lunes, 21 de julio de 2008

El libro que no quisiéramos enfrentar




Oigo voces
más voces
que vienen a dar el sermón en mi pellejo
Freddy Ayala

Si retomamos las frases, aún no desgastadas, de que la poesía actual de Ecuador ofrece cada vez nuevos nombres y obras a la bibliografía nacional, enriqueciendo a ésta y aportando con el desarrollo de la lírica nacional, estamos bien, pero no simplemente por las publicaciones constantes, tanto independientes como colectivas (las llamadas “antologías” que agrupan a determinados poetas que muchas veces responden a intereses de grupos o de amistad y cuya parte negativa está en la relegación de poetas de importancia en el contexto nacional), si no por el trabajo y compromiso con la literatura que han demostrado los involucrados en la creación poética.

Es de reconocer que los grupos o colectivos literarios del país han logrado hacerse sentir. Lo han demostrado en la organización de encuentros poéticos y en la publicación de libros memorias cuyo propósito evidente ha sido el de la difusión de su obra como la de sus contemporáneos.

Es en este panorama de intensa creación, con altos y bajos en las múltiples y distintas obras que anualmente se publican y logran una circulación más o menos oportuna a otros poetas y lectores en distintas ciudades del país, que me encuentro con este Zaratana (2007, Drugos de la naranja) de Freddy Ayala (1983). Un libro de poesía no apto para las masas, porque la laboriosidad de las distintas composiciones que conforman esta obra nos atrae a un mundo con voz propia. Imaginemos estar frente muchos espejos y en cada uno de ellos encontrarnos deformados en cada mueca, parpadeo, sonrisa y llanto reflejados, así funciona este poemario, desconcertándonos hasta la médula de la razón, arrancándonos la certeza de saber que podemos leer entre líneas todo un mundo experimentado, pero reconociendo en el fondo que el terreno está minado y no conocemos el camino adecuado para salir a tiempo.

Poesía hermética y sobrepoblada de símbolos, con la particularidad de poseer una riqueza de lenguaje. Ayala no es un poeta a la ligera, existe compromiso con su trabajo poético y eso lo vuelve un autor para seguirle la pista. Personalmente he leído fragmentos de su nueva obra (Mi padre en las rieles de Sumpa) y continúa el mismo sendero, sin embargo ahonda en una mayor sensibilidad: “pensaba en la señal roja del dedo de mi padre / cuando se desbarataba de un anillo”.

Zaratana es el libro que no quisiéramos enfrentar en un solo combate, porque su fuerza abstracta es superior, por ello para ganarle en la lid comprensiva hay que irlo machacando de a poco hasta arrinconarlo a nuestro entendimiento.
Como anexo comparto el poema I perteneciente al apartado kamastro de matuta:

Tu sino escucha rieles oxidados
himnos de granizo
El tiempo se aferra a mi costumbre
pretendo evitar la cárcel
donde se condena el antifaz

Tu silbido se asfixia
la basura ya no vuela
te escribo desde el techo
de cabezas rodantes
“mis días no fuman calendarios”
Estoy sujeto
al predicado de la pesadumbre
impedido de morar en tus mundo
¡abogada de mis remedios!;
supongo tocar el cardumen
de palabras que guardas para mí

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