domingo, 11 de marzo de 2012

El pasado en soledad



Estamos solos; rodeados, pero solos. Únicos dentro de la masa, que avanza, que va contra, junto y detrás de nosotros. Somos la voz atrapada en un cuerpo que recorre entre la multitud; siluetas, pasos, nombres desconocidos en el anonimato general. Solos, solísimos, agarrados a una soledad como sombra.

Este cuadro es a grandes rasgos el eje central de Solos (Mar Abierto, 2011) del poeta ecuatoriano Xavier Oquendo Troncoso (Quito, 1972). Un trabajo que ahonda en uno de los mayores miedos de la humanidad: la soledad. Donde todo ego intenta suplir el vacío:

Yo me acompaño.
Me hago otras gentes.
Voy repartiéndome.
Una sola voz, p 14

Aquí estoy yo de solo, solamente,
incrementando el surco a la corriente
que escapa de su ostra mala traza.
Todas las voces, p 31

En estas soledades
me agito
y tomo un aire
que no alcanza a ser,
pero acompaña.
La soledad que se olvidó a Machado, p 122

La soledad como enfermedad, como pandemia de nuestro siglo, donde “no” estamos solos, donde pertenecemos a grupos y comunidades, donde nuestra voz es una voz aliada por cientos, donde la ilusión de la amistad persiste con fuerza desde las redes sociales.

Todo: las maletas. Los cuerpos.
Los tapices. El polvo. Los ríos.
El cóndor. El jaguar. Los vasos con sed.
La sed de los castaños.
El manzano aislado del invierno.
Todo: hasta el mosco que ahuyenta
nuestro sueño, se va, definitivamente,
al ducto sin salida de la soledad.
Una sola voz, p 19




Entonces Solos es un poemario propicio para nuestra década, necesario para este tiempo de espejismos de masas. Solos estamos y solos seguiremos; solos vamos entre las tribus; solos desde nuestra concepción del mundo; esta es la consigna de Oquendo, y no falla.

Cerca de la avenida repleta de silencios
viven todas las familias de los solos.
Todas las voces, p 26

Los solos se miran las pupilas
desde adentro, donde hay un laberinto
que termina en sí mismo.
Todas las voces, p 29

El solo está libre de impuestos,
no paga el iva de la ausencia.
Todas las voces, p 35

Poemario de intensa sensibilidad. Aterrador en los versos donde la soledad lo copa todo, donde la voz poética no reprocha, se acepta como es, y aferrada a su naturaleza de unidad se invoca para liberarse, pero en esta liberación se tortura en su recuento, donde un hijo soledad es igual a un padre soledad.

Hay un niño enfermo en mí
que me corroe
que se rompe y se manifiesta
en el exabrupto de mis horas secas.
De mis llantos secos.
De mi culpa seca.
Las cicatrices, p 55

El padre se verá halagado
por otro padre mayor
que en vano esperó en el hijo
su reflejo blanco.
La posta, p 65

“Todos hacemos el amor con el pasado”, sentencia Oquendo, y eso es precisamente lo que hace Solos: escarba en el pasado, en un pasado único, en un ayer de individuo, en un no presente solitario, donde la soledad, como protagonista, ha dejado marcas: únicos testigos de su poesía.

No hay comentarios: