jueves, 27 de diciembre de 2007

La poesía entregada al tiempo




Concupiscencia (El ángel editor, 2007) de Siomara España (1976), manabita de origen y guayaca de residencia, ha sido un poemario que lo he esperado con ansia. Me intrigaba conocer este libro, analizar el nivel que posee cada uno de los poemas. Confirmar los comentarios en torno a la obra y su autora. No puedo decir que haya encontrado lo que esperaba, pero casi.

Es un libro donde España pone en evidencia sus preocupaciones vitales dentro de su poesía, ya sea desde el centro romántico, del cual penden muchos poemas, hasta lo social. Poemario para leer con cuidado y pausadamente, dejando todo antecedente a encontrar en la actual, radical y hasta controversial poesía de Ecuador, porque no se trata de poemas que emulen a otros autores de este nuevo siglo. Hay una voz, quizás no tan suya, ni tan madura y menos original, que la autora trata de desarrollar y hacer suya para crearse un camino propio, y eso para todo escritor es lo esencial en su carrera (si es que piensa seria y responsablemente).

Llama la atención que la autora incluya poemas de vieja estructura al inicio del libro (como si mediante este recurso pretendiese devolver a la lírica contemporánea del país esta olvidada forma de escribir versos), porque eso de ver que una poeta ecuatoriana escriba con rima es un caso raro, más si se trata a nivel nacional donde el verso libre se ha impuesto hace varias décadas; no tanto como en ciertas provincias donde la rima y métrica continúan siendo las únicas y limitantes formas de hacer poesía (caso de Manabí y sus legiones de poetas bravos, con más de bravos y menos de poetas).

Por otro lado están los poemas de construcción libre, donde la autora mejora su nivel. A pesar de que no se cuenta con una voz aún para identificar como propia, es claro que la poesía de España no se limita solo a inmiscuir el amor y lo amatorio. No, su poesía pretende llegar al lector desde distintos francos, ya sea como desgarradura afectiva, social o viajera. Pero con el tinte de un beso adolescente: sereno e inocente, con las ganas retenidas de atreverse a algo más.

A pesar de todo hay armonía, un inicio alentador. Y aunque España no pretenda ser una poeta de cabecera, es evidente que se trata de una poeta entregada al tiempo que es decir a la madurez de su obra. Y esa es una esperanza que cada escritor anhela para sí mismo.

martes, 18 de diciembre de 2007

Salvador, el rebelde




Creo que fue a finales del noventa cuando mi hermano apareció en la casa con un libro que le había llamado la atención, no por el título, menos por el nombre del autor, sino porque incluía una partitura que a la semana ya sabía y le aburría repetir (es un guitarrista que toca todo cuanto llegue a sus manos).

El libro no permaneció mucho tiempo con él, porque el título me desconcertó y atrajo desde que lo leí: En la ciudad he perdido una novela. Ese fue mi primer encuentro con la obra de Humberto Salvador, ahora, muchos años después de aquella íntima reunión, vuelvo a encontrar otro libro que, a diferencia del primero, no es directamente de él, sino sobre parte de su obra.

Es triste reconocer que desde En la ciudad he perdido una novela no haya vuelto a leer ninguna otra obra de Salvador, pero no me culpen por vivir en una ciudad donde las librerías no existen y las papelerías, que intentan suplir esta necesidad, no cuentan con los libros que interesaría adquirir.

Obsesiones urbanas (El Tábano, 2007) del quiteño Juan Secaira, es un ensayo que trata parte de la obra de Humberto Salvador, específicamente sus dos primeros libros de cuentos Ajedrez (1929) y Taza de té (1932). Es un texto ágil que en primer momento muestra al hombre e intelectual que vivió en una época en que la afiliación política e ideológica amoldaba a los escritores a temas específicos en pro de una causa (el socialismo), pero también está ese segundo momento donde el autor de este ensayo se adentra en las temáticas abordadas por Salvador, en como el autor analizado se rebela (en cuanto a forma, mas no en fondo) contra la literatura de su tiempo para intentar ir más allá, proyectando desde ese urbanismo demencial que lo rodea, historias de aparente desligadura a la denuncia social, pero que habitan en cada una de las tramas que se desglosan en este libro.

Se trata de un trabajo consistente, tanto en la parte bibliográfica como en los planteamientos analíticos que se hacen. Secaira ha logrado de forma entretenida (quién ha dicho que leer no lo es) ofrecer un libro que a partir de una parte, de la extensa bibliografía que posee Salvador, volvernos privilegiados al ir descubriendo los símbolos, recursos, personajes y escenarios, con los que este autor trabajó para crear una obra que por distinta a lo que se hacía en su década (treinta) no tuvo los reconocimientos debidos para que haya continuado ese sendero creativo (caso similar a Hugo Mayo) que se descubre -y recupera Secaira- en sus dos libros de cuentos.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Excusas para exorcizarse a sí mismo




Soy su herencia enferma, que asesinará sin piedad a sus verdugos.

Augusto Rodríguez

Matar a la bestia (Mantis editores, 2007) es el nuevo libro de Augusto Rodríguez que ha sido editado en México. Esta especie de antología (que en sí no recopila toda su obra poética hasta el momento escrita) recoge varios poemas de sus libros Mientras ella mata mosquitos, Animales salvajes, La bestia que me habita, Cantos contra un dinosaurio ebrio (que fue editado en España, y hace varios meses comenté) y un adelanto de su nuevo trabajo titulado El beso de los dementes, que es en suma el trabajo que más compete comentar, en vista de que de los otros poemarios ya tengo conceptos claros e individuales.
El beso de los dementes -trabajo aún incompleto con el que se cierra el libro- es un adelanto que supera muchos de los otros trabajos de Rodríguez. Se trata de prosas poéticas escritas con madurez, seguridad y sobre todo denotando peso en cada oración que es un verso comprimiendo dolor y rabia. Hay fuerza e intensidad en este adelanto que desde hace varios meses ya se podía leer en una revista virtual.
Hay quienes dicen que el publicar demasiado no hace ningún bien a un autor, menos a un poeta. Quizás se tenga razón cuando se repite interminablemente la obra, pero no cuando a partir de una estética poética se logra traspasar los niveles a los que se creía había llegado el autor. Rodríguez no es un poeta repetitivo. Tiene sus temas recurrentes porque son parte de su universo poético, en ellos transitan y habitan sus fantasmas -que en el fondo solamente es uno- a manera de grito, los cuales le es imposible dejar a un lado: su vida pertenece a ellos y ellos son su poesía.
En El beso de los dementes encuentro una ligadura con su último libro Cantos contra un dinosaurio ebrio (por lo menos los fragmentos que aparecen así lo vinculan): el padre. No se trata de un canto paternalista de toques fúnebres, no. El padre y la muerte son excusas para exorcizarse a sí mismo. Es el látigo con el que se flagela una e interminables veces hasta sentir que la melancolía se vuelve materia prima sobre la cual escribir: “Te confieso, padre, que en ese lugar habita el poema que nunca escribiremos”.
Más allá de que la obra poética de Rodríguez esté llegando a otros países de Latinoamérica y a Europa (España, sobre todo), es la obra de toda una generación de autores ecuatorianos menores de treinta (poetas y narradores) que va ganado terreno fuera de Ecuador, logrando arribar a lugares que hace mucho parecían imposibles.
Desde este espacio felicito a Augusto por esta nueva obra, ahora toca esperar a que se publique en su totalidad El beso de los dementes, que seguro augurará excelentes comentarios de quienes comprueben el nivel a que el autor cada vez se afianza más.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Fahrenheit 451 o como deprimirse en 24 horas





Han pasado casi dos meses desde que conseguí (muy distinto de comprar) la primera novela de Ray Bradbury. Antes de leerla me enteré de cómo y en qué condiciones logró redactarla (las ventajas de tener un hermano obsesivo con lo que lee y que es mejor investigador que uno), y no es que haya sido un factor determinante para que me acercara definitivamente a ella, sino que las otras necesidades interpuestas habían parado por un momento.
Más allá de la apocalíptica historia -aterradora para cualquier escritor- que la trama encierra, es el personaje protagonista, Montag, quien logra tornar a la obra sombría y desencadenadamente interrogativa a cada página. El espejo frente a la cama me ha descubierto lleno de picadas sobre el rostro con formas de interrogación.
Escondo el libro, tal y como el protagonista lo hace con las obras que no se atreve a quemar (la curiosidad de saber qué dicen las palabras y por qué hacen enloquecer a quienes las consumen); aunque nadie venga a quitarme nada. Soy Montag -pero a la vez distinto a él- acomodado sobre una cama, que escucha los ladridos de un perro normal -y no un monstruo de seis patas robotizado acechando con su punzón mortal a que salga de casa- que mañana vendrá moviendo su cola para lamerme. Mi esposa no es la insulsa materialista enclaustrada en la sala frente a tres paredes televisivas, absorbida por el mundo virtual donde es feliz (absurdamente feliz); no, ella pronto vendrá a besarme o a preguntarme qué me pasa. Soy Montag, un Montag del pasado que lee para no morir.
Han transcurrido casi veinticuatro horas desde que inicié y finalicé esta novela. Una sirena viola el silencio de la madrugada. Es sábado y la violencia ha cobrado nuevas víctimas, es eso o quizás la pesadilla de Bradbury empieza a ser verdad, y pronto no será una ambulancia recorriendo aceleradamente las calles con un herido o muerto dentro de ella, sino un desesperado grupo de bomberos en dirección a mí y lo que guardo. Convirtiéndome en un punto al que dirigirán mangueras -sin agua- para quemar, hasta reducir a cenizas, todo indicio de cuanto pueda brotar de mis pensamientos. Soy Montag, un Montag del pasado que lee desconsoladamente: “Los libros sólo eran un tipo de receptáculo donde almacenábamos una serie de cosas que temíamos olvidar”.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Acerca del ganador del primer lugar de novela corta "Medardo Ángel Silva"




Cuando se apuesta por el talento de los amigos -más allá de la amistad, desde luego-, se lo hace porque se cree que existe ese "algo" capaz de remover suposiciones y promover confirmaciones. Cuando se abrió la convocatoria del concurso de novela corta "Medardo Ángel Silva", el primero en quién pensé fue en Marco y sus dos novelas inéditas, que amablemente me las había enviado por mail y correo postal para que leyese y opinase de ellas.
Hace poco me acaba de escribir que gracias al dato del concurso que le pasé ha obtenido el primer lugar (imagino su rostro cuando recibió la llamada que le anunció la posición que había ocupado su obra) con su novela titulada El enemigo necesario.
Así es grato compartir -extraoficialmente- que Marco Martínez Zúñiga (Guayaquil, 1979) ha obtenido el primer lugar en el concurso nacional de novela corta "Medardo Ángel Silva".
El autor es, además de ser el vocalista de la banda Abismo Eterno y ex-vocalista de Misterio, un lector voraz y de cuidado (según los rumores del bajo mundo: un pateador empedernido de libros). Algunos de sus relatos se han publicado en mi revista rock poética Marfuz y en la prensa manabita, sin dejar de lado este blog.
La foto que acompaña esta pequeña nota data de hace algunos años, cuando estaba más pelado y pelón.
Felicitaciones a Marco por este logro y como decía (no se si aún vive) el poeta mantense Pedro Gil en uno de sus versos "hay cosas más hermosas que morir".

