lunes, 16 de septiembre de 2013

“Las críticas a mi obra han sido brutales”



Edison Delgado Yépez es un escritor que se ha mantenido al margen del panorama literario ecuatoriano, no porque se lo haya propuesto como una forma de hacer de su obra “exclusiva” o “exquisita”, no, lo suyo ha sido lo que le ha ocurrido a muchos otros autores en el país: ha sido invisibilizado porque su obra no responde al interés de editoriales, de medios de comunicación y menos a otros escritores que han visto en sus novelas historias perturbadoras que incomodan.
¿Cómo ha logrado pasar invisible y continuar escribiendo todos estos años? Gracias a la protección de su seudónimo: Sam Scholl, un nombre que desde las redes sociales encontró el espacio acertado para difundir sus ideas, fragmentos de sus obras y sobre todo demostrase a sí mismo que las críticas no eran suficientes para acabar con él.
Lo conocí en el 2005, en su ciudad natal, Guayaquil. Y desde entonces mantuvimos un contacto que con los años fue creciendo, tanto que empecé a publicar sus novelas por fragmentos en este blog. Y finalmente reedité una de sus novelas: Hotel Berlín (Marfuz ediciones, 2013).
El siguiente y extenso diálogo lo mantuvimos hace algunos meses atrás, en mi ciudad, Manta, sin el acompañamiento de cervezas, ni mujeres hermosas ofreciéndosenos, menos frente a la playa sintiendo la brisa marina y fumando marihuana (aunque hubiese preferido los escenarios de sus novelas). Conversamos y punto, en un lugar zanahoria, con el propósito firme de saber quién mismo es Sam Scholl y cómo es el ser que le dio vida.
Bienvenidos a este encuentro con el surfista que decidió bajar su última ola y quedarse en tierra para escribir en torno a todas sus vivencias y ficciones que duermen y gritan junto a él. Aquí parte de su historia.




¿Cuándo decidiste ser escritor?
Se reafirmó en la Universidad Vicente Rocafuerte, luego con mayor fuerza en la Universidad Católica. De un simple deportista consumado me convertí en un ratón de biblioteca. Me apasionaba la lectura, el conocimiento, así como determinado momento de mi vida me consumía haciendo deporte, de pronto con este despertar intelectual me obsesioné por como se mesclaban las palabras, el poder que tenían para expresar sentimientos y la forma como yo mismo me autodescubría.

¿Cuáles han sido tus libros de cabecera?
Por un tiempo mi biblia fue Coge la flor del día de Saul Bellow, la tragicomedia del protagonista tenía un efecto de mucha identificación conmigo. Me veía retratado en este hombre que a pesar que se esforzaba tanto por sobrevivir, todo le salía al revés por las malas decisiones que tomaba, por la que después tenía que pagar. Y también Donde termina el camino de John Updike, un drama sobre el matrimonio visto desde una perspectiva poco idílica, ya que todo matrimonio es sagrado pero hay circunstancias en las que ni siquiera con los hijos tal unión sigue adelante.

¿Estás identificado con estos libros, porque tal vez tu vida ha tenido una correlación a las tramas?
No, me he identificado a estos libros, porque tratan la realidad del hombre de la ciudad. Siempre tuve la mentalidad del hombre de la ciudad. Mis enigmas, mis propias interrogantes y cuestionamientos se fueron desamarrando como nudos. Cuando encontré al autor John Updike, cuando descubrí a Saul Bellow. También me ayudó mucho a encontrarme a mí mismo, a conocerme, aceptarme y perdonarme la lectura de Jack Kerouac, nunca en mi vida hubiera podido encontrar ese tipo de aceptación y conocimiento de mi persona si no hubiera leído a este autor.

¿Y qué autor nacional te ha influenciado?
Adalberto Ortiz me impactó mucho de estudiante de colegio. Me impresionó el drama del protagonista de Juyungo.
 




Siendo guayaquileño en tus novelas Guayaquil pasa a segundo plano. Tus novelas más se desarrollan en otros contextos geográficos.
Ese es el gran desafío a la cordura con la que me he tropezado. Si hablaba de Guayaquil en algún momento dado me iban a decir que yo critico a la sociedad, sino hablaba de ella también me iban a decir que yo no amo a mi ciudad. Entonces lo que hice fue utilizar la erudición, la investigación, la capacidad de imaginación y el sentido del humor que caracteriza mi trabajo literario, para trasladar la civilización guayaquileña a la península de Santa Elena, de Playa hasta Canoa. De esa manera había un trasfondo guayaquileño en mi obra literaria, estaba hablando de Guayaquil, pero también estaba hablando de cosas que había visto y experimentado durante mi juventud de arranque como deportista.

¿Cuántos de los personajes de tus novelas son alteregos?
Mis trabajos son sumamente impersonales, solamente tengo tres trabajos que son autobiográficos: Llegarás tarde a la playa, Ineptitud y Arena Amarilla. Todo lo demás es una mescla de entrevistas con personas, imaginación, investigación por internet y cosas que he escuchado o visto.

