martes, 16 de marzo de 2010

El lenguaje del abismo



Arturo Accio (México, Guadalajara, 1975) es el poeta que me hubiera gustado ser, poetiza todo cuanto vive, todo cuanto le ocurre, lo peor, lo mejor, lo incontable, todo termina siendo un poema, una historia atrapada en versos:

Pop
Desde que la conocí
a toda la música pop la entiendo;
la que habla de amor,
desamor,
borracheras inocentes;
por el momento
no quiero saber del mundo oscuro/gris;
he terminado por tragarme mis palabras,
en un punto del subconsciente se guardaron
las lindas canciones de adolescentes,
ahora regresan a la superficie,
necesito escucharlas,
bajarlas del Internet
y maldecir que ella se volvió a largar.

Lo conocí gracias a la poeta Rocío Soria (en una de sus salidas a México, donde contactaron) y desde entonces no le he perdido la pista, sus libros son envolventes, sus poemas piezas a las que se vuelve, a las que se cita de vez en cuando:

Quédate con el dolor
Al saber que es inevitable
la adicción es permitida.
Tomé cursos para tratar de controlarlo
pero sigo saliendo a la calle a golpear las luces,
hay temporadas frías/tristes
donde no puedo quitar la sonrisa de la cara
y termino por hablar conmigo mismo durante horas,
asustado abrazo la cruz carente de fe
con más miedo de lo que pueda venir;
sé que al verme
comprenden que no tengo perdón,
soy de los que gustan no del orden,
del dinero,
del sexo,
sino de ver sangrar las cosas sin remedio.




El lenguaje del abismo (Marfuz ediciones, 2010) es su reciente poemario, por el que he apostado desde Ecuador por dos simples razones: porque me gusta su obra y porque sé que le gustará a muchos amigos y amigas que como yo han entendido a la poesía no desde su complejidad para “elegidos” sino desde aquella emotividad que sin llegar a revolcarse en lo trivial puede calar en los lectores.

La estrella porno
Me gustaría ser el hombre
de las películas porno,
la estrella anónima para Hollywood
que por las tardes
va tranquilo al centro comercial
agarrado de la mano de su distraída chica
que desconoce su trabajo,
pero sin importar eso
él igual se acuesta con todas,
indistintamente si son amarillas,
rubias
o negras;
le pagan
para de manera profesional venirse en las caras
de las adolescentes de pelo bonito,
cuerpo torneado,
para terminada la escena jugar a ser normal
y sensible con sus co-estrellas,
pero que también dice al apagar la luz ese día:
–hoy no mi amor,
he tenido un día terrible.

Bien por Arturo, su poesía (que ya es conocida en algunos países latinoamericanos y en su propio México, sobre todo en el entorno underground literario) merece pasearse en los círculos alternativos de nuestro país. Y en eso estamos.