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Naturaleza, armonía y localidad en la obra poética de Horacio Hidrovo Peñaherrera




Entre la lluvia cae una hoja que hace un segundo era nueva.
La había inventado la luz, llegaba de lejos,
de los primeros bosques inmemoriales
que llenaron todo el planeta.
Gira la hoja y cae en la alcantarilla sedienta
para que el mar la absorba y la desintegre.
Y un día vuelva a la luz y regrese a ser hoja y vuele
bajo otra lluvia que ha de resonar
dentro de muchos siglos.
José Emilio Pacheco

Si pretendiésemos hablar de la obra de un poeta manabita, cuyas características en su poética han sido elementos locales y naturales -interminable materia prima-, todos encaminados a su valoración y conservación, con el repetitivo discurso de la paz, ese sin duda sería el santanense Horacio Hidrovo Peñaherrera.
Cuarenta años escribiendo poesía solo nos pueden remitir a una obra sólida en cuanto a una línea definida, pero más que eso a la perduración de un canto hacia la naturaleza, la generación de un mundo pacífico, el interés por salvaguardar -aunque más bien se trate de sensibilizar- a la niñez y juventud del horror de las guerras, enaltecer el amor como sentimiento de cambio y sobre todo de conservar en la memoria y perdurar en la palabra a su Manabí.
Para comprender su obra habría que identificar el escenario natural de sus primeros años de vida, el contexto social y político en el que se desarrolla y forma su concepción del mundo, y la convicción y compromisos con las causas humanas a los que arriba en su madurez de poeta.
Sus libros mantienen objetivos específicos que no claudican en ningún momento de sus ideales; lo reiterativo toma fuerza en sus propósitos de trasmisión de ideas, así su recurrencia al lugar común es adrede, porque la conexión directa con el lector es una notoria preocupación en él.

Lo local como eje temático inacabable
El autor es un localista. Le canta a cada lugar, recuerdo y habitante de su tierra: Manabí. No duda en preservar mediante la poesía a sus amores, familia, amigos, vecinos, desconocidos (pero que rondan su espacio) y cada uno de los sitios que además de recorrer ha consumido hasta convertirlos parte de sí.
Es un poeta que desde el principio comprendió que los registros de su tierra pesan sobre los registros de otras tierras que no se apegan a su realidad, así lo que menos podemos hallar en su obra es una distorsión de lo real, de las acciones diarias de la gente que lo rodea, de las actividades implícitas que como poeta capta y atrapa para convertir en versos.
Sus poemas son un testimonio afianzado a la propagación de su espacio vital: Santa Ana (cantón donde lo rural prevalece ante el lento desarrollo urbano), pero también Portoviejo y Manta, ciudades a quienes ha escrito descubriendo rincones desapercibidos por quienes marchan atrapados en el acelerado trajinar de este siglo.
Manabí es su poesía y fuente de vida. Ha poetizado desde sus montañas hasta el desconocido vendedor de esquina. Enaltecido el valor de los pueblos diminutos dentro de esta provincia ante el deshumanismo e individualismo generado en las ciudades en desarrollo, aquello que le enferma y hostiga, logrando cada vez que su poesía vuelva a hacerse de los mismos elementos naturales y humanistas que representan su obra.


Elementos naturales vivificando su obra
La naturaleza es el material con el que el autor ha elaborado casi toda su poesía, los elementos que la habitan (árboles, hierba, montañas, ríos, pájaros, mariposas, caracoles, frutas, etc.) esencia de su estética. Sus versos describen y protegen su círculo natural, lo vivifican en cada verso para perdurarlos, pero además para significar la importancia que tienen dentro de su conservación.
Su poesía brota de las cosas sencillas que lo continúan rodeando desde la niñez y adolescencia, por ello no es de asombrar que sus libros y títulos de poemas nos remitan a formas y vidas naturales. La Montaña, es una de sus obras que expone explícitamente -desde el inicio- su preocupación por la preservación del estado natural de zonas rurales. Y es que la ruralidad, más que un inacabable temario, se vuelve en él un estricto y obligado círculo del que aún no ha conseguido explotar en su totalidad: siempre faltará algún insecto que escape a ser convertido en poema para librarlo de la extinción.

La Paz: un canto para todos los tiempos
Desde sus primeros libros podemos identificar una línea específica que aboga por un mundo libre de conflictos bélicos, proponiendo hermandad y confraternidad entre habitantes de pueblos, ciudades, países y continentes (aunque la historia nos recuerde como cicatriz aún abierta que en la práctica es casi imposible lograr tal anhelo); lo que en los últimos tiempos se ha conocido como la cultura de la paz, a lo que Hidrovo es un convencido -y no se cansa al pretender convencer al lector- de que las sociedades funcionan mejor en armonía, sin el recurso de la violencia atentando en la retaguardia y clandestinidad.
Pero ¿es casual que el poeta nos hable de estos temas? ¿funcionaron sus poemas en sus días de publicación? ¿lo hacen en este tiempo de caos, terror, fanatismo y corrupción?. Es cierto que la poesía no cambia nada: no es decreto constitucional, fórmula revolucionaria, grupo subversivo, o medicina contra las desdichas humanas; solo son palabras, combinaciones silábicas, oraciones y versos capaces de sensibilizar a quien se refugie en ellos, de compartir ideas hasta reproducirlas, ¿qué cambios podrían provocar en humanos en formación?.
No en vano el poeta ha dedicado su vida a escribir en pro de la paz, recurriendo al lenguaje directo, ideas concretas y mensajes perdurables. Siempre ha pensado en ese lector aún no contaminado por las ciudades (niños), por sus frivolidades, individualismo y depredación instantánea. Y esto es fácil entender en sus primeros poemarios Los pájaros son hijos del viento y Manzanas para los niños del mundo, donde el contexto (década del setenta, grupos hippies, lemas como amor y paz, etc.) lo sitúan a construir una obra que no pierde el hilo conductor en ningún momento -en ambos libros se repite la urgente necesidad de enseñar y vivir en paz- y que sostiene un discurso hasta en la actualidad perdurable.

El amor, un lugar común e infaltable
Así como la paz es un tema presente en la obra de Hidrovo, también lo es el amor, pero no solo el dirigido a la persona del otro sexo y complemento de vida si no a familiares, amigos y todo aquel ser cercano que ha hecho más placentero eso que el autor ha titulado acertadamente La maravillosa sensación de vivir o Vivir en amor (dos de sus poemarios).
Se vuelve un lugar común porque está presente en toda su obra, es infaltable y repetitivo, pero justificado: el poeta acude a él con embeleso y experiencia, porque el amor se vive y sufre, se crea y destruye con los años, perdurando solo el recuerdo que en algún momento pasará del sentimiento interno a la transformación externa: poesía.
Sus poemas no hacen más que volver una y otra vez al círculo eterno del amor, porque allí se regocija su autor, enalteciéndolo, extrayendo de él todo su potencial para explayarse en su poesía. Entonces los elementos naturales, los ideales y la carga emocional se juntan hasta lograr acertados versos que no caen en la sensiblería, porque a la larga el amor deja de volverse sensiblero y pasa a convertirse en el emblema más idóneo para quienes han elegido ser sus representantes.

Itinerario de viaje en su poesía
Hidrovo ha sido un “caminante” (usando una de sus palabras preferidas), ha recorrido el mundo y registrado en su poesía cada uno de los lugares donde se ha negado a ejercer el papel de turista y optado por el de transeúnte solitario para compenetrase en las ciudades que lo han acogido, conocerlas desde sus entrañas y no mediante postales. Su obra es un itinerario de viaje que no pierde en ningún momento sus características, ni falta en el uso de sus elementos poéticos.
A pesar del recorrido logrado no renuncia a sus raíces, porque siempre tras los pomposos parques, estatuas de mármol, naciones desarrolladas, vuelve al pueblo de Santa Ana para contemplar sus montañas y ríos; a pasear entre las tumultuosas calles de Portoviejo y bajo árboles de tamarindo ver nuevos ocasos; a contemplar el mar y las gaviotas de Manta. Siempre vuelve a su círculo de vida donde la poesía no encuentra estancamiento.


martes, 6 de noviembre de 2007

Bebiendo de este humor




Augusto Rodríguez y Miguel Antonio Chávez juntaron sus intereses de promotores culturales para seleccionar poemas y relatos de lo que se ha titulado Antología del humor, donde constan veintinueve autores ecuatorianos: poetas y narradores de la vieja guardia y contemporáneos.
Esta antología aparece gracias a la iniciativa -y sobre todo auspicio- de la Alianza Francesa de Guayaquil que anteriormente ha publicado otras antologías (de poesía la del 2006).
Como todo trabajo antológico, donde la selección de los autores parte del gusto y sobre todo de los criterios que se hayan propuesto los responsables, no todos los autores nacionales fueron tomados en cuenta para participar en este proyecto; quizás si faltan algunos poetas y narradores que escriben a partir de un humor negro exquisito; sin embargo esto no minimiza la iniciativa y constante trabajo de Augusto y Miguel para llevar adelante esta clase de propuestas dentro del país.
No faltarán detractores (forma parte de la publicación y distribución de un texto) que cuestionen la selección de quienes conforman esta antología o muestra poética y narrativa donde se aprecia, si no todo, por lo menos una considerable parte de autores que manejan el humor (o la sátira, la parodia, o el infaltable humor negro) en su literatura.

