miércoles, 11 de abril de 2007

Acerca de dos filmes españoles




Ente retumba en los parlantes de la máquina, su death metal absorbe toda posibilidad de ternura en mí y eso está bien, extremadamente bien, mientras Noemí, por detrás, me abraza y me dice, una vez más, cuanto me quiere, que quisiera fusionarse conmigo para jamás separarnos, que yosoytú y túsoyyo, y todas las frases aprendidas de algún libro de Hemingway. Volteo a verla ante tanta cantaleta rosa, sé que no miente, que su discurso es una interminable devoción por algo que cree.
-Intento escribir, le digo -sin ganas de argumentar: ¡déjame trabajar, esto es una avalancha asfixiante de querer, vuelve al libro, a Hemingway!. Pero dos palabras bastan para reducir el sentimiento-.
Me suelta y se aleja. Desde la habitación escucho (estridente, sombrío y colérico) a Total Death depredando el espacio con su doom, mientras me centro en recordar los filmes de la noche anterior, y redacto:

7 Vírgenes: la violencia urbana
7 Vírgenes (2005) de Alberto Rodríguez, es un film español que muestra la violencia urbana, donde las drogas, reformatorios, sexo y la constante búsqueda de la sobre vivencia -aunque ello signifique aplastar la confianza de otros- son el constante argumento del film.
Cano (interpretado por Juan José Ballesta) tras salir del reformatorio –por dos días, para asistir a la boda de su hermano- inicia con desesperación su vida donde la había dejado. Junto a su amigo Richi (Jesús Carroza) viven intensamente los dos días de libertad de Cano, entre hurtos, encuentros con amantes y amigos, visitas en antros, saqueos, conflictos familiares y rencillas callejeras.
El film en su propuesta y mensaje implícito logra llegar al espectador –si es que se logra comprender en su totalidad tanta jerga española-; la historia cercana al drama, nos presenta a un Cano en busca de respuestas y sentido a su existencia, sobre todo cuando valora la importancia familiar y de la amistad, e intenta asimilar lo caótico de su ruptura sentimental.
Un film desencantado por la continua crudeza de situaciones a las que los personajes se ven envueltos; reflejo de esa desadaptación adolescente donde prima la ignorancia familiar y los problemas se intentan solucionar con la evasión. Con un contexto urbano español que bien podría acoplarse a cualquier otro contexto con la misma clase de situaciones violentas a las que se ven acorralados sus personajes.
El final, como era de esperarse en esta clase de largometrajes, nos acerca a un caos del personaje protagonista: muere Ricci y él, Cano, decide no volver al reformatorio, comprende la importancia de empezar de nuevo. Todo simbolizado en su huída precipitada por las calles de la urbe.

Semen: una historia de amor
Semen: una historia de amor (2005) de Daniela Fejerman es una comedia romántica que desde el principio hasta el final mantendrá a la expectativa al espectador, y es que al ser una obra moderna, con todos los elementos capaz de acercarla al público acostumbrado a series televisivas cómicas (Friends, sobre todo), con toda su carga humorística y situaciones absurdas, no defraudará.
Serafín (Ernesto Alterio) como protagonista nos acerca a la apatía y pasibilidad de su vida, sin riesgos ni emociones extremas, a cuestas con sus traumas infantiles y recuerdos familiares que a la larga se tornan frustrantes, además cargando con un padre que ha perdido toda conexión con lo exterior, por la depresión y la resignación final hacia la nada.
Mediante su oficio –médico en una clínica de inseminación artificial- conoce a su paciente Ariadna (Leticia Dolera), la que logra que su patética existencia tome un nuevo y descabellado rumbo. Y es que tras perder el semen a injertarle a su paciente, opta por sacrificar el “suyo”, lo que desencadena situaciones conflictivas para el personaje, ya que ante su necesidad paternal -ella desconociendo que él es el donante de semen- comienza su odisea y comicidad (lo es para el espectador, si es que le divierte la tragedia ajena, pero tomada con harto humor) al pretender casarse con Ariadna y darle su apellido al niño, algo que no sucede y logra desencadenar más conflictos.Y entre situaciones radicales como: hurto de un niño (su supuesto hijo) de la maternidad, fabular con historias increíbles acerca de la paternidad adquirida, entre otras cosas, Serafín logra crear un entorno rosa, que al final del largometraje termina siendo eso: armonía total para la pareja y un cierre simple y predecible del film.