Es indignante el imaginar que tu hijo al perderse (o ser secuestrado) y al solicitar ayuda las autoridades encargadas de hallarlo solucionarían todo entregando al primer niño con algún mínimo parecido del ausente. Este es el argumento medular de El Intercambio, la película más reciente dirigida por Clint Eastwood, tan potente como sus otras, capaz de marcar al espectador, de sensibilizarlo y llenarlo de coraje hacia algunos de sus personajes.
Un film que apabulla, no sólo por ese giro radical de la trama una vez que entra en escena el impostor del hijo de la protagonista, sino por los hechos que van encontrando una relación alarmante y macabra. Desde el poder de la policía sobre todo y todos, hasta el hallazgo del asesino en serie de niños.
Angelina Jolie no es que sobresalga en su papel, a ratos se vuelve forzado, sobreactuado, no tan franco como el que desarrolla contrariamente Jhon Malkovich, imponente, arriesgado a descubrir las barbaries e infamias que la autoridad no acepta.
Si el objetivo de Eastwood era el de recordarnos las injusticias a las que estamos expuestos (sobre todo las mujeres), pues esta película lo hace, y de una forma escandalosa, sin dejar nada escondido. Arrastrándonos a las penurias de una madre marcada por el sólo hecho de ser mujer y estar en contra de las versiones oficiales, a las que debería someterse.
Y aunque el final nos enseñe que la justicia tarda en llegar, prefiero continuar creyendo que la justicia no ha llegado suficientemente a todos lados, que falta mucho por solucionar, mucho por aclarar, mucho por castigar. El intercambio es precisa en estos días, sólo eso.
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