lunes, 27 de octubre de 2008

La antipoesía de Rafael Méndez




Gracias al internet
cualquiera puede publicar sus poemas
recibir un par de millones de visitas
y centenares de bagreras que nos dicen
que escribimos bonito.
Abusando de la impunidad
nunca falta el papanatas
que termina publicando sus adefesios.

Rafael Méndez


Que el humor en la poesía ha sido algo escaso en Ecuador, nadie lo niega. El formalismo y la solemnidad de los discursos, por una parte, y la rabia, subjetividad y experimentación por otra, han sido signos que han servido y sirven para identificar gran parte de la producción de la joven poesía ecuatoriana. Rafael Méndez Meneses (Guayaquil, 1976) es uno de esos casos raros de poesía humorística, sarcástica, burlesca, negra de fondo, que no tiene reparos en escupir a diestra y siniestra todas las verdades que se hayan, como vómito ignorado, arrinconadas dentro del entorno literario, no solo de nuestro país, sino de distintas geografías.

Su tercer poemario (Que mi alma se la lleve el diablo, 2008) es una clara muestra de lo que se sustenta (que tuvo su inicio con su antecesor Nadie es poeta en su tierra, 2006, y casi nada con su ópera prima Principio de caos jamás acontecido, 2004). Poesía estremecedora, apabullante en los mensajes explícitos y descarados que el autor suelta como granadas contra un hipócrita auditorio que ha preferido -por el bien de todos y todas- el silencio.

“En el Congreso abundan / los cantantes, bailarinas / víctimas de la moda y de la injusticia. // Si no está plagado de poetas / es porque aún no hemos tocado fondo”, nos dice Méndez, poniendo en evidencia aquella absurda y a la vez deprimente realidad a la que constantemente los ciudadanos (y escritores, en menor proporción) nos enfrentamos.

Certero en sus figuras; desligado de cualquier compromiso literario de por medio, el autor arremete: “De sentimental a tansemental / de poeta malito a poeta maldito / de loca adefesiosa a mujer fatal / acá siempre se las ingenian / para mejorar el currículum”. Y no conforme, remata: “El hábito no hace al monje / los lentes no hacen / al intelectual / el libro publicado no hace / al poeta”.

La poesía de Méndez gira en torno a verdades soterradas, a aquellos lugares comunes dentro del frívolo y a veces desesperanzador panorama literario (y sobretodo poético: “Llamado de la naturaleza: / el poeta dejó de mirarse el ombligo al escribir / también los líos existenciales / los suicidios / y demás temas góticos que tanto venden últimamente. // Se puso a escribir sobre / el congreso los ladrones el imperio / y hasta sobre lo que pasa en Palestina. // Crucificado será por escribir poesía retro”) que en distintos espacios de nuestra patria se vive. Hay originalidad en los temas, y valentía al hacer frente a la problemática existente (Tracalada de borrachos / nerds, vagos, megalómanos / snobs, maricas, fatuos / intelectualoides de tercer mundo / los poetas siguen siendo incomprendidos”).

Para pocos será indiferente recordar, mediante la poesía de Méndez, que: “Lo bueno de las ferias / es que algún despistado se entera / de que tu libro existe / lo malo es que no lo compra / lo feo es que sí compra / el libro de cocina, los puemitas, la autobiografía / de la escritora improvisada de enfrente”. Pero más allá de toda la desesperación que la voz poética manifiesta -acerca de su entorno de poesía y espectáculo-, también está el tema social (tema clave y de constante reflexión en Rafael), pero desde la cómica-patética visión de su autor: “Sudacas: Nada bueno hacen por allá / salvo morir trágicamente / andar en pandillas / conciertos de tecnocumbia / puterías / y ya que estamos hablando del asunto / aportar con el nosecuánto por ciento del PIB”.

Que mi alma se la lleve el diablo, un libro prohibido para literatos y lectores cara de tucos. Rafael Méndez reafirma con este nuevo trabajo su labor personalizada de poeta-cómico-burlesco de nuestra sociedad disparatada y en constante renovación. Hay que leerlo para saber que no todo está bien a nuestro alrededor.


1 comentario:

Antonio Vidas dijo...

Con Mendéz revive el sardonismo, un berrinche de segunda mano ya , a lo Bukowski;una parodia mas de peroles, de extravagante a Neruda extravagario y que, llegando llega con su llaga, una tecnosátira del atractivo regional.....