martes, 22 de abril de 2008

Una de amor sin sensiblería




Son contadas las películas cuyas tramas relacionadas al amor, a esa relación afectiva de dos personas, no caen en la detestable sensiblería que vuelve a un film una muestra llorona y aburrida. Lo que se argumenta se encuentra en El juego del amor, una entretenida y conmovedora historia donde las parejas protagonistas nos muestran la fragilidad de las relaciones cuando no hay un entendimiento apropiado y existen de por medio otras personas capaz de entender aquello que es difícil para unos; también cuando la compatibilidad entre dos es inmediata y duradera hasta la muerte; y, hasta esa búsqueda incansable por encontrar a la persona ideal que logre entender al perseguidor.

Tres historias conviven dentro de la trama, todas relacionadas al amor. Cada una diferenciada por las conflictividades que encuentran sus protagonistas, y que son vistas, aconsejadas y narradas por un personaje (Morgan Freeman) al que aparentemente la vida nada le ha negado, salvo el amor y entendimiento de su hijo muerto por una sobredosis. Es este personaje quien vuelve más interesante la trama, porque mientras las tres parejas, desde sus distintos espacios y conflictividades, intentan y viven el amor a su manera, el profesor que interpreta Freeman se debate entre negarse a la cátedra por temor a no saber aconsejar debidamente a los estudiantes que le recuerdan a su hijo o entregarse al trabajo y afrontar con valentía su propósito de consejero para que otros logren el apoyo en él.

Película capaz de tocar a todos los espectadores, o por lo menos a algunos, con la carga emotiva que trasmite. Y no necesariamente con la muerte de uno de los co-protagonistas, si no por ese constante enfrentamiento que demuestran los personajes, esas sufribles insistencias para lograr sus objetivos circundantes al amor, sin importarles los errores a los que se ven agobiados.

Contradictoriamente El juego del amor no es ningún juego para los personajes, que encuentran en este tema (y sobretodo sentimiento) la salvación y excusa para sus existencias, y donde probablemente los espectadores hallarán aquel film que les hacía falta consumir.





lunes, 21 de abril de 2008

El caos de vivir






Indiferencia hacia la vida. Subyugación a la muerte. Es lo que se encuentra en Te suicida (CEN publicaciones, 2008), el libro póstumo de la guayaquileña Carolina Patiño (1987-2007). Poemas para desangrar temores, sacrificar a la sensibilidad y sobre todo saber que más allá de la ausencia física de su autora, perdurará su obra, aquella corrosiva poética, tan suya, tan lúgubre y casi siempre esperanzadora ante el caos de vivir.

La portada de esta obra ya dice bastante. Ella (Caro) y de fondo Medardo Ángel Silva (otro poeta y suicida ecuatoriano), hermanos de muerte pero también de talento, vates que se negaron a envejecer, a continuar escribiendo para sobrevivir en sus tristezas. Si este símbolo (duro, dándole potentes golpes a los recuerdos) no logra comunicar lo que contiene este manual de sobrevivencia titulado Te suicida, entonces estamos mal. Algo se nos ha dislocado de la sensibilidad y de la vida.

Mi padre ya me dio con quien hablar
mis pastillas cada día funcionan menos
y necesito que me atrapen más a menudo
en las recaídas.


Dice en el poema Psiquiatra, desprendiéndose de lo que fue, de su realidad vista desde el laberinto de la vida que frustraba las salidas llamadas muerte (múltiples, dolorosas, liberadoras…). Porque cada verso es una rendición (“ya sangré, respiré lloré suficiente / ¿me puedo rendir ahora sin mi sombra?”), un alto al sufrimiento (“ya no me cazan / ya no corre mi sangre por las noches”) y una aceptación, en el fondo, sin vergüenza (“Mi masoquismo ha llegado lejos”).

Hay poemas tan arremetedores, por la carga emocional que contienen, como este íntimo Fe en ti:

Noto que me alejo y se me olvida
tener fe en ti
y son tantos los milagros
que veo que te hacen estar
dentro de mí.


Porque la autora huye se sí, de ese monstruo que la ha carcomido desde la edad en que su mundo ya no fue el mismo; la bestia que reclama sangre y una vida, la suya; ese ente deforme que la habita, y que en el fondo es ella misma. Pero la autora no huye solamente de sí, si no también de todos aquellos que conforman su entorno familiar o sentimental, porque resultan ser la retención a su necro propósito. Leamos Adiós:

Tan cansada de estar aquí
con todos estos miedos sin infancia
me voy sin perdurar
sin lograr que voltees por mí
sin lograr que enciendas la luz
sin lograr que abras tus ojos
el dolor tan limpio no sostendrá tu mano
demasiados espejos
descuelgan tambores en mi funeral.



