No entren al 1408. Antología en español tributo a
Stephen King (La biblioteca de Babel, 2013) posee algunos cuentos
imprescindibles dentro de la tradición de la literatura de terror
latinoamericana. Zombis, fantasmas, asesinos seriales, seres perturbados,
escenarios escalofriantes…toda una amalgama donde el terror y el horror son los
protagonistas.
Secretos que no
deben revelarse, acciones que no deben realizarse. Todo un culto a la violencia
y a muerte, presente en varios de los personajes.
En esta obra el
fantasma acechante de King ronda en los cuentos, a veces como Pennywise, otras
como un ser arcano venido de un más allá desconocido, y casi siempre como la
idea martillante en la mente del asesino o la niña perturbada, la voz latente y
sedienta de sangre.
O contaba que en la alcantarilla de la
equina de la iglesia se asomaba un hombre con la cara pintada de blanco y decía
que había que tener cuidado porque, a veces, sacaba las manos y atrapaba los
tobillos.
(Los
Domínguez y el diablo, p. 25)
Y es que tengo un grave problema. En
cuanto les tomo cariño a las personas, enseguida regresan las voces y empiezo a
imaginar sonrisas repletas de sangre.
(Sonrisas,
p. 119)
Después lo vi patalear brevemente en la
superficie, tratando de mantenerse a flote, pero enseguida le fallaron las
fuerzas y se fue al fondo. Al mirarlo allí abajo, tan quieto, pensé que ya no
daba tanta pena, porque en realidad no parecía un perrito, sino más bien la
sombra de una araña negra y muy gorda.
(El
juego, p. 161)
Hay dos formas
de leer estos cuentos: apaciblemente y en soledad, esperando que las historias
se vayan apoderando de uno hasta apabullarnos en sus imágenes, pero también
aquella poco saludable: escuchando death metal a todo volumen, desde un Canníbal
Corpse hasta un Suffocation, este telón de fondo es el propicio para que estos
cuentos vayan logrando su efecto insomne.
Había empezado como una leyenda urbana.
Y recién después del primer escándalo, después de la primera oleada de
incredulidad, mentiras y sangre, habían llegado los cordonamientos y los planes
sanitarios.
(La
masacre del equipo de vóley, p. 39)
Ella se lo comió a besos.
Él se la comió a mordidas.
Y aunque trató de pedir ayuda, aullar de
horror y de dolor, no pudo hacerlo. Elcira Ramírez entendió demasiado tarde que
cuando tu propio hijo te arranca la lengua, no se puede gritar.
(Setenta
y siete, p. 84)
Nadie sabía que estaba allí. Nadie sabía
lo que había hecho. Yo tampoco quería saberlo, ni acordarme, ni pensar en el
martillo.
(Los
cachorros, p. 199)
Así lo hago siempre: cuando los tomo,
les digo que estar sujetos a mí los hará sentirse felices. Así que debe ser
culpa de la sujeción: el efecto secundario.
(La
gente buena, p. 256)
Pero en este
libro no solo convive un terror moderno, donde las vísceras y la sangre a
borbotones son los elementos únicos y más apetecibles al momento de construir
las historias, no, aquí también habita un terror inclinado a la tradición del
género, que va directo a la psiquis de los personajes, a los traumas desde la
infancia, a las pesadillas, a las voces del inconsciente que tarde o temprano
se apoderan de los personajes, que los hacen realizar acciones perturbadoras y
socialmente incorrectas, que van logrando nuevos traumas en otros personajes,
que nos van dejando con la sensación de que ese miedo no ha sido gratis, porque
ha calado en nosotros: las víctimas.
Como
toda selección, mis favoritos son Los
Domínguez y el diablo de Mariana Enriquez, La masacre del equipo de vóley de Juan Terranova, Setenta y siete de Francisco Ortega, Sonrisas de Jorge Luis Cáceres, La culpa está en la mano izquierda de
Solange Rodríguez Pappe, El juego de
Patricia Esteban Erlés, Las islas de
Mariana Perezagua, La gente buena de
Alberto Chimal, El horóscopo dice de
Antonio Ortuño y Los buitres de
Rodolfo Santullo.
No entren al 1408, es el
libro que todo seguidor de Stephen King debe tener en su biblioteca, hay
cuentos que los espeluznarán, historias donde la sangre no solo es el elemento copando
todo cuerpo y espacio, sino el justificativo preciso para que las pesadillas continúen
tras entrar y cerrar la puerta en esta habitación.
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