Para quienes estamos de una u otra forma relacionados
con la edición de libros en Ecuador, ha sido satisfactorio saber que el sector
de los editores independientes se encuentra organizado, con una presencia cada
vez mayor en ferias de libros, tanto nacionales como internacionales.
Con catálogos cada vez más interesantes y sumando a
autores que han despuntado dentro y fuera del país y apoyando a otro grupo que
empieza a sonar con fuerza.
La creación de la Asociación de Editoresindependientes de Ecuador, ha sido, también, un paso importante para una mejor
organización de quienes se encontraban desarrollando sus actividades
aisladamente, sobre todo en lo que respecta a la presencia en feria de libros.
Editores y proyectos editoriales a los cuales no hay
que perderles el rastro. Sobre todo, porque en el 2017 han dejado títulos que
dan cuenta de su labor editorial. Por aquí una lista (incompleta) de varios de
los sellos que empiezan a posicionarse en el país.
Foto tomada de http://eslamoda.com/razones-por-las-que-deberias-enamorarte-de-una-mujer-que-lee
Solo los dementes lo hacen, porque ¿Quién en sus
cabales no está con la masa, expectante de dar algunos pasos? ¿Quién se niega a
compartir la ira de estar de pie durante cientos de minutos? ¿Quién reniega de
la seriedad de los rostros? ¿Quién ignora las conversaciones entre gente
desconocida? ¿Quién no desea ver a su vecino o vecina de fila? ¿Quién rechaza
el odio hacia los cajeros?
Algo raro pasa cada vez que alguien prefiere tener sus
ojos sobre las páginas de un objeto que evade la realidad. Un objeto que extrae
sonrisas mientras el resto no encuentra ninguna gracia al estar de pie durante
mucho tiempo. Un objeto insultante para los demás, porque atrae a su portador a
un espacio ajeno a lo que sucede a su alrededor.
Cuando veo a un lector o lectora en la fila de un
banco. Cuando sonríe, con la mirada baja, concentrado. Cuando cambia con fervor
las páginas. Cuando saca de algún sitio oculto, un esfero para subrayar páginas.
Entiendo que los libros aún tienen la esperanza de sobrevivir. Que un grupo “friki”
siguen existiendo y pululando en lugares subyugantes como un banco.
Porque ¿Quién en sus cabales no llevaría un libro? ¿Quién
se entregaría al vacío alrededor de rostros y expresiones deprimentes? ¿Quién?
Nunca el cerco del colegio fue un reto para nosotros:
dibujos animados de un centro público, siempre escapando de las aulas que en
retroceso nos detenían en sus distintos prejuicios.
Ese colegio populoso de la ciudad, antro de aulas sucias y
paredes carcomidas. Un vejestorio que después del 16A ya no existe.
Es raro recordar sus murallas, las historias de la gallada,
sus minúsculos y turbulentos dramas de violencia, donde lo disfuncional era parte
de su engranaje vital. Un palpitar incontenible de tragedias reducidas que
llevaban a cuesta. Alegatos de la desesperanza, de un negarse al futuro, porque
el presente era lo único que importaba: aquel caótico desarrollo que sofocaba
la existencia.
Siempre el colegio, esa prisión de la que se escapaba con
frecuencia. Esa entidad de imposiciones. Ese altar de veneraciones mediocres.
Una trampa, de la que contrariamente, nos sentíamos orgullosos de pertenecer, o
mejor aún, de volverla una excusa para encontrarnos y labrar un presente
desalentador.
Por ello las fugas a un Murciélago de ambiente alucinado, de
agua loca, tabacos e historias para desvariar sobre la vida y sus atentados. En
ese torbellino, en esa ciudad lorenza de arrebatos y daño auto infringido
crecí.
En un colegio donde las malas compañías fueron en realidad
una escuela dentro de la escuela. Un callejón para recorrerlo aceleradamente y
feliz, porque solo el ahora significaba la respuesta inmediata de defensa.
Tarde
Pero ¿Por qué hablar en tono personal? Porque en Mientras llega la lluvia (Ediciones
anónimas, 2017) de Edison Paucar, existe una historia a la que el lector más
emotivo queda preso. Un drama donde es casi imposible dejar de conectarse con
el pasado, con los años de juventud, con todo el tumulto inédito en ese
momento. Un pasado al que siempre se regresa como triunfo personal.
Así, los personajes de la novela tienen problemas, cada uno
más intenso que el otro, todos desde sus individualismos sufren, y todos están
enlazados en la misma trama. Pascal, Panchito, Roa, Roxana, Pericles, Pedro,
entre otros, dan cuenta de sus anhelos y filias. De los arrepentimientos, de
ideales a medio cumplir, de un odio que van alimentando con voracidad.
