lunes, 26 de febrero de 2007

Babel: las historias vinculadas





Babel (2006) de Alejandro González, es el tercer y reciente film de uno de los directores mexicanos que ha sabido crear una marca registrada dentro del cine, no solo mexicano –que después de Amores perros lo abandonó, si es que se puede decir tal cosa- sino en todo el mundo.
La película en cuestión es una obra sobresaliente, tanto por los aprovechables espacios geográficos (Marruecos, Japón y México) en la que personajes ya comunes en los productos de González (esa introspección –matizada por el desconsuelo- en cada uno de ellos) se desarrollan sin complicación alguna en una historia que logra anexar a tres continentes (Europa, América y África) con solo un accidente con rifle.
Con un reparto que reúne a varios nombres conocidos dentro de la filmografía mundial como: Brad Pitt, Cate Blanchett, Gael García y Koji Yakusho - muy acorde a las exigencias de los espacios e historias-, que demuestran la calidad actoral que se espera de ellos.
Un largometraje que a muchos –sobre todo quienes no han visto ninguna producción anterior de este director- acercará a una obra cuya finalidad es de superar el producto anterior, por algo resultó ganadora del Festival de Cannes del año pasado.

Amores perros y 21 gramos como antecedentes
Para referirnos a la obra de Alejandro González primero hay que ver sus anteriores filmes como Amores perros y 21 gramos, dos películas que se asemejan en cuanto a estructura (por el tiempo no lineal), con historias cuyos ejes temáticos agrupan el desamor, desconsuelo, muerte y un hecho (siempre una tragedia, ya sea automovilística –como en los dos casos tratados- o que acontezca en carreteras, como el film que ahora nos concierne) que es el núcleo de la trama, lo cual sirve de ligadura entre las varias historias que se tejen y desarrollan alrededor; otra de las características de este director es la recurrencia en las bandas sonoras de instrumentos de cuerdas (véanse las dos películas por si se duda) que, a pesar de no ser un todo en sus películas, sí aparece mayoritariamente en las escenas más desoladoras.

Personajes unidos por la congoja
Hay una constante entre los personajes de Babel (sin olvidar a los ya conocidos en anteriores películas del mismo director): esa manía –de seguro es eso- de mostrar las peores pesadillas de cada uno de éstos, enfrentarlos a sus miedos, desnudarlos ante la problemática existencialista que los rodea, para de esta forma buscar el consuelo anhelado en personajes no tan frágiles y que resultan a la larga pilares -no tan fuertes ante la arremetida del resto-, que dan tranquilidad momentánea.

El tiempo como “estilo”
González ha hecho de sus filmes obras no lineales –sino más bien transponiendo las múltiples narraciones que forman un todo y aparentan desconexión-. Lo que en un primer momento (con Amores perros) resultó original (quizás no tanto con 21 gramos, que no por ello dejó de ser un buen largometraje) se repite en Babel; si partimos de la mera comparación nos daremos contra la monotonía de encontrar lo mismo en cada obra que lleve la firma de este director, pero más allá del simple prejuicio que salta a la vista, es de reconocer una especie de “estilo” en este mexicano, cuya constancia en la fragmentación de sus varias historias tiene como objetivo principal –de donde nuestra lectura logra aferrarse- el poder presentar un rompecabezas a historias que presentadas de forma lineal no causarían el mismo efecto que se logra al intercalarlas entre ellas. “Estilo”, idóneo para la continuación de su filmografía.

Tres continentes anexados
Sin duda lo sobresaliente de la película es la magnitud a la que nos transporta su director al hacer de un juego de niños (por los marroquíes que disparan) un “atentado” internacional que no solo es de interés de Estados Unidos, sino que relaciona a individuos de Japón, México y del mismo Marruecos. América (del norte), África y Asia reunidas por un incidente casual –y por demás causal- en medio de la nada, que nos revela una realidad ya conocida: la globalización, esa interconexión de la geografía más conocida con lugares recónditos donde hechos que involucren a potencias mundiales –económicas y políticas- pueden desatar la más increíble casería de brujas, todo para identificar culpables.

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