Te suicida, un libro recomendado para corazones fuertes, aquellos lectores que han dejado la sensiblería de lo irreal por la realidad, la cruda y cada vez menos soportable realidad, donde la poesía escrita con sangre (literalmente o no) y sobre todo talento es al final del camino llamado vida, lo único que perdurará después de la ausencia física de su autor.


viernes, 18 de abril de 2008

El submundo de colchones húmedos, cuerpos sudados y dinero






No sé lo que es estar con una prostituta. Jamás he caído en la entrepierna de ninguna. Siempre anhelé introducirme en un sexo consumido, sudado, y expuesto a la muerte venérea; pero cada vez que alguien me invitaba a pisar un chongo tenía las excusas perfectas para negarme.

Siempre quise saber qué se sentía estar dentro de una vagina a la que habían acudido distintos penes. Fui -y soy- un zanahoria, que prefirió dejar de ser “virgen” en compañía de alguna de sus novias.

Pero como este escrito no gira sobre mis experiencias sexuales, si no más bien de la prostitución, o mejor dicho sobre un film que trata el tema, no esperen más de mis intimidades. Porque el motivo de esta confesión es la antesala para hablar sobre Yo, puta (2007), una película explícita, dura y polémica.

No se trata de un film revelador, porque todo cuanto basa su argumento es conocido: inicios en el oficio, necesidades, problemas de trasfondo. Quizás lo llamativo de la película sea su estructura de documental -en medio de la ficción-, que retrata a prostitutas, chulos y clientes. Desnudándolos en sus disímiles planteamientos de porqué ser, explotar y estar, junto a prostitutas.

Funcionan adecuadamente los distintos escenarios dentro del film, concatenados desde el inicio hasta el final. Así mientras la trama básicamente se enfoca en una estudiante que prepara una investigación en torno al problema de la prostitución, vemos una cámara que enfoca obsesivamente a jóvenes que buscan ser modelos de un fotógrafo porno, o al camarógrafo porno que entrevista y conoce las intimidades de sus futuras actrices.

Película acelerada, que estrella al espectador el tema de la prostitución desde distintos francos. Justifica motivos, los indulta, para al final demostrarnos que aquel submundo de colchones húmedos, cuerpos sudados, preservativos y dinero en abundancia, no es más que un negocio peligroso en el que algunas están atrapadas y otras, las de aparente valentía, se acostumbraron a esta clase de sobrevivencia, que les gusta.

Y es esta dualidad de prostitutas las que vuelven, en cierta medida, interesante la trama, porque mientras las más arrebatadas y francas (dentro de la ficción) en torno a su oficio, aquellas que a ratos se vuelven ninfómanas, o expertas a las que ya nada referente al sexo les impresiona (salvo el ser sodomizadas) envuelven al espectador con sus alucinantes y casi siempre eróticas y salvajes historias; por otro lado están las que delatan el infierno llamado prostitución: aquel negocio que las ha atrapado sin misericordia, que vive de sus cuerpos, y las sepulta cada día más en una muerte silenciosa (porque son solo piel y voluptuosas formas que han perdido la sensibilidad), aquellas que en el punto crítico del film se refugian en lágrimas.

Y mientras la protagonista se ve atrapada con su investigación casi terminada y la beca económica -obtenida para este propósito- consumida, entre el dicho de sobrevivir en el tema que conoce o dejarse morir de hambre y fracasar en sus propósitos académicos, opta por lo intermediario, no ser una prostituta, pero obtener dinero dejándose fotografiar. Y aunque termine en los brazos (por recrear de una romántica manera la situación) del fotógrafo porno que la “inicia”, no termina convenciéndose ni convenciendo al espectador en este punto de la trama.

Y lo planteo así: según el argumento de la película se trata de una universitaria que investiga sobre el tema de la prostitución, entrevista exhaustivamente a cuanta prostituta dispuesta se lo permita: una japonesa, españolas, latinas, una portuguesa, entre otras, también a clientes asiduos y hasta a contados chulos, sin olvidar a un “prostituto” que narra como vive y cobra por sus servicios sexuales a mujeres desesperadas. Hasta aquí todo bien. Sin embargo una vez que la situación, dentro de la historia de la universitaria, se complica por acabársele el dinero de la beca de la investigación, intenta meterse en la prostitución sin mayores resultados, entonces decide desertar, pero luego lo retoma acudiendo donde el fotógrafo porno (aquel que gusta -como lo demuestran las escenas- de “probar” a sus modelos antes del trabajo), al que confiesa que es VIRGEN. Sí, la chica universitaria, la que se ha juntado con prostitutas pesadas, arrechas y melancólicas, desconoce el sexo, jamás lo ha hecho y sin embargo pretende hacer un libro sobre ellas, sobre este tema que nunca conoció.