Cangrejos y poesía desde Naranjal, una mezcla alucinante





El Primer encuentro de poesía joven ecuatoriana Naranjal 2007, se desarrolló sin mayor novedad, no todos los convocados llegaron hasta este cantón de la provincia del Guayas, pero quienes tuvimos la oportunidad de viajar (y soportar las casi interminables horas metidos en uno o dos buses que nos llevaran hasta la “tierra del cangrejo y banano”, como se la suele reconocer) lo hicimos con la consigna de, además de leer nuestras obras, ser parte de este inusual e inaugural evento que la Casa de la Cultura extensión Naranjal (Rafael e Irene, excelentes anfitriones) se arriesgó a organizar.

La llegada de los poetas
El encuentro se realizó los días viernes 2 y sábado 3 de noviembre. Sin banda de guerra, menos agrupación de metal aguardando la llegada de alguien, los poetas de Quito, Guayaquil, Manta, Cuenca, Riobamba y Loja fueron llegando de a poco. Algunos en gajo, otros solanos; unos desde el primer día, otros en el segundo.
El primer reconocimiento fue del espacio al que habían sido convocados: un cantón pequeño, tranquilo y de gastronomía enloquecedora.

Los poetas y la prensa radial
Como parte de la programación, los escritores estuvieron invitados a dos radios locales para dar a conocer lo que horas posteriores se desarrollaría, además de aclarar todas las inquietudes que los entrevistadores tenían en torno a la poesía y la creación individual de los poetas (algunas preguntas ingenuas, otras chocantes, pero todas divertidas en el fondo).
Así se cumplió con parte de la agenda que se exigía a los convocados, el efecto sin duda, fue un asistencia de público que en ningún momento demostró quedar decepcionada de los invitados.

La lectura de los poetas

La primera lectura se desarrolló por la noche. Un público conformado por autoridades del cantón y estudiantes, sin olvidar a los poetas invitados, se congregaron en la sala comunitaria de la iglesia local. Allí los invitados leyeron sus obras (publicadas e inéditas) a un público a cada momento interesado en las creaciones individuales y en lo que representaba el momento de tener reunido a escritores que en conjunto son parte de la actual poesía de Ecuador.
Se trató de una primera lectura extensa que inició a las ocho de la noche y terminó aproximadamente a las diez. Dos horas de poesía y charla con el público, que no perdió la oportunidad de hacer firmar los ejemplares obsequiados del libro memoria del festival.

Segunda y tercera lectura de los poetas
Las dos lecturas posteriores (una a las once de la mañana y la otra a las cinco de la tarde) se hicieron en escenarios abiertos, lo que brindó la posibilidad de que público no necesariamente interesado en la poesía, espectara y fuera parte de su consumo.
Los poetas cumplieron con su tarea de leer y, en varios casos, atrapar a los oyentes de Naranjal, que encontraron en las distintas temáticas abordadas por los autores, una aproximación de lo que actualmente se hace -escribe- en el país, desde sus distintas ciudades.

Los poetas se retiran
Culminadas las tres lecturas programadas, la mayor parte de los poetas emprendieron la retirada a sus respectivas ciudades. Agotados por los dos días intensos de poesía y camaradería, de paseos dentro de la ciudad, de consumirla desesperadamente, pero sobre todo de haber dejado en muchos de los asistentes los residuos –aún en este momento- rebotando (entre sus recuerdos o quizás pesadillas) de sus poemas: gritos fraguados en cada uno de los silencios personales que se expusieron durante tres momentos.

¿Alguien extrañará a los poetas?

...

Las fotos del encuentro deberán esperar hasta que se animen los fotógrafos en enviarlas por mail.

martes, 9 de octubre de 2007

Cuando los demonios cabalgan sobre un dinosaurio ebrio






“Augusto Rodríguez es un poeta ecuatoriano para leer de mañana, como un café fuerte que nos deja levitando todo el día” dice el escritor Antonio Skármeta en la contraportada del libro Cantos contra un dinosaurio ebrio (La Garúa, 2007), y acierta en lo que sustenta, porque la poesía de Rodríguez son agujas oxidadas -con la muerte colgando en todas partes- incrustándose desde las retinas hasta las entrañas del lector. Una obra radical -sobre todo si nos lastima desde la construcción a la que acude en cada poema, tanto más en la enfermiza temática que el autor se ha empecinado en llevar y cantar hasta los extremos-, que no contradice en ningún momento su personalidad creadora conservada desde sus anteriores poemarios.
Poesía no acta para intelectuales ni académicos encorbatados atrapados en sus laberintos prejuiciosos, menos para viejas encopetadas de “sociedad” (aquellas que creen que un poema sin amor no es poema). Se trata de una poesía sencilla en su construcción -casi sin filtro y esto es para tomar en cuenta-, pero compleja en su sensibilidad; así como los death metaleros hallan belleza en las canciones de Cannibal Corpse (en las aceleradas guitarras, batería destructiva y una voz gutural que parece achicharrar el cerebro en cada palabra) asimismo funciona este libro, atrayéndonos morbosamente hasta encontrarnos frente a versos que atrapan:

Los cuerpos son pequeños grabados
o bocetos ingenuos
de Dios

Él nos hace volar por el papel
con su pincel

Pero Dios
ya se fue

Y se niega a terminar
lo arruinado.
(Bocetos ingenuos, Pág. 40)

Más allá de la desesperación que el autor descubre en poemas donde la reminiscencia por el tiempo consumido y las vidas arrancadas de este mundo, está el hoyo de la infancia: el inhóspito sitio donde sus lamentos cobran intensidad y sus versos logran figuras tormentosas para las pupilas enfrentadas.

mi nacimiento
fue de carácter erróneo

lo que los comunes
llaman felicidad
yo no la viví
ni la gocé
(Yo no inventé nada, Pág. 37)


a veces mi infancia
me somete
(Prometo no escapar, Pág. 39)


Los muertos duermen, descansan en sus guaridas,
con hambre se vuelven cazadores violentos.

Solo sé que beberé mi infancia
y desapareceré ante los millones de ojos
de buitres de esta ciudad.
(Beberé mi infancia, Pág. 61)

Si bien Rodríguez mantiene su voz poética, la que ha venido puliendo desde sus anteriores poemarios, también es cierto que en esta nueva obra se nota mayor influencia de otros poetas (Leopoldo María Panero es uno de los más evidentes), que al igual que él, desencajan de la poesía convencional, rechazando a fuerza de un lenguaje agresivo y figuras chocantes el espacio literario.
La recurrencia del tema paternalista tiene peso en el libro, así el padre se vuelve esa herida sufrible que el autor expulsa en cada canto (con ira y vaga ternura de trasfondo).

Padre:
ya no quiero seguir copulando
con los muertos

ya no quiero encontrarme en mis pesadillas
con tu rostro moribundo

ya no quiero amar a mamá
ni usar tus corbatas y calzoncillos
sin tu aprobación de varón

sé que mi puñal te asesinó;
pero padre era necesario

tenía celos y envidia de ti

y bastante tengo con ser yo,
para todavía tener que cargar tu pesada cruz.
(Oración a un padre que ha fracasado, Pág. 46)


Todos los relojes dan la misma hora
y retroceden el tiempo,
cuando mi padre no era mi padre
y simplemente era un hombre
lleno de energía
que se abría paso ante esta vida.
(Mi padre, Pág. 57)

Poemario áspero y terriblemente enloquecedor, no solo para leer de mañana, sino de noche, cuando los cadáveres han acudido al sueño para desconectarse de la realidad, y la soledad se vuelve más insoportable: a la medida de estos cantos que nos dejarán levitando toda la madrugada.

martes, 25 de septiembre de 2007

Marcel Maceau, atrapado para siempre en el silencio




No recuerdo específicamente la revista donde leí una entrevista a Marcel Maceau -el mimo más sobresaliente y conocido a nivel mundial- en que rememoraba el encuentro inesperado con su ídolo Charles Chaplin dentro de una terminal aérea. Entonces -decía Marceau- se reconocieron, saludaron y compartieron un instante de alegría imperecedera, cruzando algunas palabras y despidiéndose con toda la carga emocional que hermanos artistas puedan trasmitirse en ese pasajero espacio en el que se encontraban; lo habían logrado, o por lo menos él lo había hecho, y el sentimiento se había manifestado en algunas lágrimas.
Revisando el diario local me he encontrado con la desagradable noticia -lo es, y más de lo imaginado- de que Marceau ha muerto, entonces todos mis muertos acuden nuevamente a mi memoria. Le he comentado a mi esposa la fatídica nota, pero desconoce quien sea o era aquel extraño sonriente de la foto que luce tan viejo y feliz.
Sus movimientos, gestos y hasta artificios recordados me remiten a Opiniones de un payaso de Heinrich Bôll, y no es que precisamente esta novela logre un retrato de Marceau o se acerque a lo que pudo ser su vida (que desconocí y desconozco), es solo que el personaje de Bôll es tan sombrío y mis muertos tras de mí exigiendo mi sacrificio a la tristeza que impone el momento, que he tomado el libro y repasado los capítulos más desesperanzadores. Un subrayado me detiene: “Soy un payaso, y colecciono momentos”, y este es uno de ellos...

