martes, 22 de abril de 2008

Una de amor sin sensiblería




Son contadas las películas cuyas tramas relacionadas al amor, a esa relación afectiva de dos personas, no caen en la detestable sensiblería que vuelve a un film una muestra llorona y aburrida. Lo que se argumenta se encuentra en El juego del amor, una entretenida y conmovedora historia donde las parejas protagonistas nos muestran la fragilidad de las relaciones cuando no hay un entendimiento apropiado y existen de por medio otras personas capaz de entender aquello que es difícil para unos; también cuando la compatibilidad entre dos es inmediata y duradera hasta la muerte; y, hasta esa búsqueda incansable por encontrar a la persona ideal que logre entender al perseguidor.

Tres historias conviven dentro de la trama, todas relacionadas al amor. Cada una diferenciada por las conflictividades que encuentran sus protagonistas, y que son vistas, aconsejadas y narradas por un personaje (Morgan Freeman) al que aparentemente la vida nada le ha negado, salvo el amor y entendimiento de su hijo muerto por una sobredosis. Es este personaje quien vuelve más interesante la trama, porque mientras las tres parejas, desde sus distintos espacios y conflictividades, intentan y viven el amor a su manera, el profesor que interpreta Freeman se debate entre negarse a la cátedra por temor a no saber aconsejar debidamente a los estudiantes que le recuerdan a su hijo o entregarse al trabajo y afrontar con valentía su propósito de consejero para que otros logren el apoyo en él.

Película capaz de tocar a todos los espectadores, o por lo menos a algunos, con la carga emotiva que trasmite. Y no necesariamente con la muerte de uno de los co-protagonistas, si no por ese constante enfrentamiento que demuestran los personajes, esas sufribles insistencias para lograr sus objetivos circundantes al amor, sin importarles los errores a los que se ven agobiados.

Contradictoriamente El juego del amor no es ningún juego para los personajes, que encuentran en este tema (y sobretodo sentimiento) la salvación y excusa para sus existencias, y donde probablemente los espectadores hallarán aquel film que les hacía falta consumir.





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