lunes, 6 de octubre de 2008

Las torturas del tiempo






No es mía la noche,
ni aún el renacer de los dementes.

Siomara España


Los poetas maduran, su obra con ellos, eso es lo que se comprueba en Alivio demente (Allpamanda, 2008) de Siomara España (1976), segundo poemario de esta autora manabita, que evidencia un mayor compromiso con su poesía, porque hay trabajo, versos contundentes y una voz más centrada que no da tregua al arrancarnos de nuestro tiempo y arrastrarnos a su demente universo, donde infancia y madurez se conjugan.

“Solo quedará / la división del tiempo, / el de las memorias delirantes de la infancia” asegura España, por un lado, descarnado e introspectivo. Porque como lo confirma: “El tiempo también era regreso, / y encarrilaba sus diminutos pasos”. Y es a esta retrospectiva individualista, que su autora ha convertido en su fuerte, desde donde ataca con aquellos fragmentos de vida autorretratados llamados versos:

Con el tiempo entre las manos
avanzaré vehemente,
apurando los placeres en rincones,
abatiendo los estambres,
tejiendo la red de desagravios
porque una voz me llama.
Entonces más de prisa
extenderé las alas
hacia el vendaval del cuerpo,
copulando con furia
para depositar en el aljibe de cenizas
la retórica voz de los crujidos,
y mientras himeneo haga su fiesta,
entraré en silencio hacia la cama,
para esperar inane
el asecho de otra fiebre.

La infancia es cuerpo y esencia, es recuerdo y reclamo, es soledad y pensamiento. España, en esta descomplicada obra, repasa sus primeros años, quizás ajenos (nadie dijo que el poeta debiera ser fiel a su pasado, menos a su presente). Es sólo ella mirando, desde la ventana de la casa forrada de versos, a otra ella atrapada en otro tiempo: “Me traiciona la conciencia, / la ignorancia que viví / cuando aún la palabra / no llegaba a mi garganta, / por eso escribo sinsentido / mientras deambulo / entre los últimos recuerdos de la infancia, / cuando otros eran mis dioses, / y otras las manos que sostenían mi espíritu”.

Pero más allá de esa ella infantil, está ella misma, frente al espejo de su poesía, siendo vista y narrada para reafirmarse en este, su único tiempo: femenino y demente, revelándose a sí misma: “Acaricio lo que nadie quiso darme, / por eso canto, / para no volver hacia su cuerpo, / porque su carne / permanece entre mi carne / -puñal atravesado entre la sombra-, / y el dolor es solo eso, / un reflejo de lujuria y muerte”.

Poemario intenso, sensible y cautivante. Siomara España es una poeta que va en serio, este libro lo asegura.

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