martes, 24 de diciembre de 2013

Voces desde el centro del mundo


Voces desde el centro del mundo. Actualidad del cuento del Ecuador (2013), editado gracias al apoyo conjunto del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana, la Embajada del Ecuador en Colombia y el sello colombiano Con las uñas, no es una muestra más de la narrativa nacional, porque en esta selección (cuya responsabilidad está en Guido Tamayo) está gran parte de esa generación de treintañeros que representan actualmente al país desde la literatura.

Los trabajos y autores incluidos son: El monumento a Lincoln de Jorge Izquierdo, Analepsis de Andrés Cadena, La piscina de Augusto Rodríguez, Difícil de Esteban Daniel Mayorga, Al otro lado de la puerta de Maríagusta Correa Astudillo, La entrevista de María Auxiliadora Balladares, El piloto de Luis Alberto Bravo, No señor no de Luis Borja, El show de los muertos, pt. 2 de Eduardo Varas Carvajal, Las mujeres cambian de Solange Rodríguez.  

Pero las historias que sobresalen son: la perturbadora Todas las primeras veces de Elías Urdánigo, la amoral, incorrecta y nabokoviana Sara de Marcela Noriega, la caótica y oscura Vía cariño de Edwin Alcarás, la desesperante y ¿terrorífica para los escritores? La culpa fue del chachachá de María Fernanda Ampuero, la exagerada y enfermamente divertida La puta madre patria de Miguel Antonio Chávez, y la decadente y bestial El lugar de los hechos de Juan Fernando Andrade.

Sí, no están todos los que deberían estar, faltan más autores, más historias, pero lo que no se le puede negar a este libro es que en sus páginas está un excelente compendio de narradores, y así como lo dice Tamayo en la presentación: “(…) estas voces nuevas desde el centro del mundo, no solo merecen ser leídas, sino que es un hecho de flagrante ignorancia no gozar de sus escritos”.  
 


viernes, 20 de diciembre de 2013

Un viejo practicar de los crueles




Por José Loor

A través de su poemario BLOODY CITY. Solicita pública rendición de cuentas a las autoridades de una ciudad donde ciertos personajes están en la construcción de una propuesta de antivalores como es “La carnicería” en el mercado de valores, que es nada menos ni nada más que la propuesta del bisturí, que quien lo usa lo hace tan natural como un verdadero carnicero. De tal forma que en esta área del mercado de valores se desarrolla una trama dramática donde la sangrienta faena, viola los derechos de la Fauna Poética, posiblemente sin espíritu, donde la ciudad no deja de ser aldea.
Una ciudad que se desarrolla en infraestructura física, económica, consumismo y que se vuelve caótica porque no va creciendo a la par con lo social.
Un nuevo punto de vista de Cuzme de un viejo practicar de los crueles, escrupulosos de osos en el bosque, donde la trampa no sabe nada de osos ni el oso quiere caer en la trampa, sin embargo el oso está atrapado. La trampa es la apatía del colectivo urbano hacia los problemas del planeta, por ejemplo: la bomba atómica.
Los sentimientos de Cuzme están desnudos en la crueldad, lo escrupuloso, lo malvado, el horror y lo oculto de sus sentimientos, está en el otro lado del puente, su amor, únicamente se ha puesto en el otro lado, para provocar poesía.
Se refiere a un animal sin espíritu donde todo es lavable, todo pasa, donde no hay memoria colectiva en esta área del mercado, donde los mercaderes del caos entran y salen de la ciudad, donde la apatía, el importimismo colectivo en este tema, reina.
Alexis enfoca en su diálogo un pasado, un presente y un futuro, que no quiere que pase y se lave y por medio de estos versos está construyendo huellas de sangre, que van marcando, que dejan cargas emocionales y mentales en los directos perjudicados y en la colectividad de una ciudad de muchos vecinos, ciudadanos amordazados a una realidad que crece en la medida que la población, su infraestructura física, economía y consumo se desarrolla.
La poesía de Alexis no tiene mordaza ya que está ligada a una cultura de sangre que nos presentan día a día en los periódicos, radio, tv, en la crónica de sangre en primerísimos planos y en primeras horas como las buenas noticias de la mañana.
Encuentro en la poesía un grito desgarrador, devastador de rebeldía que dice ya para, yo también vivo aquí, esta es mi urbe  y me encanta el lenguaje universal,  la música. Por favor denme paz, seguridad para interpretar la música.
El autor a este poemario le ha puesto sus propios tonos, las aguas del firmamento del mar les cambió de color, a rojo, a negro, a púrpura, el entrelubricán lo volvió sombrío, fúnebre, la bóveda celeste se marchitó y la trama la fusionó con la urdimbre.






