lunes, 24 de diciembre de 2012

Corporeidad y devoración en el espacio urbano


Freddy Ayala Plazarte, compartiendo su lectura en torno a Trilogía de la carne.



Por Freddy Ayala Plazarte


El espacio urbano es uno de los tópicos recurrentes que practica la literatura contemporánea, más aún al plantear visones de la realidad en torno a una poesía urbana en la construcción de identidades en Latinoamérica. Asimismo vale apuntar que la vanguardia indigenista y maquinista, hacia los 30, mantuvo adhesión con el espacio urbano, de modo que en Ecuador no hay excepción ni aislamiento del espacio urbano, uno puede escribir de un pasado primordial desde la ciudad o quizá, escribir de un suceso acontecido en un bar de la ciudad estando en una montaña, la poesía no deja de contener una dimensión urbana.

En el marco de esta tradición urbana incide la poesía del mantense Alexis Cuzme, como la de otros contemporáneos, porque se escribe en el espacio urbano. Y ahora nos presenta su último título denominado: “Trilogía de la carne”, que aglutina los poemarios como Club de los premuertos, Bloody city, y Legado de Carne, en los cuales el poeta configura una imagen violenta de su entorno, y por eso la carne, la muerte, el cuerpo, el sexo. Es de mencionar que en “Trilogía de la carne” el poema se plantea como un misántropo de su propio cuerpo, porque asume una identidad individualista que inspecciona el rechazo social, la negación de la completitud del cuerpo, como espejo profano del mundo.

En poemas como: Hedor, Sopor, Asfixia, Despojos, Manicomio citadino, Danza macabra, Corazones para la muerte, Vecindario, Black metal, Cruz invertida, Made in Satán, Negación, Al final de Sabat, Podemos mentirle al placer, Mi novia moribunda, se puede asumir la devoración del cuerpo-poético, cuerpo-social, cuerpo-yo. La poesía de Cuzme incita al lector a reintroducirse en el espacio negado y de los fluidos corporales para escudriñar en el poder siniestro de la otra realidad que proyectan los sentidos. 



Leyendo algunos poemas tras la presentación de Freddy.

Además, la poesía de Cuzme emerge como una resistencia al orden normativo de la sociedad, transgresión necesaria que practica el poeta, porque además defiende su lugar de enunciación; su condición de rockero le motiva poetizar, a resumir la existencia a la muerte a un síntoma de rebeldía, de sentirse vivo entre inertes realidades, no es el poema, ni el poeta el que está muerto, paradójicamente no es un lenguaje que invoca a tánatos, mas bien, es la excesiva recurrencia al ojo, la visión, el consumo, que se proclaman como actos profanos y mundanos de la realidad, es la sociedad que reproduce la decadencia de un tiempo comestible que devora cuerpos; un erotismo radical que enmaraña la sangre, el pus, la mentira, el sexo.


En este sentido, “Trilogía de la carne” es un libro que asalta la dimensión corporal y urbana, de las cosas, objetos y personas, si el poeta recurre a la violencia precisamente es porque la violencia es una dinámica constitutiva de la civilización; en los rituales, sacrificios, acaso la violencia divina ha generado una violencia profana. La violencia hacia el cuerpo funda la contradicción, de quien ya no quiere poblar ese cuerpo. En la poesía de Cuzme el cuerpo y el espíritu están separados, radicales, inconciliables. Quizá vale admitir, aunque suene contradictorio, espiritualiza la violencia.

La poesía de Cuzme es una contestación al tiempo de su cuerpo, a su espacio corporal, es una devoración permanente del yo para instaurar un yo caníbal, antropófago que se devora en la mirada del otro. Acaso es su natal Manta una ciudad tropical, marítima, donde transita la violencia, entonces aquí la poesía es un deseo, una queja, que le permite devorar marcas, cuerpos, miradas, placeres.




Junto a los broderes Cristian López Talavera, Agustín Guambo, Freddy Ayala Plazarte, Pedro Gil y Juan Secaira.

Es evidente que las ciudades contemporáneamente son el escenario donde se inscriben macro discursos como el género, la raza, lo étnico; relaciones sociales que establecen luchas simbólicas, intercambio de sentidos. En este sentido, Cuzme profana los valores morales de la ciudad y abre la experiencia de una corporeidad fragmentada, negada, abyecta, donde el poeta se mira a sí mismo en la fealdad de un tiempo, que es capaz de desnudar lo que calla el otro.


“Trilogía de la carne” establece un juego visual de lo profano y siniestro, aquí la ciudad es el escenario heterogéneo donde cohabita el malestar individual y colectivo. El repositorio de una sociedad cansada, vieja, que se actualiza en la medida que practica rituales de devoración y consumo. De modo que, pensar la ciudad en términos urbanos implica también pensar en quienes la habitan, más aún, las ciudades que habitan en cada interioridad, en este marco se puede considerar “Trilogía de la carne” como una experiencia visual para problematizar la corporeidad y el espacio urbano.


Y no obstante, en dicho espacio urbano y corporal la poesía se plantea como una resistencia que sobrepasa los límites de la rutina, de lo aceptado y no aceptado ante la mirada, “Trilogía de la carne” refuerza el poder siniestro de los sentidos, ese “yo interior” al que a veces se omitiría enfrentamiento entre civilización y barbarie. Alexis Cuzme desde un ambiente tropical proyecta el rostro urbano de su interioridad, es la poesía un estado de ánimo del mundo, porque quien escribe poesía funda las dimensiones entre el ruido y el silencio, lo material y lo espiritual, matiza el desencanto que siente un rostro ante el espejo, cuando ya no hay espacio para la niñez o la vejez del mundo, si se puede asumir que la infancia del mundo, fue tan antigua como la vejez que habita en la infancia de cada antigüedad.
(Texto leído el jueves 15 de noviembre en la presentación del poemario Trilogía de la carne, en el marco de la Feria Internacional del Libro Quito 2012, FIL'Q)

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