está de fondo, la que lo ha acompañado mientras su poema, cuento o novela se desarrollaba.


Un develo que no siempre ocurre. Un desnudarse en público, solo para regocijo propio. Para decirle a todos que esas canciones, ese género, esas bandas o solistas, estuvieron junto a él o ella, mientras creaba.