miércoles, 23 de septiembre de 2009

El regreso del trompo


A Samuel, cuando lo alcance la moda

El trompo jamás fue mi juego favorito, de niño siempre preferí cosas más arriesgadas como caerme de cabeza, de espalda o nalgas al intentar dominar una bicicleta, una patineta o un par de patines. La moda del trompo nunca me llegó, me mantuve a salvo. Pero no por mucho tiempo, porque el trompo siempre vuelve.

Han pasado tal vez cinco años, no lo había vuelto a ver cerca de mí, nadie recordaba sus trucos, los niños tenían cosas mejores que hacer como ver a Ben 10 en la televisión transformarse en algún alienígena de nombre raro, desgastarse en una lucha casi interminable en una obra surrealista de Play station, o como otras generaciones de niños volver a reírse de los chistes aburridos de El Chavo del 8.

Ha vuelto, lo vi nuevamente hace un mes en las manos de un pequeño vecino que torpemente me recordaba a mí, para entonces era todo un caso crónico quiñando constantemente su juguete recalentado. Ahora un mes después el trompo se ha multiplicado en docenas invadiendo las escuelas y barrios de la ciudad.



Un repetitivo “eres picado” me saca de mi casa, en el callejón cuatro niños, entre ellos mi vecino, disputan una competencia fugaz. Todos conocen el trompo y sus trucos, todos son expertos en su medida.

Isaac Véliz (7 años), mi vecino, dice saber más que el resto, me habla del “tira y jala”, del “dormilón”, del “baile en la mano” como si fuera su lección oral. No le paro mucha bola hasta que comienza a demostrármelo, entonces SÍ que le creo, con todo y su lámpara de ser el mejor. “Solito aprendí, solo practicando” me cuenta entrecortado mientras corre tras el trompo en el aire para hacerlo posar en su palma derecha.

Alexander Bonilla (8 años) le sigue, sabe los mismos trucos, pero es más veloz, yendo y viniendo con su juguete dando vueltas en el aire, recorriendo un puente delgado construido con la piola. “En mi escuela nadie me gana, a todos los apaleo” le dice a sus amigos y les suelta con toda su fuerza el veloz trompo sobre los suyos.

Las cosas han cambiado, los trompos de madera son objetos clásicos, el plástico también atrapó a este juguete, que luce colores vivos y distintas formas, y un precio cómodo para su masificación.




“Dale Manuco, cara de tuco” le dice Isaac a Manuel Holguín (10 años), que lía su piola rápidamente sobre su juguete morado, luego lo lanza y falla, la piola es un problema, tal vez la técnica, siempre hay excusas para no hacerlo girar como se quisiera. Y mientras intento aprenderme, de tanta observación, los movimientos de sus manos, Joel (7 años, que jamás entendí bien su apellido) lanza su juguete sobre los adoquines del callejón, baila a lado de mi pie derecho y luego se desvanece en una grieta repleta de arena.

Les digo que antes de que continúen jugando me regalen una foto de los cuatro, que los haré famosos en la prensa, que tal vez los haga publicar en un libro, o los difunda en internet. Se emocionan, me alisto, los atrapo en la pantalla de mi cámara, luego los sigo en sus peripecias. Liar, lanzar, protestar, volver a liar y lanzar hasta conseguir el éxito. Todo he fotografiado.

¿Hasta cuándo seguirán jugando al trompo? Le pregunto a los cuatro, “siempre, nunca me cansaré”, “¡uf! hasta grande” me dicen coincidiendo en sus respuestas, ignorando que este juego se irá o los aburrirá. Quizás el nuevo álbum de Dragon Boll Z les interese más, tal vez alguien como yo les cuente sobre patinetas y patines, a lo mejor (y si la crisis lo permite) consigan Monopolio Ecuador y cambien las tardes soleadas del callejón por una sombreada sala donde una tabla, un dado y una historia complicada de compra, venta y embargues los hará olvidar ese objeto que hasta hace poco veían girar y salpicar trozos de plástico.






miércoles, 16 de septiembre de 2009

El amor y la soledad desde dos polos


Rossana es una psicóloga, una intelectual que todo pretende teorizar: la existencia, el amor, el desamor, la soledad. Una lectora y también escritora, la típica mujercita formal y antifemenina a la que la razón y seriedad pretenden sepultar. Es lesbiana, pero además de su ex pareja y su mejor amiga, nadie más lo sabe. Es una escritora que analiza al matrimonio entre un hombre y una mujer como base fundamental de la familia.

Su mejor amiga es María Rosa, es todo lo contrario: mujer corriente, coqueta, muy femenina para los hombres, resbalosa, casi una perra (para los que busquen una idea más precisa), obsesionada por la preparación de un soufflé, por el amor, abandono y desamor de su esposo.



Ambas son las representantes del amor desde dos faces: el heterosexual y homosexual, que conviven en este melodrama del grupo teatral de Portoviejo Contraluz que ha titulado Soufflé de rosas. Una obra cargada de clichés y prejuicios que buscan acertadamente mostrarnos un campo conocido: la homosexualidad, su aceptación y convivencia.

