No recuerdo la primera vez que vi una película de Woody Allen, pero sí rememoro una imparable risa e intensas pausas de reflexión para intentar analizar qué mismo era lo que había pretendido decir el loco ese. Títulos específicos no atino, tal vez solo imágenes de alguna caracterización donde es un espermatozoide y se plantea -cruda y crítica postura- el sentido de la vida, vista desde luego como un espermatozoide poco privilegiado.
De Spielberg en cambio tengo más clara su producción en mis recuerdos, desde I. T. (que hasta ahora no me sigue agradando) hasta películas mejor logradas como Color Púrpura donde en verdad se pasa como director.
Ahora los he reunido en mi expectación, dos estilos y temáticas alejadas, disímiles en sus apreciaciones de la realidad, pero en el fondo semejantes, unidos por el talento de hacer cine; perdón, excelente cine.
Match point: amor y muerte conjugados
Match point (2005) de Woody Allen no solo rompe el esquema al que nos tenía acostumbrado el director, con la carga de humor negro y sarcasmo incontenible, sino que nos revela una nueva faceta en su cinematografía. Allen, en este film, recorre los oscuros sentimientos y realidades del amor y el deseo, donde la muerte resulta ser una opción salvadora ante estilos de vida cómodos, ante la negativa de estancarse en ambientes sin mayor encanto.
La frivolidad y comodidad de un mundo casi privilegiado es una parte de la muestra a la que el director pretende –y lo consigue- fraguar la trama espeluznante a la que enfrenta al espectador, así todas las intenciones y falsos símbolos de encontrarnos frente a una simple y trivial película de amor, deseo y traiciones se torna oscura y desesperante, hasta el punto que personaje apacibles como Chris (Jonathan Rhys Meyers) logran un giro aterrador; así el personaje protagonista, como centro atentatorio, nos muestra a lo que el fracaso en el tenis (o cualquier otro deporte y en lo que sea) puede llevar a encontrar en el amor un refugio complaciente, sobre todo cuando este amor ofrece una cómoda vida burguesa.
En cambio Nola (Scarlett Johansson, cada vez demostrando mayor talento en sus caracterizaciones) como personaje de peso en la película, es además del símbolo del deseo esa ruptura indeseable de una vida matrimonial aparentemente perfecta, la de Chris. Es el pandemonium que intenta lograr el amor y la estabilidad emocional a pesar de la desgracia de otros.
La película no solo que mantiene a la expectativa al espectador, sino que no defrauda por la inclusión de un humor negro –aunque bien disimulado-, burlesco y extremadamente sutil que aparece en las escenas de mayor importancia en el film, demostrando que el fondo es un producto de Allen, y no porque el espacio geográfico se desarrolle en Inglaterra necesariamente se recurre a ese humor tan falto de comicidad.
Munich: la guerra eterna
Espectar Munich (2005) de Steven Spielberg no solo es enfrentarnos a un tema de interminable polémica a nivel internacional, sino que es la oportunidad para conocer una ruda –y que vista desde los implicados podría ser hasta ofensiva- crítica del tema israelita y palestino, de esa interminable guerra por la tierra, por esa promesa de suelo bendito por el que se mata, no solo en los mismos territorios sino fuera de ellos.
Es precisamente fuera del contexto en conflicto donde el director desarrolla la trama de la película, reflejando toda la maquinaria de espionaje y terrorismo internacional que existe en el planeta. Spielberg arremete con su crítica al poner en su personaje protagonista Avner (Eric Bana) los cuestionamientos del absurdo de pelear por algo –para el personaje- vano, donde lo único que se gana es la demostración del más fuerte.
El film parte del secuestro y asesinato de israelitas por parte de palestinos en un hotel de la ciudad de Munich, donde por motivos de las Olimpiadas del 72 se habían reunido. Pero es a partir de allí que el director avanza, arremete y juzga las masacres en nombre de fanatismos y venganzas.
Una película no apta para apasionados por el tema, donde las escenas dan el peso necesario para comunicar la violencia representada. Los argumentos son directos y definidos, aunque ronde el desencanto de encontrarse con escenas donde se nos recuerda que la percepción del tema es vista por un estadounidense y que esa visión está lograda como producto comunicacional occidental y no desde el centro mismo de la problemática.
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