martes, 3 de abril de 2007

Perinola o el amarteduele



La primera vez que escuché al riobambeño Víctor Vimos (1985) leer su obra, fue en el 2006, dentro del bar La Mulata de Tal, en Quito, con motivo del encuentro de poesía Garganta Profunda; desde ahí estuve convencido de que lo compartido con el público esa noche era poesía. Poesía cuyas temáticas en torno a los éxitos y fracasos amorosos, al canto reiterativo de la vida y a la mujer, sobresaldrían más allá del espacio donde el autor compartía sus íntimos versos. Casi a un año de aquel encuentro aparece su primer libro titulado Perinola, una colección de más de cuarenta micro relatos, cercanos a prosas poéticas, que confirman la sobresaliente obra de este autor.
Su texto más allá de ampliar el panorama de las letras ecuatorianas, resulta una obra refrescante donde el sarcasmo y la ironía conviven junto a historias cuyas tramas marcadas por el desamor, traición, y un ambiente subterráneo, son las propicias para que el narrador transite. Todo porque en Perinola se atenta contra las historias rosas, puesto que el escenario saturado de poetas y ebrios -salpicados por la melancolía y algo de rock-, recorren las calles, cuartuchos de hoteles y aceptan, consumen y desechan a mujeres fantasmas, dentro de una ciudad anónima que no da tiempo para entretenerse en arrumacos cotidianos.
Los micro relatos son precisos en sus objetivos de contar micro historias de micro vidas, dentro y fuera de micro escenarios, donde el amor o el sexo, las palabras o los cuerpos, logran capturar la esencia del sentimiento y placer. Y puesto que el autor nos transporta a rincones infestados por el desencanto, donde las mujeres -múltiples en sus deseos, ánimos, sometimientos y hasta rebeldías- como eje, son la materia principal de la cual se estructura el libro, se logra un cuerpo narrativo compacto, retentivo en cada oración, en cada figura llevada a situaciones finales compuestas de comicidad.
Libro que no solo se estanca en el encasillamiento de micro relatos, porque en cada historia la poesía fluye, los versos clandestinos incrustados entre las oraciones lo reafirman: “Desde este cuarto piso puedo abrir la boca y tragarme todas las luces, autos, montañas, pájaros y a ti, que deambularás confundida entre los ligueros de la ciudad.” Vimos ante todo es un poeta, que narra historias y escribe en nombre de la necesidad de amores idos ante la ausencia de amores presentes: “A veces la ciudad es tan fría que debemos volver a las cuevas, donde por un instante fuimos felices.” Por ello la poesía en sus micro relatos aparece convertida en prosas poéticas, ágiles y bien logradas: “De una pedrada voy a romper los cristales del cielo, para que sobre tu boca caiga un diluvio de ángeles herios.”
Un escritor que va en serio, definiendo un estilo, una voz propia para tomar más en cuenta dentro de la abultada jungla literaria del país. Y eso para jóvenes autores -cuya madurez creativa se presenta acelerada- es ya toda una empresa de responsabilidades y compromisos para con su trabajo y materia prima: las palabras.

UNA RAYA MÁS AL TIGRE
Mi vecina, doña Lupe, ni siquiera sospecha que ya empecé a saborear la frutilla que le creció, a la más pura de sus hijas, en medio de las vellosidades.
¡Ay mi suegrita! Apuesto que sigue convencida que lo único que hacemos juntos, es salir de la mano a romperle la cara a la luna a punta de versos.
Víctor Vimos

UNA FECHA CON TU NOMBRE
Conozco a los poetas que se juntan en grupitos afeminados, proclamándose los casi dioses entre letras patojas y malolientes; recitan sus ocurrencias para ellos y así se aseguran que no les falte aplausos; se buscan una máscara adecuada para las fotografías de periódicos y revistas, y han llegado al colmo de inventarse premios y adjudicarse versos ajenos.
Por suerte también conozco a los otros, a los que golpean con su lengua las estanterías del poder y desnudos atraen gaviotas y sirenas. Un día pueden ser galanes de cenicientas en biquinis y a la vuelta de la esquina, ciudadanos de a pie.
Ese es el otro lado de la medalla donde no brilla la savia podrida que destila la cursilería, sino las caricias turbulentas a las llagas de la realidad.
Víctor Vimos

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