viernes, 15 de septiembre de 2023

Un modelo necesario de imitar

Un enano convertido en héroe no era algo de todos los días, sin embargo, la primera vez que recuerdo haber visto Willow (1988), era un niño, y ese niño noventero se tomó a pecho la presencia de esta persona pequeña que a penas podía moverse en su comarca y en el bosque, que parecía frágil y víctima de bulling, y que, contradictoriamente, resultaría alguien valiente enfrentando a los horrores de su época: brujas, monstruos y guerreros salvajes y sanguinarios.

Hace poco regresé a verla, porque los recuerdos que tenía de ella eran vagos, habían pasado más de treinta años desde la primera vez. Entendí que aquella heroicidad impartida desde esta historia me sirvió de algo: enfrentar al mundo adulto siendo niño, luchar contra las injusticias alrededor (por mínimas que estas se presentaran), intentar ser un “héroe” para los más cercanos y desprotegidos, tal vez alguna de mis mascotas a quienes terminé fallando y nunca protegí del todo.


Y es que un enano intentando salvar a una niña y con ello evitar la destrucción de la vida y paz de su mundo no es nada fácil, una responsabilidad asumida con agallas, aunque la realidad diga que no es posible, aunque la burla de los otros sea un coro que erice y haga dudar de las propias fuerzas. Pero ahí estaba Willow, moviéndose a paso lento, intentando convertirse en un mago, protegiendo con su vida a alguien más desvalido. Ese modelo siempre será necesario de imitar.