Este conjunto de cuentos, Cabeza de avestruz (Turbina,
2017), salvo Comida para las perras y El sillón azul (que tienen un enlace en
personajes, como si se trata de un intento fallido de novela y estos fueran dos
capítulos de una trama más extensa) son mundos distintos. Una colección de
situaciones que atormentan y por momentos desesperan al lector.
La soledad y la incertidumbre son dos temas constantes
en estas historias. Una donde los personajes detallan, y en exceso, sus
acciones, los ambientes. Donde el tema homosexual es planteado como ese gusto
que convive con los narradores, pero que no aflora del todo.
Un libro para todos aquellos degustadores de historias
donde sexo, alcohol, drogas y música acompañen a sus personajes. Donde los
pasajes sombríos y perturbadores aparecen para acompañar.
Mis preferidos: Un chaulafán por favor, Un presidente
que lee la Biblia todos los días, Autonomía sintáctica (uno de los más interesantes
cuentos de esta colección) y los dos mencionados al inicio.
Luis Borja Corral (Quito, 1981) con esta, su segunda
obra publicada, denota un gran interés por el detalle, por ese mirar a los
espacios, rasgos y cosas que otros no quieren ver.
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