sábado, 18 de diciembre de 2021

Hay días en los que uno amanece y se da asco


 

Hay días en los que uno amanece, tras el movimiento nocturno del cuerpo, con la idea obsesiva de no ser uno mismo, de que otro lo habita, de ser un simple receptáculo de otras motivaciones y anhelos, de responder a las necesidades ajenas adictas al derroche de sonrisas. Ese ser que no se reconoce en su pasado.

Hay días en los que uno amanece, y las oraciones habituales no concuerdan con sus antecedentes parcos, al contrario, hay carretes de frases interminables que se van complementando con bromas sin malicia, en un aura de esperanza que cualquiera diría desde la intervención alucinógena.   

Hay días en los que uno amanece desfigurado, creyente de que todo lo malo y señalado horas antes, son apenas exageraciones, ridículas excentricidades a las que se dedicó mucho tiempo. Entonces la idea de que otro habita —porque si le ocurrió a John Malkovich todo es posible—, de que hay hilos invisibles que nos mueven a un antojo que no es compatible con lo que somos y perpetuamos, se vuelve creíble.

Hay días en los que uno amanece y se da asco, porque ese mundo rosa es un sabotaje a lo que se es y aprecia, así de simple.

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