domingo, 13 de junio de 2021

Un Popeye para retratar la violencia y el horror


 

Popeye, para toda una generación aficionada a las tiras cómicas y dibujos animados, será un nombre referencia de un marinero heroico siempre obrando para el bien y sobre todo defendiendo a su novia de todo mal acechante. Un marinero que se alimenta de espinaca para tener fuerza, y siempre está enfrentándose a Bluto, el villano que no se cansa de obrar contra él y su amada.

Pero, dentro de la literatura universal —y para muchos lectores no será novedad— existe otro Popeye, uno radicalmente contrario al héroe marinero; un villano, cruel y despiadado, a quien no le tiembla su mano para disparar contra todo aquel que considera un obstáculo a sus intereses.

Este Popeye, que consta como uno de los personajes protagonistas de Santuario (1931) de William Faulkner, no solo destaca por su alto grado de violencia, sino por un hecho en particular: la recurrencia de una mazorca de maíz para violar a Temple, la protagonista de esta oscura y grotesca historia.   

Un Popeye criminal e impotente, quien encuentra —y así lo describe la novela— una forma alternativa de poseer al cuerpo femenino victimado que mantiene sometido en un prostíbulo. Un Popeye para retratar la violencia y el horror. Una novela para lectores fuertes.    

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