Registros desde la soledad de una butaca




(Lecturas del XX Festival Internacional de Teatro de Manta)

Las siguientes lecturas fueron publicadas individualmente en diario La Hora de Manabí, algunas se mantuvieron inéditas (el diario no las publicó y hasta el momento no se ha justificado), ahora las he reunido para formar este completo cuadro analítico.
Como entre mi trabajo oficial -asistente de edición en Mar Abierto- y otros camellitos para sobrevivir no me alcanza el tiempo para el ejercicio del periodismo cultural gratuito, no pude asistir a todas las presentaciones, sin embargo pude espectar varias e importantes obras de grupos que lograron sobresalir, otros no tanto.
Dos puntos importantes pesaron en este nuevo festival: 1) la rebaja de las entradas para así lograr mayor interés del público mantense, lo que lamentablemente no se evidenció en la asistencia; y 2) ofrecer cinco obras gratuitas en los tres espacios que se utilizaron: el teatro Chushig, la sala de conciertos de la ULEAM y el Malecón escénico, excelentes iniciativas para continuar formando un público teatral.

Las conflictividades aniñadas
Siempre se ha puesto en duda toda aquella pomposidad y alegría de la clase adinerada, porque detrás de tanto brillo algo oxidado debe anidarse (con abuso del lugar común). La Candelaria de Colombia con su obra De caos y deca caos nos acerca, en su puesta en escena, a los secretos que habitan en este aniñado caldo de cultivo: donde lo que podría ser no es, y de eso se encargan los diez cortes que componen la obra, al ir revelando las infructuosidades de esta clase social, hasta representar disímiles tramas unidas en el fondo por el caos interno de sus personajes: aquellas burdas y frágiles recurrencias en la que se atrincheran cada uno.
Se trata de una obra que no repara en descubrir en sus peores momentos y temores a quienes el poder (que solo el dinero puede crear) sofoca y oculta de sí mismos. Entonces los espacios (situados en esa otra realidad de abundancia material y dudoso glamour que los medios de comunicación difunden) son una cómica y turbulenta confrontación con lo que deberían desarrollar los personajes, cuyas moralidades están en desuso.
La desintegración del núcleo familiar es un signo de peso en cada cuadro, así la farsa que esta representa logra un clímax desconcertante en sujetos opuestos a la línea aceptable por el estatus y aquella normatividad impuesta por la tradición soterrada que los acoge, sus rebeldías -adredes o sin intención- son logrados artificios de ruptura para con su propia estirpe: desencadenante necesario e insostenible en sus relaciones.
Una obra que acierta en sus argumentos y desvalora lo que desde abajo se ve como un círculo perfecto y sin fisuras, porque detrás de tanta pomposidad y máscaras de armonía el poder es una burbuja rellena de fango latente en su explosión.

El nuevo viaje a la memoria
La agrupación ecuatoriana Malayerba se ha caracterizado por presentar un teatro bien particular y complejo, donde el constante viaje a la memoria de sus personajes es uno de los argumentos infaltables. Con su obra Bicicleta Lerux lo han logrado nuevamente, abusando de símbolos, signos, artificios, indicios, y el mayor desconcierto posible desperdigado sobre el escenario, cuya tarea de reconstrucción no es fácil. Obra hermética, pero cuyo trasfondo atrapa por la sensibilidad a la que se acude.
A pesar de la analogía con la obra La Odisea de Homero no se trata específicamente de una recreación épica más, sino de un universo paralelo que recurre a sus personajes para a partir de ellos recrear fantasmas y desorientar al personaje principal en ese viaje de la memoria que es su vida. Se trata de una nueva introspección hacia la búsqueda de imaginarios ansiados en medio de una caótica pesadilla donde sin necesidad de dormir se está dentro de un trance repetitivo y enloquecedor.
Más allá del espacio (dentro de una casa y sus definidos lugares) el personaje viaja, alucina, se enfrenta con cada uno de los seres que habitan en su memoria, todo para lograr el obsesivo objetivo propuesto: Lerux, otro imaginario -y el más importante- dentro de la trama. Entonces él -Ulises- no es un viajero de lugares físicos sino de ficciones laberínticas que cada vez lo alejan más de aquella Penélope que desteje el tiempo y acepta un no regreso del esposo que partió siguiendo un rastro hacia la nada.
Arístides Vargas, como dramaturgo y director de la obra, ha acertado otra vez en este trabajo imponente donde implícitamente se navega -junto a los personajes- por las turbulentas aguas de ese Aqueronte llamado urbanidad.

El gobierno de la animalidad femenina
La puesta en escena del grupo argentino El rayo misterioso con La consagración de las furias ha sido hasta el momento -dentro de las obras presentadas en el festival- la que más ha transgredido sobre el escenario -físicamente, sobretodo-, recurriendo al tema de la animalidad de los géneros, en especial del masculino sometido al femenino, para retratar y escandalizarnos. Se trata de una obra donde los cuerpos dicen más que las palabras y en medio de una trama apocalíptica nos azora con la vida y muerte, maternidad y sobrevivencia que incurren en la historia personal que es también la historia colectiva.
Más allá de la significativa exposición de los cuerpos femeninos, está la violencia física y verbal que se antepone en cada una de las escenas para reafirmarnos en nuestra brutalidad humana, en la hecatombe interminable que representamos en contra de nuestra especie.
Trabajo reflexivo e intenso que no decae en ritmo, que nos enfrenta a los infortunios y desencadenamientos sanguinarios de nuestras geografías caóticas (latinoamericanas) donde el género femenino ha pasado a la representatividad de ambos géneros en el proceso de la conservación de la especie (ante el abandono y reproche de un machismo imperante). Así la carne que palpita fuera de las entrañas no solo desarrolla el círculo de la vida, porque en un momento fragmentado -traumas, odios almacenados- puede y logra convertirse en el círculo de la muerte.
Entonces La consagración de la furias es la concentración desbordada de las barbaridades, extremos y venganzas que el género femenino encuentra cuando la dependencia del género contrario lo hace a costa suya; nadie dijo que su vida se volvería una exigida ofrenda en nombre y bienestar de otros.

Un héroe más para el recuerdo
Que el público espere una obra, desde el inicio hasta el final, comprensible, con intervalos explicativos a todos los porqués presentados y además una relación más directa con los actores y la trama, parece ser una necesidad que ya conocía de antemano el grupo italiano Comuna Baires, porque esto es lo que precisamente hicieron en el desarrollo de su obra Memorias de un viejo cerdo.
Se trata de una puesta en escena osada en lo argumentativo, pero floja en lo corporal y gestual, y aunque esto sea relativo, restó fuerza a la historia que nos remite a la caricatura de un dictador y a la rebeldía de un intelectual que no claudica de sus ideales a pesar de significar su muerte.
Obra entretenida -y a la vez trágica en su desenlace- que nos acerca a su construcción (también a la metodología grupal, aunque sea parte de la ficción), porque mientras el personaje narrador la explica la trama se va armando y desplegando, no solo al detallar antecedentes, contexto histórico y delinear personajes, sino hasta avanzar al punto crónico del hilo argumental.
Trabajo descomplicado cuyo mayor objetivo, demostrado sobre escenario, fue mantener en la memoria el recuerdo de un héroe determinado, que es la representación y tributo a todos esos héroes anónimos opuestos a las imposiciones dictatoriales de épocas marcadas.

Las atracción de las acciones corporales
La importancia de la danza teatral es que sus interpretes pueden con mayor libertad corporal trasmitir toda la intensidad explícita de sus cuerpos sobre el escenario, para que así las emociones desbordadas en sus acciones y gestos puedan atrapar al público. Los suecos Memory wax con su obra Canción del destierro lo lograron desde el primer cuadro sombrío que presentaron. Jamás decayeron en ritmo, lo que hizo que su trabajo lograse el mayor respeto (los intrincados movimientos sobretodo).
Obra donde los sentimientos múltiples, unidos por el desencanto de la soledad individual, formaron un círculo repetitivo pero sin caer en ningún momento en la trivialidad.

Nostalgia y cólera desde el monte
El teatro ecuatoriano y específicamente el manabita ha logrado explotar todos los elementos e imaginarios que son parte de su cultura, Palosanto con su obra “Los atajos de Amado” lo hace desde una visión personalizada, recurriendo al escenario rural para recordarnos la violencia impuesta por la ley y los prejuicios conservados a través del mito y alucinada tradición oral.
Obra nostálgica y colérica, que nos enfrenta con humor y desolación, a la historia de un Amado perseguido por su herencia y un poder temeroso, trastornado y obsesivo con su desaparición.
Sus delineados personajes (cuidados desde el habla popular hasta la mínima acción particular de las costumbres montubias) hacen que la trama no pierda en ningún momento el ritmo inicial, y más bien prepara al público para ese final que se advierte y espera menos brutal de lo que la ficción ofrece: porque el acertado recurso fílmico logra un clímax intenso y poético, donde la armonía -a pesar del hecho sangriento- aflora simbólicamente en su protagonista.
Se trata de una puesta en escena que además de denotar trabajo, refleja esa aprovechable explotación del espacio manabita (su monte y montañas, recreados y reales) para volverla una obra a la altura de este festival.

La simbólica transgresión de la tragedia
La tragedia ha sido un género difícil de desarrollar y sobre todo de atrapar a un público ávido de comedia y ligereza sobre escenario (anhelos típicos de muchos espectadores manabitas). Antígona del grupo ecuatoriano Sarao, ha sido la obra seria -aunque no necesariamente el trabajo más sobresaliente del festival-, también la menos envolvente en cuanto a ritmo. Y a pesar del abuso melodramático de algunos de sus personajes, se trató de una puesta en escena arriesgada que, abogando por el teatro clásico, llegó con su mensaje.
Cindy Cantos (como la sufrida e irreverente Antígona) reveló trabajo actoral de intensidad, lo aprovechable de su caracterización hizo destacable su papel dentro de una trama, que a pesar de no haber sido basada en su totalidad en la versión original de Sófocles sino del dramaturgo Jean Anonuil, no falló en la estructura argumental (base para una obra de esta clase) que principalmente recayeron en ella y en el antagonista: Creonte (caracterizado por Lucho Mueckay), aquel arrogante símbolo de autoridad y castigo irrevocable.
Obra donde la negación del orden impuesto y la incapacidad de hacer valer los ritos occidentales del sepulcro, hacen de la muerte una salida justificable, y de la trama una simbólica transgresión.

