miércoles, 25 de febrero de 2009

Poetas mexicanos nacidos en los ochenta




Que jóvenes escritores se conviertan en los antologadores y difusores de la generación a la que pertenecen, no es nada nuevo. Tanto en nuestro país como en muchos otros latinoamericanos se ha dado (y lo más seguro es que continúe dándose) este fenómeno: dar a conocer la obra de jóvenes autores que no esperan vivir bajo la sombra de los ya posicionados.

La semana pasada la poeta Rocío Soria tuvo la gentileza de reenviarme una copia de la antología titulada Canto de amates: antología de poetas morelenses nacidos en los ochentas (Acálasletras, 2008) cuyos compiladores son los poetas Alejandro Campos y Ricardo Arce.

No es una antología virtual, sino impresa, pero acertadamente sus responsables la han difundido como documento pdf, lo que sin duda ayudará en el acercamiento de los distintos y actuales registros poéticos en Latinoamérica (en este caso el de una parte de México).

Concuerdo con lo que sostiene el poeta Campos, en la introducción del libro: “Para nadie es un misterio que hacer una selección en boga de antologitis, por muy sencilla o pretenciosa que procure ser, conlleva al menos inteligencia, esfuerzo, cargas y fobias afectivas y otros resabios que se cuelan casi sin darse cuenta. El antólogo no es un ser bioquímicamente puro. Habrá siempre antologías en el parnaso mexicano que muestren muchos de nuestros poetas justa o injustamente comprendidos y en la mayoría de los casos atendiendo a capillas o cofradías literarias, por eso y más, toda antología es por definición incompleta e insuficiente”.

Y es ese resultado de antología incompleta lo que conlleva a seguir trabajando en los nuevos proyectos antologadores que se planee hacer.

En este particular caso la obra difunde la poesía de Afhit Hernández Villalba, Elizabeth Delgado Nazario, Salvador García, Ricardo Arce y Alejandro Campos (estos últimos los recopiladores).

Poesía a ratos intensa, en otros no tanto. Sin embargo cada uno de estos seleccionados no son improvisados, tienen recorrido y experiencia en la literatura. Eso y porque no siempre cada antología demuestra en su totalidad la fuerza poética de cada autor.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Antonio Vidas: el poeta que nos vigila



Para muchos poetas, narradores y blogers, el nombre de Antonio Vidas no les será indiferente. Conocido antiguamente -en sus firmas- como Lázaro, ha sido un constante visitante de blogs literarios ecuatorianos ¿por qué? Porque también es un ecuatoriano que sigue el vaivén de la poesía de su país, pero a la distancia, como todo un autoexiliado, motivado por necesidades que sólo él sabrá.


España es su segunda tierra, desde allí a más de un poeta y narrador ecuatoriano ha visitado y comentado.


Una tarde (no preciso el año ni el mes) encontré un comentario suyo en uno de mis post y desde ahí empezó una historia de camaradería a la distancia, unida por el lazo invisible que los mails permiten. Confieso que al principio no tomé muy en serio este indicio de amistad (así como leí en un blog de amigos peruanos la falta de seriedad que representaba mi poesía a su juicio) eran tiempos difíciles, antiguas experiencias de amistades virtuales me habían demostrado no volver a confiar, pero recaí, y estoy seguro: para bien.


Pasarían varios meses para que me confiara parte de su obra poética, la misma que traté de difundir en Manabí: su provincia y primer hogar. Cuatro poemas se han publicado, y ambos logramos nuestros objetivos. Él: expresarse públicamente mediante su obra; yo: ayudar a un nuevo amigo a difundir su trabajo.


No se trata de un improvisado buscando promocionarse mediante comentarios a los blogs visitados. No, Antonio, desde que llegó a la maraña virtual lo hizo armado de conocimiento. Sus juicios críticos no son ligeros, hay lecturas y sobre todo una confirmación como creador literario que no va de prisa, sino lentamente, aunque desbordada de mucha desesperación en su sensibilidad.


Hace poco regresó a su país, provincia y sobre todo a Portoviejo, su ciudad. Problemas familiares han evitado que podamos reunirnos, pero esto debería ser lo de menos, las palabras son el mejor ligamiento.


Revisando uno de sus blogs hallé su foto (lo que me hizo descartar al tipo formal que tenía en mente) y en mis archivos personales he encontrado varios de sus poemas, los cuales he decidido compartir.


ÚLCERA
Úlcera mía canta la miseria
sobre atriles de estómagos viejos,
la humanidad de los días negros;
canta y sueña, tú has de darme la gloria,
bajo la cólica panza del otoño,
bajo el barrigudo pan de la tierra.

Úlcera mía ronca y sueña,
revienta los barrotes de mis costillas;
deja entrar el vino que cura tus ardores,
tu herida de mil bocas que absorbe angustias.

Úlcera mía no subas al gaznate,
asesina los temblores de tus presidios;
púdrete en mí, a la sombra de los intestinos,
en el manglar de de mis tripas,
que lento recorre, el taciturno río de mis heces.

¡Minera insalvable que en el túnel de mis gritos,
un derrumbe de sangre ha de enterrarte
y ha de alzar los pozos de mi leyenda!

