miércoles, 1 de diciembre de 2021

Nunca un título es suficiente


 

I

La idea surgió en 2007. Tenía un espacio en el suplemento cultural del diario local, no me pagaban nada, escribía porque quería contar historias: pequeñas y tragicómicas situaciones que vivía y exageraba. Estaba en mi mejor momento, motivado más por la emoción de encontrar lectores que en propagar historias que perduraran. Era feliz y eso era suficiente para un muchacho de 27 años.

A finales de este año contaba ya algunas páginas de eso que había osado titular “Desde un rincón olvidado de ciudad”. Textos a medio camino entre crónicas, testimonios y fabulación total. Historias donde era una especie de héroe desencantado que recorría su ciudad y vivía el amor de una manera intensa. Un personaje al que no le importaba del todo la violencia que sofocaba, el miedo que le provocaba la palabra sicariato (que empezaba a instaurarse en el país) y el rugido de las motos como sinónimo de muerte.

El proyecto sucumbió. Dejé de escribir para el suplemento, y ya la ciudad me fue dando nuevos mensajes que no encajaban en lo anterior.

 

II

Cada cierto tiempo regresaba a las historias compiladas, y me aseguraba desde el ego más desenfrenado que estaban bien, que tal vez si las publicaba encontrarían lectores; que el humor que habitaba en las escenas necesitaba arrancar sonrisas, risas y quizás carcajadas en otros.

“Urbehell”, porque la ciudad era un infierno, ese era el retrato, más allá de las relaciones tumultuosas que se contaban, más allá de lo divertido que parecían ser los personajes, en el fondo arreciaba un terror desde esa urbe marcada por la inseguridad y la violencia.

Este título tampoco pasó la prueba de fuego. Un segundo editor la descartó como la abominación que era.  

 

III

Pocos han escapado, en reuniones alcoholizadas, de escuchar dos de mis poemas favoritos: 1, Poema de amor con una línea de Hemingway de José Emilio Pacheco; y, 2, Canción de cuna de Diego Lara. Por eso, y tal vez un montón de otras cosas, terminé usando uno de los versos del poema de Diego para retitular el conjunto de textos que desde su escritura y publicación habían madurado. Los personajes continuaban siendo los mismos, pero sus acciones o se suavizaron o radicalizaron.

Manta, en el tiempo que los textos reposaron, había mejorado en el tema de seguridad, pero una década después volvía a sus peores momentos; el festín para los medios de comunicación local y nacionales. Violencia que llegaba hasta a los centros comerciales.

Todas estas señales caóticas me dijeron que el momento había llegado, que ese conjunto de textos que intentaron ser crónicas, terminaban su recorrido transformados en relatos, con la estampa de ficción, para no herir recuerdos, para no ofender a quienes pudieran encontrarse con situaciones similares en las páginas de este libro al que decía lo integraba el amor, pero creo que amor era lo que más le faltaba.     

2020 fue un buen año para retomar y finalizar un proyecto que había empezado a gestarse en 2007.

No hay comentarios: