viernes, 24 de agosto de 2012

Una gran ciudad que se apaga


7 pm. el teléfono suena, del otro lado Cristian, Edison y Diego me gritan que un punto de la ciudad es una botella multiplicada en docenas, que los retiene. De fondo la música lo confirma: ciudad trampa, ciudad enloquecida.

Pasaje es una ciudad desconocida, pero la escucho (mediante el teléfono) como mi misma ciudad: hambrienta, seductora en su terreno líquido, alucinada desde las sombras en que la imagino.

7 pm. Cristian, Edison y Diego (tras la lectura de sus poemas) me recuerdan al personaje de Luces de una gran ciudad. Esa sombra que baja, choca, cae y a gatas avanza hacia el averno de aquella urbe que lo engulle con voracidad (estoy con ellos).

Corto la llamada, cierro el libro y recuerdo: "Debes ir lentamente. Debes aprenderlo todo de nuevo" (p. 221).          


jueves, 16 de agosto de 2012

Habitar en soledad



“Cuando cesó la tempestad, rodaron los ojos bajo la cama / yo, solo la vi partir”. (p. 7) dice uno de los versos de Des-habitado (Jaguar, 2012) de Edison Navarro (Cotacachi, 1983). Un poemario que devasta, aniquila, disuelve y sobre todo logra un impacto violento del tema de las relaciones fallidas, de aquellas que duelen por sus errores, por su crudeza, por toda su parte descompuesta de raíz. Desde esta premisa se teje la línea temática de este libro. Aquí la voz poética rememora un pasado de caos, donde la soledad lo cubre todo.

Des-habitado es un poemario que circunda desde la urbe, la voz poética asume su rol de sujeto citadino, donde se está y no se está (con la soledad a cuesta aun en medio de la masa), donde en el presente más pasivo se padecen regresiones violentas, porque ahí habita el centro dañado del que se poetiza.  

En este desarrollo urbano, el amor (o más preciso: la ausencia de este) es un pasado marcado por la desesperanza, donde la voz poética se presenta como el enemigo, uno que no ha fracasado solo, si no que ha contado con alguien, ese alguien que es ausencia, que transita como fantasma. Que se sabe ha sido el detonante del discurso nostálgico.

Vivir en soledad
Des-habitado está construido desde la soledad, una capaz de arrasar la esperanza, de proyectar un vacío que consume y acaba:

“habitantes de mis huesos desalojaron las ruinas”  (p. 8)

“dejaron a desnivel el rincón construido en los huesos” (p. 9)

 “(…) he colgado mi piel en cualquier hueso evitando el naufragio” (p. 11)

“hoy me declaro: / antagónico /ante lo soñable” (p. 21) El que la voz poética se asuma como su enemigo, como esa parte contraria y maléfica es normal, así el pasado es esa voz decadente ante un presente que irremediablemente avanza en un proceso de asimilación de su tragedia.

“náufrago / resiste el frío de la memoria” (p. 24)

“(…) la vida fue siempre un ocaso” (p. 31)

Este presente sofoca con su intensidad melodramática (lo hace desde el decir de la voz poética, desde su crónica adolorida) “pero hoy hace frío / y tu nombre es mi hoguera” (p. 39). Todo para una confirmación que se advierte desde el inicio en los personajes: “vos / y yo, / somos vacío” (p. 57). Un vacío que existe en su representación enemiga.






Un espacio que se acaba
Si hay que destacar una parte importante de este poemario, es su posición doméstica. Donde una casa (sin importar la forma que tenga) se vuelve un objeto vivo, que respira, que retrata los transcursos emotivos ya extintos, que delata al pasado en su peor condición. En esta casa (sarcófago de momentos fantasmas amotinados) otros objetos reviven ese ayer infructuoso, todo porque la voz poética entiende que “La memoria es el cuerpo del dolor” (p. 29). Y en este dolor otras escenas ahondan en su sentido dramático:

“Amanecen tus huellas bajo mi almohada
un paisaje brutal
(el paraíso entre sábanas)” (p. 26)

“La cama era un lugar neutral,
el territorio donde un exiliado
construye el hogar que se irá con el viento” (p. 43)

 “Somos un ábaco de dientes
cálculo de cruces
para llorar al feto en la ventana” (p. 50)

“Se derrumba la casa: platos adentro,
los retratos escapan por aquella ventana
que abrimos para arrojar tempestades” (p. 54)

“Quizás está escrito:
la casa se hará polvo
y florecerán cuervos
sobre tu boca,

¡¡no te alarmes!!

si saben volar
se irán conmigo” (p. 61)

“muy dentro,
existe un animal
que devora los muros
donde habitaste” (p. 63)

Entonces deshabitar, dejar de ser entre el espacio que se continúa rondando, no parece ser el sitio que se busca dejar, al contrario la voz poética (en su dolor) se reafirma en él: “lleno de nada la alcoba / pero me atrapan tus piernas” (p. 46).