¡Muerto el hombre, no matan al poeta;
muerto el poeta, sobrevive el verso!


RE A ROSA RAMERA
Morena abismal, Venus de luto,
tu indigente belleza me atormenta;
te canta una alcantarilla y surges en el recuerdo
gata violinista saltando en el tejado
y hundiendo mi cerebro.

Amo tus ojos de búho que no tienen vado
como acequias o fosas en que aviento
mis viejos huesos y mis harapos.
Amo tu enorme y grave cabellera
empiojada de cuervos y de astros
que dan la sombra fresca de un lejano cementerio. Y sueño.

Amo tus labios de uvas salvajes,
el fragor de tu risa, la espuela de tu beso;
amo tu aullido por otros amantes,
y amo tu azote que calcina y me bendice.

Morena abismal, rosa masturbadora,
detestas el mundo y lo celebras
con inmensas carcajadas del ano
cuando tu pedo azul revienta las caderas del mar.

Oigo tu muerte andar en zapatillas
cuando te alejas momia de brasa o anís,
y un miligramo de tu ausencia
detona mi tristeza lumbar.
Vestal que ovula en los anfiteatros,
y en los letheos del semen ahogas tu sien.

Ah, que no diera por volverte a ver!

Morena abismal, María de las esquinas
engrasada de miel,
ruega por el poeta,
tu vagina sideral salve la lujuria semanal,
glorifique mi desgracia de haberte perdido.

Amaré tus crápulas, tus orgías de luna
en la noche sonámbula de carbón;
amaré el puñal de tus uñas,
tu saliva en la cerveza en abismos de furor.
Amaré esta pensión de soledad que dejaste,
y esta cama en que sollozó tu corazón.

¡Morena abismal, re de mis tristezas,
yo he sentir tu boca sombría y fresca,
tu insaciable hambre, siguiendo línea a línea,
el falo de mi verso que no tendrá fin!


DE LAS SOLEDADES QUE EMIGRARON
Último ronquido del crepúsculo...
¿En qué pliegos de sol de Manabí
de profundas hamacas,
hará su siesta mi tumba ausente?
Ya un lustro de no ver mi muerte:
estará grande, riñendo con las moscas;
buscando venas por los desvanes...

Verde era la perra de mi muerte;
le daba piltrafas de noches podridas;
y sus ojos mayúsculos y
su lengua de cuchillo lamían mi herida...
Ah los panecillos de losa fría
untados con cortezas de sueño;
un té de invierno y mi libro,
y a mis pies, la buena compañía de mi perro...

Oh, carruseles de la infancia,
girad, girad en el destiempo!
Venía mi madre de hacer domingos
y de poner en su hombro el fin de todos los enfermos.

Sigue pues, infancia, rezando tu abecedario;
encuadernando bóvedas
cuando te llegue el día.
¡Tú, que sentiste cercana la mordedura!

Que yo aquí, sigo emigrando
a otras penínsulas del recuerdo,
un día y otro con la lira
que cuece y pulsa mi úlcera,
y ha entonado el pan legendario de amor
que tejía la madre en ayunas
en el plato vacío del corazón...
Y mientras escribo,
el alma se me ha subido a los tejados:
y ya de tanto llover,
pregunto si la desgraciada habrá saltado!

Y en qué olvidos de Manabí,
de gangosas campanas, hacia qué dios escupirán mi nombre?,
hoy que me abate en la frente
orinado el diluvio por san Pedro,
y ha puesto raticida a los mendigos
que deambulan a las puertas del cielo?

Tiempo es ya de que te suelte perra inmunda,
de que muerda con rabia a tu amo,
y entierres el hueso de horizonte
donde no lo sepa nadie...
Tiempo es ya, pero me apena
no poder evitar tu mordedura
que en mí se cura,
en otros duela tanto
porque me quisieron...
hoy.


EL NAUFRAGO Y LA ISLA
Mi biografía hace aguas lector!
Capitán de rata a todo vapor,
huí América, envuelto en brújulas dementes
a otros pacíficos ardientes del tiempo!

Ah, los viajes de sismos y torrentes,
rojas leguas con las suelas rotas
de hollar el mapa sin fin de los dioses
para el gran asalto del cielo;
melancolía rumiante a estribor
dando tumbos en oceánica leyenda,
¡te busqué libertad eterna,
ya sin amarras ni norte!

Embalsamado en islas de galope profundo,
soñé poseidones, proas que vuelan,
engusanado el ojo por un rayo de sol!

Soñé hundimientos célebres de coral salvaje
alzando en hombros el timón de mi frente;
violento naufragio y sin estribo que,
en el atlántico de los siglos será recordado!
Y divorciado de tus puertos, oscura sirena de amor,
iría a estrellarme contra los cielos,
prendería fuego a mi corazón
y a cantar la gloria de mis enfermedades!

Adiós decía birras de olvido,
revuelo puro de hogueras amantes;
ciudades morenas que, en un verso vivo,
yacerán con el estiércol de mi muerte!