El sol dejó de salir y las sombras se apoderaron del espacio, convirtiéndose en Materia. Alexis creó sus propios truenos, relámpagos y ha hecho de la tempestad más escalofriante para mostrarnos una realidad que de pronto nos parece normal, a tal punto que algunos comentan que el día que los periódicos no anuncian muertos no hay buenas noticias.
Introdujo letras de diferentes colores a una botella y la agitó antes de usar la mescla y como resultado las letras formaron frases turbias y esas las plasmó en el papel, que bondadoso permitió los rasgos y estilos de escritos con tintas juntas, de piel y de sangre.
Cuzme nos permite observar  la degradación, no solo de cazadores de osos que comercian carne para el circo, también los carniceros que utilizan el bisturí para faenar la carne y otros tipos de mercaderes que usan la misma gata, no más que revolcada.
Una autoridad que es responsable por la ciudad y que sin embargo le da la lo mismo mirar las caras de los ahogados y al otro día amanece la playa limpia sin salvavidas y a quién le importa que al otro día en la aurora el agua sea ocre, roja o negra y es ahí donde Alexis con su memoria fotográfica, capta una realidad multicolor para convertirla en poesía.
¿Será que Alexis se queda exhorto en cosas que nadie más podría ver como las viejas historias que significan algo, pero quizás no exactamente lo que se dice?
(Lectura al poemario Bloody city, Marfuz ediciones, 2009)

jueves, 19 de diciembre de 2013

Salvaje matemango


¿Cuánta vigencia tiene actualmente el fanzine?, ¿En verdad continúa siendo ese espacio de ultimátum y recurrente para los artistas incomprendidos?, ¿Cómo se logra llegar más allá de un escaso tiraje y una distribución al margen? Todas estas preguntas me las he vuelto a formular tras leer LA MATEMANGO, proyecto fanzinero del que participan Gonzalo Rincón, Seng Von, Joti Vásquez, Santos Feijó y Giarcovich. Algunos de ellos escritores a los cuales he seguido la pista, los otros dibujantes cuyo estilo empiezo a reconocer.

Chocante, salvaje, localista (Guayaquil como escenario constante) con un humor negro corrosivo, intelectualoide y sobre todo aferrado a la cultura popular desde ídolos ochenteros casi olvidados (si les dice algo María Conchita Alonso y Silvana, están en onda). Así se mueve La Matemango en este ¿primer número? atemporal y rebelde, con una estentórea R (desde su portada) advirtiendo a cualquier incauto que de con ella y se atreva a escandalizarse entre sus páginas.




Sexista, machista, pornográfica, tosca, irónica, cualquier calificativo que esté relacionado con el escándalo puede encajarle. Porque la propuesta de este medio es la de reconocer a esos personajes cotidianos que viven en los amigos, vecinos y desconocidos. Explotar sus perlas:

“¿y si le propongo a mi vecina que baile perreo conmigo? así se la pongo y le evito el sentimiento de culpa…”  

“Un hombre jamás podrá sentir el placer de una doble penetración.”