Cuando los viejos estorban
Cuando las expectativas de una obra de calidad son confirmadas, es cuando se agradece la existencia de un festival de teatro en la ciudad. El Galpón de Uruguay ha sido el mejor testimonio de que el teatro no solo puede entretener, sino conmover y a la vez ofrecernos esa descarnada panorámica de lo que en algún momento podrían ser nuestras vidas.
Trabajo sobrio que nos descubre en nuestras peores intimidades, ahí donde la vejez, fracaso económico, soledad e individualismo familiar son incesantes puñaladas en espera del grito final de cada uno de los victimarios llamados personajes: aquellos delineados estereotipos a los que estamos relacionados (madres, hermanas, hijos, amigos) porque conviven o somos, de distintas formas, ellos.
Nuestra vida en familia es una obra impactante, que recurre a un lenguaje poético para sensibilizarnos y advertirnos de lo que a la vuelta de la esquina podríamos desarrollar igual o peor. Una puesta en escena que no decae en ningún momento de su dramatismo, hay consistencia y profesionalismo en todas las acciones de su elenco y recursos que ofrece el espacio, todo para en un final desolador reafirmar porque El Galpón es un grupo de calidad teatral en Latinoamérica.





miércoles, 12 de septiembre de 2007

Una revista sobre arte y literatura




Un proyecto comunicacional bien planteado desde su inicio es imparable, así lo está confirmando El Quirófano, la revista del poeta guayaquileño Augusto Rodríguez que ya va por su cuarto número.
En esta nueva edición se continúa con el esquema inicial: adecuada distribución de los espacios, un diseño sobrio y contenidos precisos para generar reflexión dentro de la selva citadina que intenta imponer argumentos.
El editorial nos anuncia el libro póstumo que se prepara de la poeta Carolina Patiño (1987-2007), además de incluir una muestra de su poesía inédita. También una interesante entrevista al escritor quiteño Xavier Oquendo. Por otro lado Aleyda Quevedo ofrece un nostálgico testimonio de su acercamiento a la obra poética del peruano José Watanabe.
Recomendable el escrito titulado Cantautores, trovadores ¿canción de autor? de Fabián Jarrín, y una muestra de la joven poesía mexicana, así como dos microrelatos de la autora guayaquileña Solange Rodríguez.
Un medio impreso que de a poco va posicionándose en el país, más allá de los nichos subterráneos literarios de cada ciudad.

lunes, 10 de septiembre de 2007

El pan y la carne de Zapata




Cuando uno se acostumbra a leer a un autor en un solo género cualquier otra incursión en el campo literario -con una nueva obra- al principio será inaceptable, hasta que se lo enfrente (por lo menos así es como he aprendido a darle duro a los prejuicios) y se descubra lo contrario.
El pan y la carne del cuencano Cristóbal Zapata ha sido en segunda instancia (ya dije como fue la primera) un libro interesante. Relatos que no se apartan de la línea poética que el autor ha presentado en sus anteriores libros (de poesía, especifico), sino que más bien continúan la temática que ha caracterizado su obra: erotismo, sexualidad, y el amor infructuoso que busca calma.
Cuatro relatos (La babosa, El pan y la carne, Visión de Sayana y Claudia y Gina) en un libro que se deja consumir de un tirón, donde los escenarios urbanos (caóticos y desesperantes para cada recuerdo individual) nos remiten a historias cotidianas, donde el amor, erotismo y experiencias sexuales pueden conjugarse como fragmentarse en su combinación.
Hay figuras envolventes, y también escenarios comunes, pero gobiernan cada una de las tramas un acelerado grito de trasfondo, ese que teme a la soledad y sin embargo la enfrenta y acepta con odio.

jueves, 23 de agosto de 2007

El invierno en Lisboa y mi verano en Manta




He terminado de leer El invierno en Lisboa de Antonio Muñoz Molina, una novela vieja, publicada originalmente en 1987, cuando tenía siete años y la literatura y todo lo concerniente a la creación literaria me era desconocido, entonces mi entorno era mi madre, padre y hermano; la urbe un sitio apacible, casi olvidado en los bordes marginales de la ciudad, aquella conquista a la naturaleza. La ciudad -mi Manta: turística, empresarial, violenta, punto migratorio, ojo de huracán, etc.- no era mi castigo, menos el laberinto en el que me desplazo y protejo cada día.
Recuerdo la novela, sus personajes sombríos, las escenas en blanco y negro recreadas en mi imaginación, la vida y muerte atrapada en su trama, y no se me ocurre nada más sensato (insensato, reflexiono) que salir de casa, llegar hasta el centro y recorrer las calles -tal y como hace algunos años lo hacía-, enfrentarme a los demonios que aguardan pacientemente a un individuo solitario a quien violentar.
El jazz de la novela no me ha invadido, prefiero rock: clásico y sensible, moderno y deprimente. Crying in the rain de Whitesnake me acompaña, la voz de David Coverdale me atrapa con sus agudos; no hay lluvia, ni lágrimas recorriéndome las mejillas, solo la brisa marina que choca contra mi cara, revuelve mi pelo y me enfrenta a cada paso al desconcierto de mi ciudad.
Fue invierno en Lisboa mientras frecuenté las páginas del libro, ahora es verano en Manta: otro corriente día de calor, recuerdos y literatura.

jueves, 16 de agosto de 2007

Cómo afrontar la carencia de librerías en Manabí





Sí, Manabí carece de librerías, las sucursales de La Científica y Sagitario hace más de dos años que cerraron (fracasaron sería la palabra correcta y más encajable); sí, aún quedan las papelerías, muchas osadas al llamarse librerías, pero estas no aportan casi en nada al lector que espera hallar obras literarias y académicas nacionales e internacionales, más allá de los textos exigidos por las instituciones educativas.
¿Cómo afrontar la carencia de librerías en Manabí? decir que creando una o varias librerías para el mercado manabita sería engañarnos, porque invertir en un negocio de estas características (en una provincia donde la lectura es mínima y el libro como objeto carece de valor) es embarcarse en una empresa dirigida al fracaso.

Libros en supermercados
En la actualidad las únicas alternativas de seudas librerías son las que se encuentran en supermercados. Tanto las cadenas Mi Comisariato como Supermaxi poseen sus estantes con literatura, las que van desde motivación personal hasta lo más reciente a nivel latinoamericano y europeo.
Una particularidad se distingue en casi toda esta clase de literatura: que pertenece a editoriales grandes, la mayoría españolas, capaces de abarcar distintos y difíciles lugares, como dentro de un supermercado. También hay casos aislados de autores ecuatorianos que suele encontrarse, pero la mayoría continúa apostando a una librería (en la forma tradicional), además acceder a la sección de libros en estos centros de comestibles es todo un reto administrativo que muchos escritores no están dispuestos a soportar.

Lectores y escritores manabitas, esa desconexión interminable
La carencia de librerías en Manabí tiene otro punto en contra: el estancamiento de los autores provinciales dentro de su mismo espacio, explico esto: la mayor parte de la producción literaria y académica que se publica en Manabí casi siempre pasa desapercibida, los escritores manabas al no tener un centro que comercialice sus obras son prácticamente desconocidos. Los casos relacionados a esta problemática son muchos, y quienes logran afrontarlo son aquellos escritores que cumplen el rol de vendedores (los centros educativos de segundo nivel y municipios son los nichos predilectos).
Hace más de cinco años se formó en Manta ASESMAN, una asociación de escritores locales, que en afán por dar a conocer sus obras crearon una librería alternativa, el resultado: el quiebre en pocos meses de abierta la tienda. Y es que no solo se urge una librería que contenga la producción hecha por manabitas (las opciones de autores sobresalientes son contadas), sino un lugar que además de difundir a autores provinciales se concentre también en los nacionales e internacionales, quizás ahí podría mantenerse un negocio de esta clase (aunque con los antecedentes de pérdida pocos serán los arriesgados).

Carpas y vendedores ambulantes
La situación precaria en la que se encuentra Manabí ante la ausencia de librerías ha hecho que surjan emprendedores y a la vez soñadores, ya sea montando carpas con libros en la parte céntrica de las urbes (por lo menos en Manta y Portoviejo se evidencia así) o en la venta ambulante, tal y como se lo hace con productos de entretenimiento visual y musical.
Pero las carpas con libros no son perdurables y esto hace que se vuelva al inicio del problema. La venta ambulante no logra llenar las expectativas de lectores que esperan encontrar autores no solo que escriban sobre motivación personal sino sobre otras materias: la buena literatura no se vende por las calles.

Qué proponen las instituciones gubernamentales, educativas y culturales
El Consejo Provincial solo ha logrado auspiciar y repartir gratuitamente libros de textos a escuelas, también se ha auspiciado a contados autores, pero de ahí a que exista un plan de difusión del libro, como necesidad formativa para la población manabita, falta mucho.
El Museo del Banco Central sede Manta posee un fondo editorial, el cual rara vez es promocionado local y provincialmente. Hay libros interesantes y de bajo costo, pero sin mayor salida comercial por la falta de promoción.
Las universidades en Manabí tampoco han desarrollado un plan para unificadamente contrarrestar esta problemática. Si bien la única que en algo intenta apalear esta situación es la ULEAM con la creación de su editorial, aún no se cuenta con una librería donde pueda ser comercializada la producción que llevan.

