Personajes atormentados, amor y celos, una mujer en la
cual giran hombres que no se conocen; hombres que odian otros hombres. Una ciudad
que como sombra engulle a quienes la atraviesan. Niños raptados y un temor que
crece en una urbe en la que no hay respuesta para tal atrocidad. Estos son
algunos de los elementos de Hoteles del
silencio (Pre-textos, 2016) la novela más reciente de Javier Vásconez
(Quito, 1946).
Jorge y Loreta protagonizan esta historia. Una donde
el amor y la duda aparecen a cada instante, porque mientras Jorge intenta
convencerse de que Loreta es la ideal, los celos por ella, por sus acciones y
ausencias lo van carcomiendo lentamente. Por otro lado, Loreta, aquel personaje
sensual y electrizante, ha regresado de España en busca de un amor que la
atormenta, un amor del cual lleva consigo su legado en su vientre, un amor del
que no ha podido escapar y que busca en la ciudad que la acoge.
La novela está atravesada por personajes fantasmales. Un
amor del que no se ha podido borrar las cicatrices; una madre (la de Jorge) que
recorre una casa, que muere entre sus paredes e historias de fracaso; un padre
alcoholizado que mira a la ciudad y la vida desde una orilla desencantada y
brutal; otra madre (la de Loreta) que es solo una herida que se recuerda con
miedo y odio.
Y la ciudad y sus espacios. Un laberinto donde los
niños desaparecen, donde el horror es un lamento que va perturbando con más
fuerza a sus ciudadanos. Donde casonas y hoteles acogen a sombras con nombres;
sombras que arrastran tras sí pesadillas que alimentan insomnios.
Foto tomada de https://elpais.com/cultura/2016/10/12/actualidad/1476283639_910227.html |
Pero Hoteles del
silencio tiene una particularidad, en ella hay un desdoble, el escritor
convertido en personaje:
“Fue el instante en que descubrí la fotografía del
escritor J. Vásconez volviendo ligeramente la cabeza hacia la cámara, sin saber
que Félix estaba a punto de capturarlo para siempre”. (p. 155)
“Volví a la fotografía del escritor J. Vásconez, con
su aspecto cansado y tenso, y me fijé en el abrigo hecho de paño inglés que
alguna vez debió de ser elegante. Ahora se veía algo raído y desflecado, como
si fuese la prolongación de la niebla que le llegaba temblorosa hasta las
rodillas”. (p. 279)
“-Estoy esperando a que Loreta tenga su hijo.
-Loreta, Loreta…-dijo sin mirarme-. Parece el
personaje de una novela.
-A lo mejor lo es.
Con actitud furtiva, salió del local sin despedirse. Lo
vi alejarse bajo la lluvia”. (p. 330)
Hoteles del silencio es una novela necesaria, clave para yacer, en estos días,
en su recorrido sombrío.
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