miércoles, 8 de enero de 2014

Ictus




¿Qué nos queda tras la pérdida de alguien amado?, ¿Cómo vamos sobrellevando la ausencia y llenando el vacío? y ¿Cuánto degrada la enfermedad del ser ligado en afecto y vida? Esto se cuestiona Ictus (El ángel editor, 2013) el reciente poemario de Rocío Soria (Quito, 1979). Un trabajo oscuro en su visión poética, arcano en los recovecos que recorre y apabullante en sus trazados del dolor.
En Ictus, el padre y su enfermedad, son un dueto degradándose a ritmo acelerado. Donde el pasado va trastabillando en un círculo que espera fin, poro mientras tanto va aniquilando las posibilidades de reencontrase con la realidad. Una realidad que desde la voz poética resulta imposible.

la cabeza de mi padre es un globo donde las altas presiones del líquido
forman un talud submarino
mi nombre y el de mi madre son dos peces entre las cavidades de su carne
(p 13)

tanta sonda y ninguna flor
tanta sonda y ningún recuerdo
tanta sonda y ningún poema
(p 19)

vos te quedabas de pie en el cuarto de baño vestido y con la llave de
/los olvidos abierta
(p 20)

En Ictus, la enfermedad, el padecimiento, el tiempo transcurriendo lentamente, son un reducto donde el caos es una voz apaciguada en sus alaridos internos.

pájaros de la noche mis padres y yo
la noche arrastró nuestros ruidos los volvió piedras gigantes y azules
(p 11)

yo soy el coágulo que detuvo el paso de luz en esa arteria pulsátil
/que es mi madre
(p 16)

mi cuerpo es una pequeña morgue
una sala de urgencias
un aparato que zumba y jode
un banco en el que otros se sientan a contemplar mi rostro
(p 23)






Pero Ictus, como propuesta poética, va más allá, explora la vida, la sobrevivencia justamente desde aquella herencia post mortem y ¿onírica?, donde el dolor ha migrado a los sobrevivientes, a quienes deben recordar. Pulso estrepitoso del ambiente.    

me pongo su pijama
transmuto
tengo sus mismos pies
sus manos
su mueca en las fotos
sus marcas de nacimiento
y el vaciamiento de su sonrisa
(p 31)

no habla la mujer sino el miedo que desdobla su cuerpo en infinitas
/voces y lo desdibuja
(p 42)

me recuesto con la muerte sobre el pecho
la abuela dice que mi muerte es pequeña comparada con las que
/ella tuvo
que parece solamente un animal dormido o un muñeco
(p 46)

Versos apabullantes, sensaciones donde la oscuridad de la memoria juega a verse en el espejo de la desesperanza. Eso es Ictus, un ritual tétrico, donde la muerte es una sombra que persigue, que estorba latente e incómodamente en la soledad.

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