martes, 18 de diciembre de 2012

Mi patria es el infierno



Mi patria es el infierno (El Conejo, 2012) de Calih Rodríguez, es un poemario donde lo necro (en sus figuras tétricas y sentimiento luctuoso) sadomasoquista y una alegoría al lado más torturante del cristianismo, son los temas a los que se aferra la voz poética.



¿Qué busca ahora Hades sentado en mis rodillas?

-busca otra muerte-

espero que se la mía.

(Elegía a mi hermano muerto, p. 66)



Con reiteración, el infierno (desde la visión de un católico expiando sus “pecados”) se refugia tanto en las historias que el personaje (una mezcla entre dos alucinados Morrison y Bunbury) revela, tanto como las que revela de otros (A Dylan Thomas o Segunda navidad para Rimbaud).



Yo por mi parte me confesaré un poco, y dejaré mis

pecados al cuidado de otro, ese otro lleno de infiernos

inventados, ese ser que está autorizado bajo la sotana

negra para justificar nuestras culpas.

(La misa del domingo, p. 43)



Pero también, esta poesía, en medio del luto, se vuelve una denuncia a la hipocresía del sistema (sobre todo de aquel al que se aferra para la purga).



Entonces estos poemas, sus títulos, historias, reflejan un infierno que se volvió una patria, una repleta de ausencias:



¿Cuántos amores muertos guardas en tu sexo?



Destrocé mi mandíbula de cera como mar vencido

Para cavar aullando el pozo invertido de tu entrepierna;

Nunca, nunca hay oro en las profundidades, amor mío.

(Sirena, pp. 32-33)



Ahora estás lejos, engordando en otros brazos, tratando de ser cada día menos mía.

(Página en blanco, p. 59)



Y que se concibe como un reducto final, un acabose:



Apocalipsys



De pronto la negra estela de sombra

Cubrió la ciudad infinita

El goce muerto del llanto y el bastardo

Desinterés por la vida opacaron el cristal

De los automóviles y las calles como

Espinas en un rictus de ahogada esperanza.

Tus manos temblaban en la mitad de mi rostro

Y mi rostro buscaba tus rodillas

-no podemos huir de la isla de los desesperados-

La oración del fuego limpiaba su condena

Entre escombros de banas profecías

No recuerdo tus últimas palabras, ni tampoco tus gestos.

Guardaré la imagen de tu muerte,

Como una cruz para mis ojos muertos.



Mi patria es el infierno, es un poemario oscuro, habita en el fondo de cada poema una historia de honda significación. Rodríguez puede refugiarse con ira y locura en las sombras. Su canto de llanto y rabia ha empezado a propagarse.

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