sábado, 14 de diciembre de 2013

Moshpit

Panelistas. Foto cortesía de Vanessa Paredes.



Una noche, mientras regresaba a mi casa después de un concierto local, tras haber entrevistado a los integrantes de una banda, analizando las respuestas ante cada una de mis preguntas, descubrí que no sabían lo que querían; que ignoraban muchas cosas respecto a lo que pretendían hacer, que vivían dentro una burbuja alucinada y que en cualquier momento aquella burbuja -herida y pútrida- explotaría y los estrellaría nuevamente con el mundo: cruel, despiadado y burlón ante inexpertos como ellos.  
Allí surgió Moshpit: una obra directa, personal, apoyada en la experiencia de un  periodista. Reconociendo las falencias que todo músico metalero tiene al principio: ese derrotero ensimismado como medio para exteriorizar la ira y traumas personales (que no lo es todo).  
 



En este libro no van a encontrar a un músico hablando desde su experiencia, aquí solo está una voz: personal y casi imparcial, que ha visto por varios años desde la masa llamada público, que ha compartido con las bandas después de desconectarse, que ha estado vinculado al proceso de crecimiento y también caída de muchos proyectos rockeros y metaleros de la ciudad, que ha viajado y reporteado acontecimientos claves en la vida de varias agrupaciones. Y que también ha sido testigo de la irresponsabilidad e inmadurez de muchos, con proyectos que no llegaron lejos y que tal vez ahora nadie recuerda.
No es un libro completo, puesto que existen varias fisuras propias de un no músico, de un no compositor, pero el mérito del libro (si es que me permiten el momento ególatra) es ser la primera obra que aborda el tema, de atreverse a decir lo que debió, debe o debería corresponderle a un músico.
Y es que Moshpit como lo anuncia la introducción, fue pensado y escrito para toda aquella comunidad de rockeros y metaleros de jóvenes que están fraguando proyectos, que han decidido hacer música y dejar un legado. A ellos va este libro. Porque son ellos los que constantemente fallan en uno de los capítulos con los que empecé este trabajo: la promoción. Un tema que va más allá de tener presencia en las redes sociales y que más bien responde decisivamente en el capital social que posea una banda: todas aquellas conexiones que puedan visibilizarlos en su panorama, y sobre todo la tarea de profesionales en el área de la comunicación. No es fácil, pero este libro ofrece herramientas, quizás obvias, pero que no han sido utilizadas y potencializadas desde las bandas.   





Pero Moshpit no ha terminado con su publicación, todo lo contrario, ha sido tras la difusión de este trabajo que han empezado nuevas reflexiones en torno a lo ya escrito, ¿Qué pasó con aquellas bandas que lograron un momento de “gloria” pasajera y luego desaparecieron del contexto musical?, ¿En qué fallaron?, ¿O aquellas que decidieron que sus proyectos no los identificaban y los rechazaron para aventurarse a otros géneros?, ¿Dónde quedaron aquellos temas que compusieron muchas agrupaciones y que jamás grabaron?, ¿Cómo lograron, pocas bandas, salir de su contexto local y llegar a otros espacios geográficos del país?, ¿Por qué ciertos géneros dan la impresión de tener más acogida entre la comunidad local?. Son interrogantes que esta noche espero logren un acercamiento desde la experiencia de los invitados: rockeros y metaleros con recorridos propios, algunos cercanos y otros distantes entre sí, pero cada uno con una visión particular de cómo tener una banda y no morir en el intento.
(Texto leído en la presentación de Moshpit en Manta: auditorio de la Facultad de Comunicación de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. Jueves 12 de diciembre de 2013).

Manta, 12 de diciembre de 2013

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