Panelistas. Foto cortesía de Vanessa Paredes. |
Una
noche, mientras regresaba a mi casa después de un concierto local, tras haber
entrevistado a los integrantes de una banda, analizando las respuestas ante
cada una de mis preguntas, descubrí que no sabían lo que querían; que ignoraban
muchas cosas respecto a lo que pretendían hacer, que vivían dentro una burbuja
alucinada y que en cualquier momento aquella burbuja -herida y pútrida-
explotaría y los estrellaría nuevamente con el mundo: cruel, despiadado y
burlón ante inexpertos como ellos.
Allí
surgió Moshpit: una obra directa, personal, apoyada en la experiencia de
un periodista. Reconociendo las
falencias que todo músico metalero tiene al principio: ese derrotero
ensimismado como medio para exteriorizar la ira y traumas personales (que no lo
es todo).
En
este libro no van a encontrar a un músico hablando desde su experiencia, aquí
solo está una voz: personal y casi imparcial, que ha visto por varios años
desde la masa llamada público, que ha compartido con las bandas después de
desconectarse, que ha estado vinculado al proceso de crecimiento y también
caída de muchos proyectos rockeros y metaleros de la ciudad, que ha viajado y
reporteado acontecimientos claves en la vida de varias agrupaciones. Y que
también ha sido testigo de la irresponsabilidad e inmadurez de muchos, con
proyectos que no llegaron lejos y que tal vez ahora nadie recuerda.
No
es un libro completo, puesto que existen varias fisuras propias de un no
músico, de un no compositor, pero el mérito del libro (si es que me permiten el
momento ególatra) es ser la primera obra que aborda el tema, de atreverse a
decir lo que debió, debe o debería corresponderle a un músico.
Y
es que Moshpit como lo anuncia la introducción, fue pensado y escrito
para toda aquella comunidad de rockeros y metaleros de jóvenes que están
fraguando proyectos, que han decidido hacer música y dejar un legado. A ellos
va este libro. Porque son ellos los que constantemente fallan en uno de los capítulos
con los que empecé este trabajo: la promoción. Un tema que va más allá de tener
presencia en las redes sociales y que más bien responde decisivamente en el capital
social que posea una banda: todas aquellas conexiones que puedan visibilizarlos
en su panorama, y sobre todo la tarea de profesionales en el área de la
comunicación. No es fácil, pero este libro ofrece herramientas, quizás obvias,
pero que no han sido utilizadas y potencializadas desde las bandas.
Pero
Moshpit no ha terminado con su publicación, todo lo contrario, ha sido tras la
difusión de este trabajo que han empezado nuevas reflexiones en torno a lo ya
escrito, ¿Qué pasó con aquellas bandas que lograron un momento de “gloria”
pasajera y luego desaparecieron del contexto musical?, ¿En qué fallaron?, ¿O
aquellas que decidieron que sus proyectos no los identificaban y los rechazaron
para aventurarse a otros géneros?, ¿Dónde quedaron aquellos temas que
compusieron muchas agrupaciones y que jamás grabaron?, ¿Cómo lograron, pocas
bandas, salir de su contexto local y llegar a otros espacios geográficos del
país?, ¿Por qué ciertos géneros dan la impresión de tener más acogida entre la
comunidad local?. Son interrogantes que esta noche espero logren un
acercamiento desde la experiencia de los invitados: rockeros y metaleros con
recorridos propios, algunos cercanos y otros distantes entre sí, pero cada uno
con una visión particular de cómo tener una banda y no morir en el intento.
(Texto leído en la presentación de Moshpit en Manta: auditorio de la Facultad de Comunicación de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. Jueves 12 de diciembre de 2013).
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