Yo, puta, una película sobre prostitución, que contrariamente carece de escenas sexuales (por lo menos a las acostumbradas), porque su propósito no es volverla una cinta porno o erótica, si no más bien una especie de docudrama para advertir o sugerir a quienes pretendan pisar estos terrenos.

jueves, 10 de abril de 2008

Vida; que te jodan!!!



Para Alexis Cuzme,
nicho pensativo que camina muerto;
lira de 100 voltios que electrocuta
a quien le toca....


Vida, me has cansado!
Hasta aquí el que rodaba en zapatos viejos,
olvidando el gabán del alma, la espalda indigente
contra el muro de un cielo otoñal....


Hasta aquí sopa subterránea de luceros,
alcohólicos tranvías ya fugados,
tristes celulares que llevaron sin cobertura
la queja de mis úlceras y mis avemarías
a un dios sordo de techo alto...


Ah vida, gran puta de amor,
volverás a darme tus leucemias vespertinas
doblando las coyunturas de mis anhelos!!!!


Para qué he de querer esta aorta
que han tocado los malignos veranos,
si ha de ser una asquerosa parra que repta por el cuello
y en la que ya cuelga el peso lunar de los murciélagos...


ah turbias edades del colegio, dulce hormiguero de sílabas
que mataron mi paladar,podéis dormir en el infierno de mis perezas!
Ya nada quiero de vuestras gramáticas
que cagaban las santas bocas de los falsos quijotes!


Podéis joderse sin mí, oh fábulas, tristes sílfides!
Aquí la navaja del viento cortando las voces de la fuente!
aquí las monjas, estúpidas vacas pastando oraciones
porque mi alma no vaya con el diablo a tirar piedras a Dios!


Adiós novias mías,
flacas rameras de tristeza obesa
que meaban con renal angustiasobre el duro mármol de mi frente
para cegar la inmensa fiebre de los días...


Para vosotras, la manzana demente de mis labios,
la solitaria de mi verso que dejé escrita en las paredes de la tarde
que van a dar al jardín menstruado de violetas.


Para vosotras, la jeringa de mis dedos taciturnos,
la vena que se arremangó hasta el olvido,
la píldora de mis lloros! Hasta mañana hermanos!


Que me lleven en peso las calles, todo ataúd guarde un retazo de silencio!,
que los comisarios encierren las campanas que pasen por mi cabeza haciendo bulla!
Que nadie me recuerde, nadie haga uso del papel de su memoria!
Voy sólo a dormir, a roncar con los minerales de la tierra,
a cenar la paz con una docena de gusanos...


Al fin solo, me voy solo...
Vida me has cansado..., qué te jodan!!!


Antonio Vidas
Nota: puede parecer un tanto ególatra, eso de publicar también la dedicatoria que este autor portovejense, radicado en España, me hace. Pero la dedicatoria significa bastante para el autor, y no puedo negarme. Así de simple. En la foto de izquierda a derecha: yo (antes de que me cayera sobre unas tijeras que por poco me dejan zorro), Vannessa (teatrista del grupo Contraluz de Portoviejo) y la ñaña de Alonso (no me sé el nombre), tras uno de los pocos conciertos metaleros en Manta a inicios de año.

martes, 1 de abril de 2008

Quinta intervención de El Quirófano




Si habría que apuntar a un medio que ha sabido darle espacios alternativos a la literatura ecuatoriana (y también a la extranjera), ese sería la revista El Quirófano, del poeta guayaquileño Augusto Rodríguez.

Para quienes le hayan seguido la pista hasta este quinto número, sabrán a lo que me refiero. No se trata de un medio que surgió para figurar en el entorno literario -como equivocadamente pensé en un comienzo-, si no que ha sido y es, la revista que ha llegado para quedarse, para ofrecer otros registros literarios, nuevos nombres y propuestas a los voraces lectores del país y de otros lares (gracias a su blog).

Esta quinta edición contiene interesantes muestras poéticas de Chile y México; un relato de Juan Fernando Andrade con su ya característico estilo de contar situaciones; parte de la poesía de Carlos Vallejo, ganador del Premio Nacional de Poesía Aurelio Espinoza Polit; el aporte del poeta Iván Carvajal con su texto Borges: el impostor inverosímil; también una adsorbente entrevista al escritor Bruno Sáenz; por otro lado Fernando Nieto Cadena escribe sobre el libro Cantos contra un dinosaurio ebrio de Rodríguez; reseñas de las últimas publicaciones nacionales; y por último el editorial, que se enfoca en la valía poética del autor guayaquileño Rafael Díaz Icaza.