domingo, 31 de mayo de 2015

Un testimonio del desamor

Ernesto junto a ejemplares de su poemario.



El amor que no devasta no es el amor.
¿Un tizón expande el calor de un brasero?
Noche y día, durante toda su vida,
el verdadero amante se consume de dolor y de gozo.
Omar Khayyam, Rubaiyyat.

Los versos de Omar Khayyam comprimen, significativamente, lo que representa Agua Caníbal (Humus, 2014): un poemario construido a partir del amor, un lamento largo y abrupto, donde la voz poética confronta un pasado de heridas y expone, en los versos, cicatrices como trofeo.
Agua Caníbal, desde el recurso del elemento líquido, funciona como purga, el lugar superior donde lavar las culpas, donde limpiarse de la historia particular. El agua inundando el pasado, desprendiendo y devorando todo rastro anterior.

A propósito de la soledad y el solitario,
queda ir
a despejarme/despojarme/mojarme
comparar mi sombra con la de un pez
P 29

Un gran pez
rodea un pequeño pez
mariposas en el agua caníbal
a final de cuentas ir es un deseo.
Como del pequeño pez, del gran pez.
P 32

A partir de ahí funciona la idea del canibalismo, porque el agua caníbal se encarga de engullir decepciones, frustraciones, resentimientos. Se alimenta de un amor que no es único, sino la representación de múltiples amores, todos atravesados por una misma línea que se intenta olvidar: dolor.
 

Tras la lectura de mi comentario, posando junto a Samy y Agua Caníbal.



Hola ola
Quepo yo con mi risa helada
al acecho de los pájaros
con la hoja en blanco
presto a dibujar los
ayeres.
P 34  

Hay un acto masoquista, de huida y sumersión al todo líquido. Porque el amor se vive en el fracaso y en este contexto, el personaje es un ahogado más que pulula en el fondo de un olvido ansiado. Un amor que en medio de la descomposición intenta reponerse. Un amor de máscara, para dejar de ser él ante la calamidad.

¿Cuándo me enseñaron a doler?
¿cuánto he dolido?
pactar y romperlo todo
amar y hacer el ridículo.
P 40

Habita, soterradamente, un discurso de la pérdida, donde la integridad se ha visto sometida a las fauces del amor. Donde la voz poética denota una ingenuidad en extremo, donde el amor no solo ha hecho añicos todo imaginario de felicidad. Sino que desde su imponencia, arremete y guía a una caída en picada.  
Agua Caníbal es un testimonio del desamor, un retrato exagerado de la vida en pareja, un manual para transcribir lo cotidiano y fugaz de las relaciones.
Y a su concepto autodestructivo se adhiere la sal, como elemento contaminante, que no solo arde en las heridas sino que es el compuesto para continuar el dolor. Así se entiende que el personaje es un salado. Sal para sus heridas. Sal sobre sal sazonando la carne abandonada.
Y aunque en una primera lectura, puedan hacer ruido ciertos poemas, lo cierto es que todos, en el fondo, guardan el mismo nexo: la condición donde el poeta, o poeta-amante, o quizás poeta-desamado, conviven y trasmiten su condición de personaje confeso.
Agua Caníbal, repito, tiene un propósito: ahogar, desde su discurso poético, un conjunto de historias no aptas para quienes entienden el mundo desde la dependencia de alguien más, para todos aquellos que respiran al son de otra respiración, que transpiran imitando otra transpiración.
Asumir y confrontar la pérdida desde su reiteración, no es nada fácil. Hacer de la pérdida constante, de la condición arrinconada, un cúmulo de historias desde la poesía, es el mérito de Ernesto Intriago (Manta, 1987) en esta obra.

Alexis Cuzme
Portoviejo, 30 de mayo de 2015