Se suponía que el peor lugar para un poema era quedar atrapado en un baño público, donde la urgencia por desechar la carga del intestino o de la vejiga no repararía en las palabras garabateadas en las paredes o detrás de las puertas. Pero se suponía, porque ayer mientras observaba uno de los tantos catálogos que ya circulan para el mes consumista que se nos avecina, encontré el verdadero peor lugar para un poema.
Esta bien que el Día de la madre y la poesía combinen a ratos, pero que electrodomésticos (incluidas ofertas) y poesía convivan juntos es una aberración. No es aceptable. La poesía merece su lugar, el que no es dentro de un desfachatado y lujoso catálogo (aunque los descuentos y las cuotitas sean tentadores).
Qué continuará después: poemas eróticos en lencería reducida para excitar a los amantes con problemas; condones con versos cartelistas para recordar que palo hay en todas partes; poemas románticos en etiquetas de licor para que los borrachines sientan el peso de la nostalgia (si alguna compañía licorera se roba la idea no olviden pasarme un billete. Se aplica también a compañías de cigarrillos); poemas modernistas en sogas, cachas de pistolas, etiquetas de insecticida y todo material propicio para el suicidio para que los protagonistas de historia de esta clase tomen fuerza en su momento.
No sé, todo puede suceder después de ver un poema en un catálogo de ventas.
1 comentario:
Prostituir la poesía;ádemas de creerla un mercantilismo fàcil,no es el peor lugar para el arte,sino para aquellos ineptos que no tienen máscara, ni un residuo de valores estéticos y cuelgan sus rostros ante las luces.De allí, lo que decía Quevedo-Libropesía!!!!
Materialismo barato!!
productos de conciencia caducada!!!
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