martes, 27 de marzo de 2012

Soy escritor y quiero imprimir




No hay nada de malo que existan exclusivamente editoriales encargadas de hacer realidad el sueño de todo escritor novel. Aquellas máquinas materializadoras del anhelo inmediato de cada autor.

Lo malo, esa cosa ridícula y de la que no se ha aprendido, es cuando el autor es estafado, cuando el trabajo editorial se reduce a un simple trabajo de diagramado, diseño de portada e impresión. Cuando, en realidad, el trabajo de edición (corrección de estilo, de prueba, asesoramiento de aquello que se dará a conocer al mundo) no existe.

Y lo peor de esta situación es reconocer que el autor, aquel que debería representar la indignación total, por lo pésimo que es el soporte de su obra (aquello por lo que se entiende dedicó parte de su vida) sonríe. Sí, es un fantoche que prefiere olvidar los errores, negarse a reconocer su condición de estafado, así que prefiere sonreír: en las fotos de presentación, en las páginas de cultura ligera que momentáneamente se han enfocado en él.

Ha logrado su objetivo: visibilizarse como escritor, ser una estrella en pleno amanecer (desapareciendo a cada instante) que ya no sueña con solo publicar, sino generar ventas, ser el nombre, ser la referencia.

Pero volvamos a la realidad de este personaje (que ha sido estructurado en base a algunos de los libros que me acompañan por estos días y que rotundamente no comentaré). Si su ópera prima resultó un trabajo pésimo, mediocre, recargado de errores, deberá empezar de nuevo. Alejarse de aquellas editoriales y sus “paquetes de edición”, escarbar más, llegar a donde cada autor creyente en su obra debe hacerlo. Hallar los servicios editoriales indicados (y mejor si es una casa editora quien lo acoge) lo salvará.

Aunque existe una salvación más inmediata: en las ciudades pequeñas, en aquellos cantones-pueblos donde aún cada publicación (de calidad o no) y cada autor (de talento o no) resultan el acontecimiento social, siempre el éxito está asegurado.

¡Bienvenida, literatura!

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