Propuesta descabella de un lector desesperado
Como se ha leído, las opciones para encontrar soluciones a corto plazo no parecen asomar por ningún lado. ¿Cómo afrontar la carencia de librerías en Manabí? pues con propuestas simples (aunque no extrañará quienes las crean descabelladas):
1.-Concentrarse en las bibliotecas de la provincia, ya sea en las públicas o privadas y exigir a sus responsables la compra constante de libros necesarios (no olvidar hacer una lista de los títulos no encontrados).
2.-Emprender una campaña insistente y hartante del tema, ya sea en los medios de comunicación tradicionales o en los alternativos por Internet, hasta que alguien (autoridades de la provincia) empiece a preocuparse por el tema.
3.-Montar dentro de las universidades de la provincia carpas con venta de libros usados o en su defecto con libros jamás vendidos de autores manabitas (de esta clase existen muchos).
4.-En caso de creer una pérdida de tiempo los tres puntos anteriores, frescos, aún quedan las estanterías dentro de los supermercados repletas con libros, y si se busca bien, entre las revistas de moda, recetarios de cocina y textos de motivación personal, suelen hallarse obras envolventes y de calidad literaria.

lunes, 13 de agosto de 2007

Los poetas jóvenes de Ecuador no paran




Aún sin darse el encuentro -programado para octubre- ya está en circulación la Antología de poesía joven ecuatoriana Naranjal 2007, antología-memoria que reúne la obra de 35 autores ecuatorianos (de distintas ciudades del país) que están invitados al cantón Naranjal de la provincia del Guayas. Un libro que nos acerca al joven panorama de la poesía, ya sea como colectivos literarios o autores independientes; todos entrelazados por el emblema de la creación lírica.
Acertados los comentarios iniciales de los escritores Fernando Itúrburu y Xavier Oquendo. Así Fernando Itúrburu no duda en afirmar que “(...) vemos un resurgimiento e innovación de la literatura ecuatoriana a manos de jóvenes escritores que buscan establecer su propio discurso en la escena nacional, fuera de los encasillamientos y disputas que caracterizan la historia literaria ecuatoriana”. Y no falla en lo que dice.
Por otro lado Xavier Oquendo incluye un mini estudio titulado Diez apuntes y una conclusión sobre los poetas jóvenes de inicios del siglo XXI, donde desentraña la poética de los novísimos y logra un texto esencial para la comprensión de los autores y sus obras. El escrito de Oquendo funciona porque además de ser pedagógico (incluso hasta para los mismos poetas) logra que el lector se compenetre en el universo creativo de cada autor.
Los poetas Augusto Rodríguez y Rafael Méndez son quienes están detrás de la publicación de este libro y la organización del próximo encuentro en Naranjal. Trabajo de suma importancia para que muchos jóvenes poetas ecuatorianos se den a conocer fuera de sus espacios cantonales y provinciales.
En la parte final comparto con Oquendo: “A este libro le hará falta el paso del tiempo. Él hará la mejor de las antologías. Mientras tanto el talento de los jóvenes se hace notar en este libro que dará la pauta y los senderos por donde va a caminar la poesía de la patria”.

martes, 10 de julio de 2007

Líneas de fuego: ¿rareza o acierto literario?




Bebo con fe el brebaje para descifrar las líneas del fuego
Rafael Arteaga

Un extraño libro me ha llegado. Lo de extraño es porque aún no encuentro una clasificación para su contenido: ¿poesía, narrativa?, aunque más bien Líneas de fuego (Ramaar editores, 2007. Escrito en español e inglés) de Rafael Arteaga, es uno de esos libros que no se proponen clasificación, si no romper los esquemas de los convencionalismos hasta volverlo un arcano dentro del panorama literario -por lo menos de Ecuador-, y en cierta forma lo consigue. La duda reside porque el texto, entre las historias que presenta, se enfrenta a un discurso de trasfondo muy semejante al que contiene la Biblia: con el uso y abuso de las alegorías con mensaje y moraleja incluidas; discurso que, sin embargo, no contrarresta el reflejo de la madurez literaria a la que ha llegado el escritor y que confirma en esta nueva obra.
Como lector de la obra de Arteaga debo confesar que esperaba un libro con las mismas características de sus antecesores El armador de relojes o Amores estériles donde la poesía dominaba el contenido, pero a pesar de no ser poesía lo que presenta este texto -si no escuetamente- la esencia de su literatura permanece intacta, porque las recurrencias de historias moralizantes siguen ahí, enfrentándose al lector.
Si bien no es un libro fácil de consumir, porque a ratos se vuelve complejo, imposible de descifrar y entender, es notorio el trabajo con las palabras, no como se está acostumbrado a leer, pero es en ello donde está el valor de este libro: en su estado de raro y fenómeno literario, escrito exclusivamente para ese nicho que antepone la fuerza espiritual -donde lo natural y ancestral cobra nueva fuerza, y la sabiduría y filosofía retornan a la literatura- a esa superficialidad que se publica, consume y alaba.
Libro extraño donde habitan frases interesantes, productos de quién sabe cuántas reflexiones e insomnios, demonios desterrados o simples trascripciones de una vida enriquecida del recorrido por el mundo y sus misterios. Así encontramos frases como: “Ningún cráneo es distinto a los demás, ningún nombre causa miedo o compasión luego de muchas lluvias y soles”, o “Las huellas en el camino son siempre últimas para el siguiente paso”.
Líneas de fuego cumple con su objetivo titular: volverse una brasa en su recorrido lineal dentro del escabroso camino de la literatura ecuatoriana. Quizás su rareza lo vuelva incomprensible por algún tiempo, pero al ser el fiel y sincero testimonio de un autor maduro, al que no le interesan las tendencias de actualidad, sino más bien escribir para sí, con rigurosidad y complacencia, justifica cualquier intento por menospreciar esta obra.

lunes, 9 de julio de 2007

El Quirófano, alternativa literaria




Son pocos los medios impresos -culturalmente hablando- que dicen las cosas frontalmente sin rebuscamientos y juego de palabras vanos; El Quirófano en su tercer número no solo deja claro que su tarea como canal alternativo para las letras y el arte ecuatoriano es manejado seriamente, si no que acepta la responsabilidad de continuar en su descabellada empresa en pro del arte, la literatura y la cultura en general.
Este número incluye la primera de una serie de muestras poéticas de autores nacidos en el setenta hasta mediados del ochenta (los novísimos) que la revista mantendrá en los siguientes números, además las firmas de escritores como Fernando Itrúburu, Miguel Antonio Chávez, Carolina Patiño, entre otros, que forman parte del cuerpo del medio, ya sea aportando con microcuentos, testimonios, análisis y entrevistas musicales. Excelente la inclusión de la entrevista al “Pájaro” Febres Cordero, que le incorpora –como es de esperar- humor a sus respuestas.
Así El Quirófano es uno de los jóvenes medios impresos literarios y culturales de Ecuador que en cada nueva edición enrola a sus filas nuevos lectores.

martes, 26 de junio de 2007

Odiosidades de un cinéfilo




Odio las inauguraciones en nombre de la cultura, todo ese esplendor y falsa camaradería que el público derrocha. Detesto la nata cultural de mi ciudad. Repugno mi posición de pacifista ante las aberraciones que enfrento cada vez que acudo a estos actos.
Es una posición masoquista, lo acepto: ir, aburrirme de los mismos formalismos, discursos, y ese tortuoso y erizante etcétera con el que uno –por lo menos uno contrario a todo- se encuentra cada vez que se ve atrapado voluntariamente en esta pesadilla.
Odio las inauguraciones en nombre del arte, porque precisamente quienes acuden a saturar el espacio son –en su mayoría- quienes les importa un pepino su desarrollo, es solo otra reunión más de “sociedad”, fin de una cita; ignorando estar en el inicio de algo, de ese algo importante pero venido a menos.
Eurocine se inauguró, asistí, y he aquí dos de mis lecturas de dos de los primeros filmes espectados. El resto es una retención odiosa de la que no logro liberarme.

Crimen ferpecto: ¿podría crearse algo mejor?
Sin duda los comentarios que se logra recolectar de amigos y embebidos en la materia cinéfila siempre son un excelente y acertado referente al momento de espectar una película. Nada sabía de Alex de la Iglesia, salvo el haberlo leído de parte de un amigo, el mismo que recomendaba enfrentarme a su humor negro y ese cuestionamiento constante ante la sociedad convulsionada y comercial en la que nos desplazamos, que significa su obra. Y eso hice.
Crimen ferpecto (2004) es un absorbente film español donde el humor negro y la crítica en su estado más natural (sin reparos de censura) logran un despliegue totalizador dentro de la trama. Alex de la Iglesia no solo demuestra ser un guionista y director capaz de transmitir, en medio de todo el desconcierto de sus personajes, la abertura horrorosa de la sociedad actual donde el consumismo y la frivolidad lo es todo, si no que a partir de toda esa aceptación y sumisión, enfrenta al espectador a su visión sarcástica –pero real-, insidiosa, y alarmante hasta sacar del letargo al espectador (por lo menos a quienes compartan la idea material a la que se ataca).
El reparto es una combinación precisa, ya sea por Guillermo Toledo (Rafael. Ver también su trabajo actoral en ese humorístico film llamado Los dos lados de la cama) o Mónica Cervera (Lourdes) que representan polos opuestos y estereotipados de belleza y triunfo (en el primer personaje) y fealdad y rebelión (en el segundo), tan difíciles de relacionar que en ello radica uno de los logros de la historia: la fusión de lo real y lo irreal, devastación del espejismo social y de falso poder que significa Rafael frente a la radicalidad de Lourdes: muestra despótica de feminismo posesivo, como última alternativa de género no correspondido.
La muerte, el sexo, la ciudad vista desde sus cristales comerciales y mágicos, son los elementos que el director deforma hasta, en una especie de arrepentimiento, intentar volver todo “normal”, o por lo menos simularlo así. Porque este Crimen ferpecto es la imperfectibilidad que roza el disparate, se aleja en la serenitud de la aceptación del fracaso y vuelve a recaer en la ácida comicidad de un mundo cada vez más incomprendido, ausente de héroes y plagado de víctimas sin salvación.