¿Por qué esa recurrencia de firmar tus trabajos con un seudónimo?
Me ha servido mucho como un escudo protector, a tal suerte que coloco una distancia entre el trabajo y la persona, también mi vida privada.

¿Cómo le ha ido al seudónimo más que al autor?
Siempre me dicen que es un seudónimo difícil de pronunciar. Pero el nombre de pluma ha cumplido perfectamente la función de aislarme y protegerme cuando me critican por las cosas que escribo. El golpe siempre lo recibe el nombre de pluma y no mi nombre.

¿Consideras que tu obra es escandalosa? Porque comparada con otros autores aún sigue siendo un nivel bajo de escándalo.
Específicamente a qué obra te refieres.

Estoy hablando en general a todo lo que has escrito. ¿Consideras que es escandalosa, sobre todo en este siglo?
(silencio) Bueno, yo vengo de una familia con una mentalidad burguesa, conservadora, prudente. Todo el medio del que yo provengo nunca pudo comprender ni apoyar mi vocación literaria, y el medio en el que me muevo, Guayaquil, también es conservador. Por ejemplo, si uno va hablar de sexo, cuando te toca hablar de sexo en un trabajo literario, en Guayaquil hacen un estudio científico, no entra en la cabeza que en una novela en determinado momento el personaje se va a encontrar en una situación en la que va a tener sexo y hasta, posiblemente, de manera explícita…
 



Es una característica casi de todo tu trabajo: que es muy explícito
Yo me formé con autores extranjeros traducidos al español y de esa forma hay que hacer un gran esfuerzo, básicamente es exprimirse el cerebro para que la persona no tropiece con palabras rebuscadas y fórmulas un poco confusas. Sino que más bien lo embriague, lo seduzca y se enganche con la obra hasta el final…

¿Y lo has logrado en tus textos?
He tenido más críticas que felicitaciones, y las pocas felicitaciones que he tenido han sido secretas, como si estuvieran impedidas de hacerlo públicamente.

¿Y esas críticas negativas te han ayudado a conocerte más allá de tu espacio que es Guayaquil?
Las críticas han sido brutales.

¿Y qué has aprendido a partir de ellas?
Lo único que me ha provocado es renunciar a todo y olvidarme de la pasión y necesidad por escribir, definitivamente en un medio tan adverso y hostil uno no puede seguir escribiendo cuando no tienes el apoyo de tu familia, cuando tu hogar se destruye por tu vocación literaria, cuando nadie te comprende, cuando te miran como una persona con problemas sicológicos o enferma, cuando no encuentras más que censuras y no puedes publicar lo que tú quieres expresar.
 
¿Y eso de estar autopublicando como te ha ido? ¿qué tanto le ha beneficiado a tu obra?
Cuando te encuentras en una situación tan desesperada como la mía, te pueden calificar como un desempleado crónico si no tienes un título universitario. No tienes el apoyo ni la comprensión de tu familia ni la de la sociedad, lo único que te queda en determinado momento es salir a la calle y empezar a venderte, a buscar auspicios para financiar un proyecto editorial, donde vas a colocar el logotipo de cualquier persona o empresa que te apoye, y demostrar que no los vas a estafar sino que al final le vas a entregar un ejemplar con el logotipo. Es un recurso desesperado.
Así mi trabajo literario al publicarlo a través de imprentas, con auspicios independientes,  se ha movido a nivel de la gente que está en la calle y que ha comprado mi libro para ayudarme a sobrevivir, no me he movido nunca a través de sellos editoriales…

¿Y por qué no lo has hecho?
Porque no lo he sabido hacer.



Y en caso de que llegue una editorial y te proponga publicar pero ajustado a sus políticas de edición ¿accederías?
Me encuentro en una situación desesperada, tendría que acceder, no me queda de otra.

Incluso a riesgo de que se pierda la esencia que defiendes: el humor negro…
Ya he experimentado ese tipo de actividad editorial porque he sido pionero en algunas revistas de surf como escritor y obviamente en determinado momento sentí que me estaban haciendo ver como un tonto por el tipo de censura o edición que estaban realizando, pero tengo que comprender que estoy subordinado, mi posición está subordinada al editor y tengo que respetar esa situación. Mis valores y forma como enfoco la vida puede diferir mucho de la persona que me va a editar. Peor es que ni siquiera te publiquen.

Finalmente ¿Cuánto influye en tu obra el que hayas sido surfista?
A través del surf descubrí todo un mundo nuevo. Yo era un chico de barrio y al descubrir el surf comencé a darme cuenta que había otras realidades, las realidades de la gente que vive en la playa, del local que vive de la pesca. Cuando empecé a hacer surfin los locales no surfeaban. Ellos miraban, se reían, posiblemente nos miraban como locos por meternos justamente al mar cuando estaba bravo, porque lo lógico es que si el mar está bravo aléjate de ahí, pero nosotros cuando el oleaje estaba fuerte era nuestro memento propicio para sentir la mayor satisfacción que es bajar una ola grande, es como encontrar un cierto poder de libertad y de reafirmación de uno mismo.