El mar, el reino del deshabitado
Este deshabitado, que prefiere ser un masoquista a ultranza, que se niega a abandonar el dolor que lo sostiene a un pasado, piensa en el mar, en aquella bastedad que todo lo traga, que todo expulsa, que todo descompone. Y en esta figura el poemario, en medio de toda la desolación que proyecta la voz poética, busca una liberación.   

“Nadie canta el luto de mi boca
es tarde para arrinconar naves
en la garganta de la noche” (p. 55)

“Mi carne es alga y soy alimento para ahogados” (p. 59)

Y en esa nada que se busca, como recurso final de limpieza y olvido, después de saber que  “Entre tus piernas se tiende el fin” (p. 52) o de que “No hay arena hasta que el mundo de la vuelta / y empiece el día otra vez en tu boca” (p. 41) o peor donde se afirma que es “un rostro enjaulado / en la noche que se repite / sobre las olas de tu cuerpo” (p. 42) la voz poética intenta liberarse, aunque en su proceso se deshabite y habite en aquella nada soledad total.     

Navarro, en todo este derroche de desolación y auto padecimiento, ha logrado con Des-habitado interesantes interrogantes ¿Cómo sobrevivirnos ante el final de una relación? ¿En qué punto volvernos el enemigo de ese otro yo del pasado que desencaja en el presente?. Este poemario tiene respuestas valiosas. Muchos de sus versos han logrado ese objetivo escaso de la poesía: volverse el retrato de otros. Y eso, por lo menos para este lector, es sobresaliente.

martes, 14 de agosto de 2012

SUMPAVIVE 2012 II FESTIVAL LATINOAMERICANO DE POESÍA




Sumpa Vive es una jornada poética que se lleva a cabo por segundo año consecutivo con el fin de reunir a diferentes poetas ecuatorianos y de otros países de Latinoamérica en un encuentro de hermandad que a la vez convoca la asistencia del público en general de Salinas, en la provincia de Santa Elena.

Nuevamente el poeta Luis Franco (Salinas, 1988) logra articular un cronograma de lectura de poemas en un ambiente de amistad e intercambio. Entre las actividades programadas se realizará la presentación de los poemarios: “Mi patria es el Infierno”, de Calih Rodríguez (Macas, 1988), “Trilogía de la carne”, de Alexis Cuzme (Manta, 1980) y “Cuatrocientos cuerpos”, de Roy Sigüenza (Portovelo, 1958). Así como la lectura de poesías de grandes voces poéticas contemporáneas, como: Santiago Vizcaíno (Quito, 1982), Carlos Bernal (Cuba, 1981), Jorge Valbuena (Colombia, 1985), Carlos Luis Ortíz (Alausí, 1979), Javier Lara Santos (Quito, 1978), Luis Carlos Mussó (Guayaquil, 1970), entre otros.

La inauguración del evento tendrá lugar el 16 de agosto a las 09:30 y la clausura será el 18 de agosto a las 15:30. El encuentro estará matizado con visitas a sitios turísticos y de esparcimiento para afianzar los lazos entre estos hermanos de la literatura. La Prefectura de Santa Elena, la Base Naval de Salinas y la Unidad Educativa Frank Vargas Pazzos son los auspiciantes.

¡Sumpa Vive!

Ecuador y México, un puente de poesía




 
Por Augusto Rodríguez


La poesía ecuatoriana y la poesía mexicana siempre han estado unidas por un puente imaginario. Muchos ecuatorianos han vivido o viven en México y publican sus libros en ese hermoso país y los mexicanos visitan y leen sus poemas en Ecuador. Recordando al vuelo algunos de los últimos libros de autores ecuatorianos publicados en México se me vienen a la mente: Jorge Enrique Adoum, Edwin Madrid, Bruno Sáenz, Fernando Nieto Cadena, Luis Alberto Bravo, Julia Erazo, etc., entre esos nombres destacan: Alforja de caza de Xavier Oquendo Troncoso y Cuando morí (en el pabellón de incurables) de Iván Oñate. Los dos son autores ambateños radicados en Quito. Catedráticos, gestores culturales, poetas que han sido traducidos a varios idiomas y que constan en varias antologías extranjeras.