Un día en Europa: develando entrañas citadinas
Europa más allá de presentársenos como el escenario idóneo para el desarrollo del arte y las distintas manifestaciones creativas (tal y como los ídolos literarios y cinematográficos nos han inculcado) es también aquel paraíso desconocido –por lo menos para muchos de los chiros sin posibilidades de viaje- donde lo poco que se conoce ha sido a través de reportajes televisivos, novelas o historias de viajeros cercanos.
No es que Un día en Europa (2005) de Hannes Stôhr, nos acerque de forma directa a todo ese mundo arcano, si no que nos muestra un fragmento de aparente simplicidad que en el fondo es toda una problemática de escala mayor: incomprensión en el lenguaje (como tema central de fondo) y las facilidades de sobrevivencia de muchos de sus habitantes.
Las ciudades (Moscú, Santiago, Estambul y Berlín) que sirven de escenario para el despliegue de las cuatro historias ligadas por el tiempo –un partido de fútbol entre Galatasaray de Estambul y el Deportivo de La Coruña-, donde hurtos, autohurtos, y complicaciones entre los distintos idiomas, matizan historias que de a poco penetran en la cotidianidad de las urbes brevemente transitadas, donde los personajes sirven de perfectas carnadas para develar la vida no contada de un día en Europa, y eso para el espectador ansioso de conocer más allá de sus fronteras ya es mucho, aunque no todo.

viernes, 22 de junio de 2007

Violencia: ese refugio exquisito de inspiración




“Muchos escritores en la ciudad quieren darte una buena paliza si te ven mal parqueado por ahí” me dice Freddy, un ¿poeta, narrador, novelista, ensayista?, creo que simplemente alguien que escribe para sí y ha tenido la errada idea de compartirlo a mediocres seudos escritores ¿poetas, narradores? de Manta que engañosamente lo han alentado a publicar, y son estos mismos ¿poetas, narradores? los que le han transmitido el mensaje para mí.
No se si reír de todo esto, ya que me enfrento a dos mentiras: 1) no hay escritores preocupados en sacarme la puta, sino falsos ¿poetas, narradores? atrapados en burbujas alucinantes donde creen ser artistas; además los verdaderos –y pocos- escritores que se respetan están centrados en escribir algo valorativo y no buscando pelea; y 2) todos saben donde encontrarme: mal o bien parqueado, pero nadie se atrevería a cruzar el límite, carecen de agallas para ello, tanto como sus libros carecen de talento.
Por eso prefiero sonreír ante el mensaje de Freddy y decirle que fresco, que no pasa nada, que en esta ciudad nadie ha muerto en manos de escritores (salvo que tengan por profesión el sicariato y de hobby escribir); y que además advierta a sus mentores que a pesar de ser un flaco a punto de desplomarme o ser arrastrado por el viento, veo cine con harta temática violenta y en caso de verdaderos apuros tengo mi secreto (correr, pero eso me lo guardo, no vale compartir tanta información con un ¿poeta, narrador, novelista, ensayista? que he olvidado como llegué a saludar y aprender su nombre).

martes, 12 de junio de 2007

Intimidades de un cinéfilo




He renunciado a colaborar para el diario local, nada insólito para ellos, nada insólito para mí, pero muy insólito para muchos lectores. Los mails no han parado de llegar, todos con la misma interrogante recordatoria ¿por qué ya no escribes para el diario &%$#//? Y a todos he tenido que repetir la misma historia: que en Manta no se respeta a los periodistas culturales, que nadie paga por los servicios prestados, que se intenta convertir al escaso ejercicio del periodismo cultural en simple materia de farándula, que todo lo publicable responde a intereses de los medios, que en definitiva son unos mediocres caducos posicionados en espacios que dejan mucho que decir.
Por eso en vez de amargarme por ya no mendigar un espacio, he espectado cine, mucho cine -bueno quizás no tanto como quisiera-, hasta que la realidad pueda ser tan simple como una comedia de final feliz.

Borat, ese humor que atrapa y espanta
Borat: el segundo mejor reportero del glorioso país Kazajistán viaja a América (2006) de Larry Charles, es un film estadounidense que resulta ser en esencia más anti estadounidense de lo debido -mas no de lo permitido si no ¿dónde quedaría Michael Moore y sus producciones?-, por darle justo en los lados flacos a este país y su política. Se trata de una película donde el humor negro es suelto a borbotones y el personaje (junto con los otros que cumplen un propósito específico) transgrede, en medio de su ignorancia por las costumbres occidentales, el espacio y toda la política que sostiene al país que lo acoge.
Se trata de un recorrido a las entrañas de un país prejuicioso y alarmado por la menor rareza -ver escena cuando el personaje va por la calle e intenta saludar con besos a los transeúntes y estos huyen, o al defecar en el jardín de un hotel-, donde Borat (Sacha Baron Cohen) es un atentado andante: a las costumbres, a esa delimitación de clases sociales (invitar a la cena, de una familia adinerada y conservadora, a una amiga prostituta no es lo más acertado), normas de higiene, cuestionamientos a la política de terror que Estados Unidos mantiene a nivel internacional y lo peor intentar poseer a los símbolos sexuales de este país (quien se mete con Pamela Anderson es persona no grata), lo vuelven al personaje un peligro.
Y es que el film trata de centrarse en ello: en lo peligroso que pueden llegar a ser quienes desconocen las normas de metrópolis imponentes y a la vez enloquecedoras, donde las palabras y acciones pueden, hasta dichas y hechos de buenas intenciones, convertirse en alarmantes advertencias donde el odio y la repulsión quedan próximos.

Juegos secretos: entre el amor estéril y lo estéril de una historia
¿Qué vuelve a un pervertido sexual un interesante personaje dentro de un film saturado de ligereza y personajes cansinos? ¿un romance compuesto de adulterio? ¿la exposición de personajes cuyas vidas patéticas resultan lugares comunes de consumir? Pues la verdad poco, muy poco para ser más precisos, salvo el aparecimiento de Richard (Gregg Edelman) como personaje secundario, gracias al cual la trama cobra mayor interés, y su cuadro psicológico capaz de causar pánico entre los habitantes de su comunidad, nos encontramos con un film tedioso, repetitivamente recurrente en la historia de la madre hostigada de su matrimonio, de un esposo que ha perdido el interés en ella, lo que hace que encuentre en un amante su escape momentáneo.
Si bien Kate Winslet logra en su personaje Sarah mayor exposición erótica como en ningún otro film haya presentado, también es cierto que la historia no le ayuda mucho para que su personaje logre mayor atractivo. Puesto que Richard y los hechos a su alrededor componen una historia paralela que bien podría haber sido desarrollada desde su perspectiva sin tanto relleno de promiscuidad y amores estériles. Así Juegos secretos (2006) de Todd Field se vuelve una película de historia central ligera, pero compuesta de una historia alterna que si no es la mejor por lo menos resulta ser la más dramática.

lunes, 21 de mayo de 2007

Acerca de los dos últimos libros de Fernando Itúrburu







Jamás lo he conocido, pero sí parte de su obra: narrativa, poética y ensayística -¿o será solo periodística?.
Recientemente me hicieron llegar sus dos nuevas obras. La primera un conjunto de crónicas titulado Los patriotas del sur y el segundo texto una recopilación de seis entrevistas a escritores ecuatorianos llamado El eco de un tambor. No quise dejar de comentar estas obras, así que ahí mi lectura:

El eco de un tambor
Empiezo citando a Miguel Donoso Pareja que, tras la pregunta de a qué deben estar alerta los escritores, responde: “...hay que estar atentos siempre a cuando la escritura se vuelve fácil, porque eso significa estereotipamiento (amaneramiento, acartonamiento), y hay que huirle a eso”. Partiendo de sus palabras nos encontramos en un país –literariamente hablando- saturado de escritores irresponsables, capaces de publicar cuanto escriban y no cuanto valor posea.
Donoso Pareja y el resto de entrevistados (Carlos Eduardo Jaramillo, Fernando Cazón Vera, Fernando Nieto Cadena, Jorge Martillo Monserrate y Edwin Madrid) nos muestran ese entorno de las letras, donde la envidia, mezquindad y arrogancia han y continúan siendo características eternas en escritores que han alcanzado espacio y algo de notoriedad, ya sea por el valor de su obra o por la simple escalada y posicionamiento en cargos públicos (culturales les solemos decir); lo que ha ayudado a que muchas de nuestras “vacas sagradas” –muchos sin el menor talento para respetarlos como escritores- acorten los espacios, limiten las posibilidades para que nuevos talentos puedan surgir: aquellos que viven y padecen la literatura, y no los que han hecho de ella un simple escalafón para sueldos dorados de burócratas.
Fernando Itúrburu ofrece esa realidad conocida y detestada por todos los escritores que jamás serán siervos del poder, la figuración y prepotencia. Es clara la intención del entrevistador de ser canal para que los poetas –todos en esencia, pero unos más que otros- puedan decir públicamente todas sus verdades y sobre todo exponer sus opiniones: manuales necesarios para jóvenes interesados en la literatura, capaces de entender y conocer el cuento de terror, y no rosa, que es ser escritor en un país como Ecuador.

Los patriotas del sur
¿Cuánto nos puede importar nuestro barrio de adolescencia, amistades, noviazgos, inicio en la exploración de la vida? al parecer a Itúrburu mucho, cosa vital que se encuentra en sus más de veinticinco crónicas con las que se compone este libro: íntimo, tan íntimo que si no se es guayaco o por lo menos haber leído a un par de los escritores que nombra, poco o nada se lo entenderá en las referencias; pero tampoco resulta complicado transitar en cada una de sus historias, porque en el fondo son cada una de nuestras historias, donde volvemos la mirada al pasado para encontrarnos con amigos, enemigos, novias, fiestas, peleas y esa cotidianidad tan de barrio que nos arrincona en la nostalgia de un tiempo consumido. El autor lo dice: “El inconmensurable tiempo hace que uno acuda intermitentemente al mundo de los fantasmas y a sus juegos”. Eso es lo que Itúrburu hace una y otra vez en su libro, para reafirmarnos que las palabras salvarán nuestra memoria.