“Pero una mujer nunca sabrá lo que es dar y recibir a la vez…”

La Matemango aún anda circulando entre pequeños grupos que hacen cortinas de humo con su mango, y así es mejor, ser aquel trozo de creación-daga-metralla al que los lectores se irán sumando como virus. Yo ya estoy infectado.






 


sábado, 14 de diciembre de 2013

Moshpit

Panelistas. Foto cortesía de Vanessa Paredes.



Una noche, mientras regresaba a mi casa después de un concierto local, tras haber entrevistado a los integrantes de una banda, analizando las respuestas ante cada una de mis preguntas, descubrí que no sabían lo que querían; que ignoraban muchas cosas respecto a lo que pretendían hacer, que vivían dentro una burbuja alucinada y que en cualquier momento aquella burbuja -herida y pútrida- explotaría y los estrellaría nuevamente con el mundo: cruel, despiadado y burlón ante inexpertos como ellos.  
Allí surgió Moshpit: una obra directa, personal, apoyada en la experiencia de un  periodista. Reconociendo las falencias que todo músico metalero tiene al principio: ese derrotero ensimismado como medio para exteriorizar la ira y traumas personales (que no lo es todo).  
 



En este libro no van a encontrar a un músico hablando desde su experiencia, aquí solo está una voz: personal y casi imparcial, que ha visto por varios años desde la masa llamada público, que ha compartido con las bandas después de desconectarse, que ha estado vinculado al proceso de crecimiento y también caída de muchos proyectos rockeros y metaleros de la ciudad, que ha viajado y reporteado acontecimientos claves en la vida de varias agrupaciones. Y que también ha sido testigo de la irresponsabilidad e inmadurez de muchos, con proyectos que no llegaron lejos y que tal vez ahora nadie recuerda.
No es un libro completo, puesto que existen varias fisuras propias de un no músico, de un no compositor, pero el mérito del libro (si es que me permiten el momento ególatra) es ser la primera obra que aborda el tema, de atreverse a decir lo que debió, debe o debería corresponderle a un músico.
Y es que Moshpit como lo anuncia la introducción, fue pensado y escrito para toda aquella comunidad de rockeros y metaleros de jóvenes que están fraguando proyectos, que han decidido hacer música y dejar un legado. A ellos va este libro. Porque son ellos los que constantemente fallan en uno de los capítulos con los que empecé este trabajo: la promoción. Un tema que va más allá de tener presencia en las redes sociales y que más bien responde decisivamente en el capital social que posea una banda: todas aquellas conexiones que puedan visibilizarlos en su panorama, y sobre todo la tarea de profesionales en el área de la comunicación. No es fácil, pero este libro ofrece herramientas, quizás obvias, pero que no han sido utilizadas y potencializadas desde las bandas.   





Pero Moshpit no ha terminado con su publicación, todo lo contrario, ha sido tras la difusión de este trabajo que han empezado nuevas reflexiones en torno a lo ya escrito, ¿Qué pasó con aquellas bandas que lograron un momento de “gloria” pasajera y luego desaparecieron del contexto musical?, ¿En qué fallaron?, ¿O aquellas que decidieron que sus proyectos no los identificaban y los rechazaron para aventurarse a otros géneros?, ¿Dónde quedaron aquellos temas que compusieron muchas agrupaciones y que jamás grabaron?, ¿Cómo lograron, pocas bandas, salir de su contexto local y llegar a otros espacios geográficos del país?, ¿Por qué ciertos géneros dan la impresión de tener más acogida entre la comunidad local?. Son interrogantes que esta noche espero logren un acercamiento desde la experiencia de los invitados: rockeros y metaleros con recorridos propios, algunos cercanos y otros distantes entre sí, pero cada uno con una visión particular de cómo tener una banda y no morir en el intento.
(Texto leído en la presentación de Moshpit en Manta: auditorio de la Facultad de Comunicación de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. Jueves 12 de diciembre de 2013).

Manta, 12 de diciembre de 2013