En una hermosa edición de La Cabra Ediciones de México D.F., 2012, nos llega Alforja de caza de Oquendo Troncoso, es una suerte de antología de este reconocido autor. La poeta y crítica boliviana Vilma Tapia nos dice: “Las palabras adquieren el peso que da consistencia al cuerpo de quien recorre los espacios recolectando, inventando los faltantes o llenando las zonas de indeterminación, como llamara Roman Ingarden. Así, los tres libros reunidos en Alforja de caza son sobre todo un umbral ubicado a la mitad entre el afuera y el adentro. Poesía espacial, escritura arquitectónica, espacios escriturales”. Este libro parece flotar en la imagen del inicio de los tiempos, el descubrimiento del fuego, las primeras palabras. El lenguaje como cuchillo que se afila y como piedra caliente. Oquendo Troncoso nos da múltiples espejos donde mirarnos, con poemas de distintos ritmos y tiempos para descubrir lo que hemos perdido desde que el hombre está en esta tierra. Es una bella antología que hay leerla con calma y con mucha sutileza. Les comparto un poema clave de este libro denominado Antes de la caza:

Antes de la caza


A mi padre

Quiero encontrar el lugar
donde ubicarme.
Entro en la vecindad
de voces que me dicen:
                          ve a buscarte lejos,
                                   en los andenes de las penas,
                          ve a ponerte en fila con los astros;
                                   deja el poema un rato,
                                    y reconoce los olmos.
                                   Piensa que ya estorbas y no sirves,
                                               que de grande uno se trastoca
                                                           y se consume.

Mamá ya no prepara bien las cenas,
no hay comida hasta después del día.

Ve a buscar el círculo vicioso
que pueda hacerte hombre
en el insomnio de los días.

                        Vete y no vuelvas
                                   hasta después de la caza.






Cuando morí (en el pabellón de incurables) de Iván Oñate ha sido editado por Ediciones sin nombre, México D. F., 2012. Este libro sigue la brecha iniciada por otro poemario editado en México llamado El país de las tinieblas. Lo leo como una suerte de continuación pero en este libro, el autor abre el lenguaje, las palabras, su mundo simbólico para entregarnos un hermoso libro. En la contraportada del libro leemos: “Leer sobre la página es ya escucharlo. Sabemos que no es lo mismo haber muerto que haber morido. Oñate habla/escribe desde esa segunda condición, lo que le permite a veces la ironía o el desencanto, grietas por donde le regresa la vida gracias al milagro de la poesía”. Oñate sigue viajando por el mundo como escritor invitado y leyendo su poesía. Nos sigue entregando poco a poco una obra de gran fuerza, imaginación y belleza. Cuando morí (en el pabellón de incurables) es un poemario que se lee con desenfreno y con furia. A continuación leeremos un poema de la tercera parte de este libro denominado Cuando morí:

Para levantarme la tapa de los sesos,
no hizo falta una Mágnum 44
o la Lugger
que portaba Marlon Brando
en El baile de los malditos.

Bastó
mi dedo índice.

Mi dedo índice apuntando mi sien.

Fue un suicidio
íntimo, discreto.

Silencioso.

Estaba perdido,
perdido.

Ya no sabía cuál era la gloria
y cuál el infierno.

Menos todavía
si había alguna diferencia entre el mar y el cielo.

No sabía qué era arriba y
qué era abajo.


Eso que los pilotos que llaman
el efecto del muerto.

Quizá yo estaba muerto,
bien muerto,
y no me daba cuenta.

viernes, 10 de agosto de 2012

Carcajadas y muerte desde el circo



Yo creo que nadie en el mundo comprende
a un payaso, ni siquiera otro payaso, porque
siempre entran en juego la envidia o la rivalidad.
Heinrich Böll, Opiniones de un payaso.

“Cuando todos van de prisa el payaso debe ir lento a fin de encontrar sentido en aquello que la gente olvida” (p. 13) nos dice en las páginas iniciales el payaso Pascal,  protagonista de El gesto del payaso (2012, Eskeletra) de Ramiro Arias (Quito, 1954). Novela donde el circo, como escenario, nos presenta a personajes que, sin alejarse de la tradición circense, evidencian sus intrigas, traiciones, envidias, odios y sobre todo aflora la decadencia de una profesión-negocio que busca a toda costa renovarse, aunque en está descabellada búsqueda lo que se haga ponga fin al espectáculo.   

Hay abuso del cliché en los personajes: la Mujergoma, la mujer barbuda, la Enana, el Jorobado. Firulais (dueño del circo) de bigote con puntas arqueadas, los payasos Barbita y Pascal (con sus tristezas a cuesta), los hermanos Randy (del circo de la competencia) y sobre todo la Guapísima (la domadora de fieras, el cuerpo del deseo, la excusa perfecta para aniquilar la esperanza del circo).

Pascal, el payaso de glorias pasadas está jodido, ha enviudado: la Mujergoma ha muerto de cáncer. No desea vivir, y el alcohol y la coca parecen ser su único refugio. Y todo su cuadro fatalista parece tener un correcto sin sentido hasta que el “diablo” (en su representación mitológica y rural: hombre de traje oscuro, cara chupada y pálida, sombrero hongo) se le aparece mientras va en uno de los carros del circo en busca de la muerte sobre el asfalto. Le promete una vida eterna a cambio del alma de su amada. Promesa que es sellada ante un automático SÍ de Pascal.