Invisibles: las historias que no queremos ver





Invisibles (España, 2007) de los directores M. Barroso, I. Coixet, J. Corcuera, F. León de Aranoa y W. Wenders, es una obra que agrupa cinco trabajos independientes pero entrelazados por la invisibilidad a la que se ven arrinconados sus personajes: emigrantes, desplazados, secuestrados, abusados sexualmente y enfermos sin cura.
El documental nos enfrenta al horror de esa realidad que hemos visto solo con ojos de espectadores impotentes –aunque tras finalizada la obra aún sigamos pensando ¿qué podríamos hacer?-, donde las historias comunes, desde cada uno de sus contextos y tragedias, giran en torno a sus recuerdos tormentosos, a ese presente que los atrapa por sus escasas posibilidades para sobrevivir dignamente, sabiendo que en el fondo lo único que ansían todos es paz: interior y exterior, aquella ausente en sus vidas y que ha logrado que los marquen para siempre.
“Pueden vernos, pero no quieren hacerlo” dice uno de los personajes, dejando claro de lo concientes que están de su posición dentro de un mundo de extremos donde la pobreza, violencia e inseguridad, marcan pautas desgarradoras para ellos: individuos invisibles dentro de sociedades cuya vida o muerte poco o nada les importa. Y es que al ser la muerte un elemento degenerador, se vuelve idóneo para los escenarios donde las historias de sus protagonistas enfrentan y develan sus demonios personales, porque cada voz y espectro dentro de los documentales es una muestra individual de ese colectivo afectado y en el que se han centrado los realizadores.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Los versos duros de una poeta irreverente




Quién ha dicho que los poetas sean igual de oscuros como lo aparenta su obra. He tenido la oportunidad de conocer primero a la poeta y luego su poesía –algo que usualmente siempre me ocurre al revés-; ambas me han marcado. En el primer caso la camaradería de Ana -ojo que esto no influye en lo posterior- y en el segundo porque su obra es hiriente (esa es la palabra exacta), corta desde adentro hasta atravesarnos la piel y luego los sentimientos (aunque el orden de las heridas no altera el efecto).
No es la “poeta maldita” que en una primera lectura creí encontrar, pero sí agresiva en cada uno de sus versos, dura en sus planteamientos y cuestionamientos a tanta podredumbre en la que nos encontramos. Su obra no es parte del mundillo figurativo de la poesía ecuatoriana, cargada de pose y todo ese falseamiento de la realidad tan característico en esas señoras y señores (decirles poetas sería continuar en la mentira) que o les publican.
Ana Minga (Loja, 1983) en su primer trabajo poético titulado A espaldas de Dios (Letra mía, 2006) presenta una poesía intimista, cargada de existencialismo, irreverencia y sobre todo una muestra de versos sinceros, regurgitados desde las entrañas de la autora, lo que la vuelve más precisa en sus figuras. Así encontramos poemas que calan dentro del lector hasta volverlo un masoquista -enfrentarse a poesía de este calibre es un tanto peligrosa para los sensibles- sin opción de cambio.
Minga no hace de la poesía una simple excusa para desahogarse, no, lo hace porque es la única forma de enfrentarse a sus muertos y fantasmas, a su pasado y presente –materia prima, barro o excremento del que se vale para sobrevivir su obra que es su vida-, y lo deja claro al decir: “Yo no escribo porque otros escribieron antes de mí. / Escribo porque me enteré que estaba viva / y entonces fui al parque a ver a la gente pasar como palomas” (Pág. 49).
Es una irreverente porque no calla ante su entorno –el de todos para ser más precisos-: esa aberración disparata de la realidad, llena de colmos y desquicios para quien lo debe padecer, pero también sabe que el silencio para estos casos –no siempre- es el más apto, por ello escribe: “Sabemos bien quienes son nuestros castigadores / pero no los mordemos / porque dejaríamos de ser perros buenos / nos convertiríamos en perros con rabia / perfectos “terroristas” vagamundos / para una eliminación con excusa” (Pág. 7). Todo porque aquellos que están tras de nosotros –de usted, lector- esperan el tropezón, ese resbalón para una vez caídos darnos el golpe de gracia.
Un libro que en cada una de sus cuatro partes se vuelve urgente de consumir, tanto así como cuando el disco de nuestra banda preferida ha llegado recién a nosotros y queremos degustarlo una y otra vez hasta que lo sintamos retumbar ahí dentro, en la memoria. Para finalizar unos últimos versos para la reflexión: “¿Cuándo una invocación familiar / nos alumbró el alma? / ¿Cuándo nos impidieron acercarnos a los espejos? / esas puertas que terminan con la magia / e inician con el mundo real. / ¿Cuándo?” (Pág. 19).



YO NO ESCRIBO PORQUE OTROS ESCRIBIERON ANTES
¡No!
escribo porque me tocaron horas raras
en las que uno presiente la muerte
el miedo
eso de quedarse invisible
y suicidarse frente al resto.
Horas en que sabes que naciste para Lucifer
y que como él has de tambalear por el mundo
luego el encuentro con el alcohol.

Yo no escribo porque otros escribieron antes de mí.
Escribo porque me enteré que estaba viva
y entonces fui al parque a ver a la gente pasar como palomas.

Escribo para mí
para el resto.
Escribo una denuncia
un reclamo
unas preguntas:
¿dónde está tu espalda?
¿dónde estamos...?

Escribo aunque sea sólo un existencialismo de esquina.

Escribo algo
porque uno también es el séptimo Juan sin Cielo
el lugar común
porque a uno también lo torturaron.
Dizque por Dios
a uno también le tocó ser un crucificado
una bruja –manzana perfecta- en la hoguera.

Escribo a mis pulmones
a las lunas que caían sobre la casa
al pasto donde por primera y última vez me arrodillé a la noche más negra y larga.
Al viento que anticipaba la danza de buitres
a la flor que hace tiempo murió
a la música que se acuesta a los pies de mi cama
a mi padre que fue un niño
a la pólvora que me empujó al tabaco a la una de la mañana
al grito de no me abandones
a la sangre que obstruye mis venas
a las manos que aullaron como perros sin dueño
al payaso que llora frente al espejo
al papel que en media alba sólo responde verdades
a la foto cuando uno todavía fingía inocencia
a todo lo que me permite alzar esta copa en las tinieblas.

Escribo
no porque otros hayan escrito antes
disculpen mi arrogancia
pero es cierto
yo escribo borracha
unas veces llorando de alegría
y otras gimiendo ceniza.

No escribo por humilde
ni muchos menos para librarme de mis muertos
es decir de mis únicas compañías.
¡No!
escribo porque detesto el olvido
porque no encuentro nada más que hacer en mi agenda:
cajón de ruidos.


VI
Sólo cuando nos obligan a hablar
nos asomamos por los ojos
la boca
las orejas
las manos.

Adentro somos cuervos
nadie escucha nuestro violín
las velas se apagan
en la lengua fluye desnudo un insecto
los pretextos se derrumban tras las columnas

Nos hemos sacado la mirada.


XIV
Te he sacrificado.
La ciudad está desinflada
dos pichones con alas harapientas rezan conmigo.

¡Dios! ¿Qué Dios está detrás de ti?
tus hijos respiran en mi estómago
me los comí de desesperación
al sentir que el espermatozoide
cruzaba los límites de la paciencia.

Perdón
te he sacrificado
como a todos los que se han acercado
mi culpa
es mi culpa
pero de qué me sirve
si el día de los espíritus muertos llega cada mes
me reclaman sus tumbas
quieren ponérselas
y Yo
sólo puedo mirarme los ojos.

lunes, 7 de mayo de 2007

Soy mi cuerpo, esa poesía penetrante




A mi madre, en su día.

No se si fue el reconocido nombre de la autora -a quien había tenido la oportunidad de leer casi todos sus anteriores trabajos poéticos- o el identificarla como una poeta cuya línea erótica es capaz de azorar ante la soledad carnal, lo que me acercó más a su nueva obra, lo cierto es que al internarme en el texto lo primero que hice fue desencantarme por la ausencia de ese erotismo tan particular de ella –por lo menos en la primera parte del libro- y segundo volverme a encantar de su obra, porque Aleyda Quevedo Rojas es una poeta de fuste que sabe como llegar a sus lectores (y cuidado con creer que se me hacen agua los helados) a penetrarlos por cada uno de sus poros hasta saber que lo que recorre la sangre y palpita en los sentidos –volviendo vital al cuerpo- es poesía.
Soy mi cuerpo (Libresa, 2006) es un libro que envuelve y atrapa; la sencillez del lenguaje con la que están construidos los versos -esa compenetración con la cotidianidad femenina hallada en una madre, hermana, esposa o hija- logra una conexión más directa con la obra y la voz poética. Porque el cuerpo se vuelve la materia prima y precisa para que los poemas nos hablen de esa lucha contra la muerte y el tiempo, para sobrevivir al amor que es la vida y a ese otro ser que espera sentir nuestra respiración a su lado.
La autora nos enfrenta de cara con esa premuerte de la que en algún momento todos nos encontramos acorralados, ahí donde la enfermedad del cuerpo se vuelve la anatema de la que solo la familia, los amigos y el amor en su mayor concentración pueden salvarnos. Un verso lo ratifica: “La noche que quería de la vida / fue / a tu lado” (Pág. 58).
Pero no todo es fúnebre, porque la segunda parte del libro remite al lector a la obra de marca registrada de la autora -por lo menos en parte-, aquella donde el cuerpo rebosante de amor y pasión encuentra su mayor desenvoltura. “Juntos en las siete vidas / conocidos gatos / que dan vueltas en una compacta / y amorosa madeja de pelos” (Pág. 70) dice la voz poética.
A pesar de que la voz poética nos hable de esa vana seguridad que encuentra al encomendarse a santos de porcelana –la tradicional idolatría de nuestras abuelas y madres-, queda claro que es el amor y todos los sentimientos capaces de dar vitalidad al cuerpo –provenientes de personas de carne y hueso- los que logran el efecto de rebelarse contra el tiempo y la muerte. La poeta lo sabe, por eso no duda en asegurar: “Perdida / y sangrante voy / por las carreteras enamoradas / de mi cuerpo” (Pág. 83)



PARA VOLVER A MÍ
Mi cuerpo pequeño
cruza límites helados
con la espalda encorvada
y un blanco camisón

Primer aviso
a mi terrible vanidad



SI ESTOY ESTÁ
Mi esposo con sus manos tibias
baña mi cuerpo dolorido
con raíces y hojas de menta

Mientras duermo me mira respirar

Si me alejo
entre las violetas
él me sigue
si estoy está conmigo

Es madero en alta mar
al que me abrazo con amor



DÍAS
Como si nunca
te hubieras marchado
encuentro tu silencio

Viento que pasa
moviendo la espesura
de mis pestañas


EVOCACIÓN
En el sopor de la tarde
miro mi casa llena de fotografías

Las cosas
se desgastan
como el amor que te tuve
o el color de aquellas fotos.



TU OLVIDO
Dos en la cama
olas de sudor y piernas
formando círculos

Ahora
dos
pescados secos

Afortunada noche
cautiva en un mar lejano