Rossana (Melissa Muñoz) y María Rosa (Juana Rosa Zambrano) brindan a los personajes toda la carga emocional necesaria para debatirse entre amigos, pacientes y lectores (Roxana) y esposo, madre y amigas (María Rosa). Problemática desesperada donde el amor -del tipo que sea- intenta ser el ultimátum para el dolor existencial. Donde el silencio y los secretos no pueden mantenerse ocultos y se exponen en el peor de los circos: la televisión (mediante un talk show que devasta al personaje gay y lo arrastra al juego de la contradicción)




Entonces los símbolos como un paquete de barajas (representación de que ambos personajes juegan por el amor) un ramo de rosas (signo arraigado del amor y la esperanza) un soufflé (el cambio y la superación individual) vuelven a la trama fácil en su desarrollo y sencilla en sus elementos discursivos: un alegato en defensa de vivir como mejor le plazca a una, a elegir el tipo de sexualidad que desee.

Obra entretenida (que sí, no escarba tan a fondo el tema del amor homosexual desde lo lésbico) que nos invita a reflexionar, que en momentos claves nos escupe los prejuicios que mantenemos ocultos y listos para soltar y que deja ver aún la influencia de sus maestros La Trinchera.

Las fotos son cortesía de Francisco Camacho.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Cine manabita bajo tierra


El reciente número (97) del periódico Ocho y medio, que por acá nos llega mediante el Macc cine, está reconfortante. Sí, por fin se está haciendo justicia con ese cine subterráneo realizado en distintas provincias y que solo se puede conseguir en los puestos piratas de cualquier parte. Es revelador este número que muestra a distintos productores y realizadores haciendo cine con presupuestos mínimos, conocimientos básicos de la materia y unas inmensas ganas. Así han funcionado muchas cosas en el país.

Me quedo con la entrevista a los cineastas choneros Fernando Cedeño (uno de los duros en aquel film popular llamado Sicarios manabitas) y Nixon Chalacamá (el Bruce Lee criollo -por sus actuaciones de lucha- que el mes pasado estuvo presentando en el Macc su película Tráfico y secuestro del presidente), con el informe de Miguel Alvear sobre el proyecto “Ecuador bajo tierra” (que presentará en Quito una muestra de este cine underground) y el acertado análisis de Patricio Burbano.




Cuatro películas Made in Manabí llegarán a Quito (que es como decir la cúspide de un trabajo nacido, sufrido, y desarrollado en provincia) Sicarios manabitas, El destructor invisible, Tráfico y secuestro del presidente y Barahunda en la montaña. Ahora lo malo es que estas mismas películas no tendrán su espacio en la cartelera local, me refiero a que en el mismo Manta (y por lo tanto Manabí) no se podrán ver estas obras. Es verdad que las dos primeras (Sicarios… y El destructor…) son best seller en los puestos de películas piratas y que una considerable población las ha visto, pero las dos últimas tal y como nacieron permanecen: subterráneas y desconocidas.

Lo que me hace recordar el trabajo de dos amigas titulado El cine en Manabí: una utopía con bases, que aparece en el próximo número de la revista libro Cyberalfaro, y que precisamente trata el tema de la fallida distribución nacional para películas de esta clase. De cómo se ha venido haciendo cine de bajísimo presupuesto y también como estos realizadores han encontrado las puertas cerradas en las salas que precisamente deberían darle el respaldo necesario.

Habrá que esperar hasta que la muestra de cine “Ecuador bajo tierra” se realice y nos enteremos del éxito o fracaso de las propuestas fílmicas. A que los trabajos investigativos en torno al tema empiecen a circular. Y sobre todo saber si las expectativas de estas obras calaron o no en el público.

Los fotogramas pertenecen a las películas Barahunda en la montaña y Un hombre y un río, cortesía de Carlos Quinto Cedeño.


jueves, 3 de septiembre de 2009

Soufflé para la tarde


Hace un buen rato que le sigo la pista (no tanto como en verdad quisiera) al grupo de teatro Contraluz, nacido en la UTM (Universidad Técnica de Manabí) y que de a poco va ocupando un lugar propio entre los otros dos exponentes representativos de la provincia: La Trinchera y Palosanto.

Tengo el privilegio de ser pana (de conversaciones, chupas y amanecidas) de una de sus integrantes, con quien al parecer me ha faltado más compromiso con su arte, puesto que la última vez que se presentaron en la ciudad no pude ser uno de los espectadores. Pero ahora no, estoy listo, armado de grabadora y papel para tragarme por entero el Soufflé de rosas (una obra a la que la inexistente crítica de Manabí no le ha dado el merecido trato) que presentarán a las 5 PM en la Sala de conciertos de la ULEAM.

Tengo unos datos breves de la obra: escrita por el dramaturgo guayaquileño Cristian Cortez, dirigida por Nixon García y Rocío Reyes. Y sobre todo que se trata de una obra galardonada con el Premio Nacional de Dramaturgia.

Mejor será que de deje de intentar analizar algo que aún desconozco y me vaya de una a ver la obra, tal vez mañana ya tenga qué decir. Aunque tal vez tenga demasiado que decir, porque en la noche Malayerba nos presenta nuevo trabajo y eso es otro acontecimiento para no dejarlo a un lado.