“El reto del payaso solo se mide en la carcajada del público que no tiene por qué saber de nuestras pasiones y venganzas” (p. 13) nos recuerda Pascal. Pero ya no es el mismo, ha rejuvenecido, y aunque su objetivo fatalista no ha desaparecido, es un payaso renovado, con una esperanza oculta que ha revelado ante todos.   

Pero mientras el drama de Pascal se teje y desarrolla, Firulais desde su lado materialista, sueña en levantar su negocio, y para esto ha fijado sus objetivos en la Guapísima, una joven en la que descubre una afinidad con las fieras, capaz de dominarlas. Sin embargo lo que ignora Firulais es que con la llegada de la joven la tragedia alcanzará su clímax en el circo.

El gesto del payaso precisamente ahonda en el lenguaje corporal, en aquel juego de máscaras donde no todo lo reflejado es real. Desde esta premisa Pascal, Firulais y Guapísima tejen sus dramas en un círculo que afecta no solo sus ya frágiles relaciones: de amoríos y abandonos, si no la del resto de personajes que en medio de esta lid fraguan sus propios desenlaces: “-Si no se larga esa mocosa, nos veremos en serios aprietos, Firulais y tú sabes de lo [que] hablo, déjamelo a mí, yo te vengaré por lo que te ha hecho. La gente se burla de ti Firulais –le dijo la Enana” (p.108).  

La tragedia no podría haber sido concebida de otra manera, todos los antecedentes recrearon el escenario final: la muerte. Y en ella se refugian sus personajes condenados: Pascal y Guapísima. Y aunque el circo pierda a sus estrellas no pierde su esencia de espectáculo (uno centrado en el morbo, pero al fin espectáculo): pronto será noticia, una final y sangrienta: animales muertos y una pasión extinta.

domingo, 5 de agosto de 2012

La importancia de una nueva muestra de poesía ecuatoriana




Se continúa sustentando que en el país no existe crítica literaria, ni una cercana disertación de todo cuanto se publica, y que contrariamente lo que predomina es un amiguismo pasivo y alabador. Sí, persisten los grupos (más allá de cualquier nombre que puedan tener como colectivo) que tras ignorar a sus contrarios (integrantes de otros grupos) han decidido evidenciar tanto en el panorama nacional como internacional a los autores que están con ellos y no contra ellos.

Así cada cierto tiempo van apareciendo nuevas muestras poéticas que (y dejémonos de hipocresías) no reflejan a todas las nuevas voces y actores poéticos del país, que responden exclusivamente a un nexo determinado más por amistad y en menor medida por reconocimiento literario.

Cada uno de los múltiples “bandos” literarios tiene como objetivo primordial reconocer en el contexto a sus cofrades, a quienes de una u otra manera comparten su visión de poesía. Amigos a quienes una crítica literaria siempre será favorable.

En este desconcierto de constantes muestras poéticas que anualmente se publican en Ecuador, me encuentro con ¡Y quién dijo silencio! (Ras, 2012) recopilado por Cristian López Talavera. Un trabajo que si bien agrupa a dos conjuntos de talleristas: El Quirófano (Guayaquil) y el taller de la CCE (Quito) que expone el trabajo inicial de autores desconocidos (en su mayoría) que presenta una multiplicidad de propuestas, y sobre todo que logra justificarse aduciendo que se trata de “(…) una muestra de escritores que han trabajado bajo tutoría de taller, por lo tanto son versos iniciales”, provoca una interrogante: ¿Cuál es el valor de una nueva muestra de poesía ecuatoriana cuando muchos de sus textos ya se han publicado en otras similares?

Se entiende que el libro en mención fue editado en Perú, y por ende tiene como destinatario primordial lectores de otro espacio geográfico, pero el trabajo de López Talavera (y ojo que se trata de un gran y estimado amigo) adolece de tres cosas imperdonables: 1. No haber actualizado las fichas biobibliográficas de varios autores (semejantes a las que aparecen en otras muestras). 2. No presentar textos nuevos de los autores incluidos (en su mayoría). 3. Incluirse en la muestra cuando él ha sido el recopilador (aunque exista finalmente la responsabilidad del editor en esto).

Entonces una nueva muestra poética que tenga una clara justificación de existir (más allá de evidenciar a nuevas voces poéticas) no queda del todo planteada, si bien autores como Ives Cadena Rodríguez, Beatriz Viteri Garcés, Luis Alberto Bravo, Edison Navarro, Dina Bellrham, Dancizo Toro, Agustín Guambo, Adolfo Santiestevan, Galo Taopanta sobresalen del resto, persiste la interrogante ¿Cuán necesario una nueva muestra poética si permanece y propone lo mismo que otras?.