Adiós decía a los días andinos,
persianas de rústica melancolía;
lunas indias de maíz oscuro,
endemoniadas de amor y de origen
que ya no podrán curarme!

De pronto, encallé en la nada...
útero glacial de la noche en llamas,
no pudiste contener al hijo oscuro;
me arrojaste al mar terrestre...
Jaurías de olas hambrientas me devoraban.
Oí los mástiles con sus lenguas ahorcadas
estirar el grito más allá del silencio.
<>
Mas, ya nadie pudo oírme...

Y me vi solo, sin dios de nadie,
ahogado en en una isla como los faros
que defecan meses de soledad
y ya sueñan con buques hundidos...

Oh, días de ayuno bajo el olivo,
nevada andante de la oveja en otoño,
placentas de piedra que erigen la ruina
y aerolitos de uva que dan la luz,
¡un dolor antiguo me llamaba al reencuentro!!

De pronto, habló la isla:
<tus ojos de cóndor solitario,
inmola frente al mar tu hastío...
Descansa, sé libre; ya no podrán recordarte!!>>




miércoles, 11 de febrero de 2009

El riesgo de comentar antologías



Fue en el 2003 cuando me gané un merecido lugar entre los odiados de la ciudad, el motivo: escribir en torno a la Primera antología poética de Manta, que el Departamento de Cultura del Municipio local publicaba, con el objetivo de difundir dentro y fuera de la ciudad a sus valores poéticos.


Era aún joven cuando me atreví a cuestionar la selección y función de este libro. Muchos de los autores incluidos no eran verdaderos ni significativos poetas como para formar parte de una antología de estas características. Pocos sí merecían estar en ella y en otras. Era joven entonces, pero si me lo preguntaran nuevamente, no mentiría, es un trabajo selectivo que no llenó las expectativas de lectores exigentes.


Seis años han pasado para que me atreva a escribir de otra antología producida en la ciudad. Ahora que conozco el terreno sé que debo andar con cuidado. La venganza es lenta pero llega.


La semana pasada apareció un comentario anónimo en la prensa local (no puedo firmarlo porque de todos modos borrarían mi nombre. Otra muestra más de que escribir en torno a alguien o un determinado grupo “cultural” conlleva a problemas).


Comparto la breve reseña sobre el libro Antología de poesía latinoamericana que el poeta Horacio Hidrovo Peñaherrera acaba de publicar:

Es conocido que uno de los riesgos de las antologías poéticas o narrativas, es la de no siempre encontrarse, el lector, con el mismo nivel literario de los reunidos. Peor también es conocido -y este sin duda es un argumento que más de uno entiende- que se ofrece la oportunidad de ser leído en otros espacios, y más cuando no sólo se trata de un libro de circulación local o nacional, sino como bien nos advierte el título, de alcance y recorrido latinoamericano.


Antología de poesía latinoamericana, es como el poeta Horacio Hidrovo Peñaherrera ha titulado a este trabajo que ha demorado alrededor de dos años en la selección de los autores. La obra fue presentada el pasado lunes 27 de enero en las instalaciones de la sala de conciertos del Departamento de Cultura, allí se pudo escuchar a varios de los poetas manabitas incluidos en este trabajo.


Participan poetas de más de catorce países latinoamericanos.

Se trata de un libro con distintos registros poéticos, que nos pueden acercar a poesía intensa, así como no tan intensa, pero esto tal y como lo asegura su antologador, será el lector el mejor juez.

martes, 10 de febrero de 2009

Paternidad y poesía



Te confieso, padre, que en ese lugar habita el poema que nunca escribiremos.

Augusto Rodríguez


No recuerdo mucho de él en mi niñez, y lo que guardo de mi adolescencia son escenas prohibidas para la felicidad (los divorcios pueden ser más dañinos de lo que se dice).

Ambos fallamos en el amor padre e hijo. Pero de todo esto ya casi quince años, el dolor desaparece y la vida sigue.

Ahora que además de hijo soy padre, los veo a los dos, pero no me veo a mí entre sus brazos. Sino mi rostro en el suyo y mi hijo repitiendo papá hasta dormirse.

Fue después de dar con un poema fechado en los setenta que comprendí la deuda con él. Con el anhelo jamás desarrollado. Quizás no sean gratuitos los poemas donde él es mi personaje preferido y sombrío.


EL REGRESO A CASA DE MI PADRE

Volvió para asegurarse

que la felicidad continuara

escondida bajo la almohada,

sobre el chaide y chaide,

en los rincones maltratados

de la esponja sudorosa.

Afuera el tiempo se desgaja

y sé que estalló al final

de la sinfonía destructiva,

con las manos manchadas

decorando cada grano comprimido

de asfalto.

Donde cunden las sirenas

fue la fiesta nauseabunda

que negó

y reconvirtió

al cerrar la puerta.


TARDE DE DOMINGO

Bajo el marco de la puerta

es una esponja húmeda

que se escurre:

“Lo que nos diferencia

es que tienes a tu hijo

mientras que yo

perdí a los míos”,

dice mi padre.

Desearía cerrar la puerta

junto con las otras

que las polillas

no han podido clausurar.