Una madre alcohólica, un padre que deja el hábito por el
amor y el deseo, un hermano acuchillado, un hijo bastardo, un conserje
desangrándose, un colegio tomado, padres de familia arrepentidos. Una amalgama
de situaciones que logran en esta novela volverla un amasijo de micro historias
que perturban y entretienen desde el morbo más normalizado.
Quito, diría uno de los personajes, “culebra de dos cabezas
que se alargan en cada extremo” (p. 45) es el escenario. Una urbe maldita para
personajes que se borran y se escriben a cada momento.
Por ello Mientras
llega la lluvia, no solo es la historia de un grupo de estudiantes
colegiales, de profesores y padres de familia, también es la historia que
refleja un círculo de melancolía, donde yacen espectros con voz y acciones,
avanzando hacia lo desconocido de un presente que en cada momento asfixia.
Noche
En la oscuridad me espiaba junto a una radio desbarata de
tanto uso. Junto a la voz de un locutor que extendía el rito hasta la
madrugada. En ese ambiente un adolescente invocaba y expurgaba sus demonios
personales. Una voz, que contrariamente, no decía palabra alguna, conversaba
con cada una de las distintas, absurdas y tristes actividades del día.
Madrugada
Mamá y papá dejaron de estar juntos. El alcohol llegó para
quedarse y trastornarme algunos años. Docenas de amores a medio camino. Libros
viejos que testimonian mis pensamientos de aquel tiempo. Anhelos congelados en
un espacio que visito frecuentemente.
Cuando llega la lluvia, en su ensordecedor ritmo, pienso en
todas las horas abandonadas en un colegio, junto a otros estudiantes con
quienes compartimos la fuga de un espacio y del tiempo. La lluvia para
recordarme que el pasado es un demente con navaja en mano que abre surcos para
dejar fluir toda la bilis del ayer.
En esa oscuridad también tracé una ruta donde el dolor fue
un espectro del cual nunca exorcicé.
(Texto leído en la presentación de la novela Mientras llega la lluvia de Edison Paucar, realizada en Manta, el 1 de diciembre de 2017, en La Caverna)
Satan is real me dice Kreator desde la pantalla. Una alucinada
propuesta donde el diablo existe, vigila, acecha, se entromete y hace daño.
Toda una historia donde la maldad no se encuentra en seres mitológicos y
fantásticos, sino en las personas, en todos aquellos que vemos, con quienes hablamos
e interactuamos. La maldad en toda su esencia brutal e intimidante.
Una maldad manifiesta en un sinfín de actividades
atroces: 1) Un rifle de alto alcance sobre miles de espectadores. 2) Un ojo
acechante sobre niñas que juegan solas en un parque público. 3) Un taxi
engullendo a una joven descuidada y vomitándola en el basurero de la ciudad. 4)
Manos apretando el cuello de una esposa que ya no gritará. 5) Botas descargando
la ira acumulada de años sobre alguien más. 6) Cabezas rotas en las calles por
gritar libertad. 7) Un dorso exigiendo su cabeza para ser reconocido. 8) Un
hombre que flota sobre un río, solitario en su descomposición. 9) Un auto
embistiendo a cientos de peatones porque su conductor era alérgico a la
felicidad ajena. 10) Un misil esperando su oportunidad para despegar y detonar
sobre un territorio hostil.
La maldad que crece en silencio. La maldad que es
una fiesta bulliciosa y descontrolada. La maldad que como imán atrae a
simpatizantes. La maldad sorpresiva. Siempre la maldad entonada en un coro
salvaje que danza en su fiesta macabra.
Y aunque Kreator, continuando desde su Satan is real, me muestra una estética
donde satán es el culpable de todo acto malévolo de la humanidad, habita otra
historia, aquella donde el hombre es enemigo del hombre. Donde la maldad es un
ejercicio de poder constante y justificado.
En este contexto aparece El origen del mal y otros poemas de Carlos Coello García. Un libro
donde la maldad recorre una línea histórica desde el origen y permanencia del cristianismo.
Una obra donde la rebeldía es el punto inicial de origen del mal. Aquí, en estas
páginas conviven seres increíbles, torturadores y torturados, arrepentidos y
castigadores que se satisfacen con cada una de sus acciones.
En estas historias, una voz/espectador, recorre
pasajes donde el dolor es el lenguaje común. Una mirada que describe el
suplicio de otros, de todos aquellos a quien el miedo del castigo desconocido
nunca fue un alegato para el cambio.
Pero esta obra y su fábula encierra un mensaje más
interesante, el discurso y crítica a una sociedad saturada de atrocidades,
donde los valores heridos y pasados de moda han dado paso a unos antivalores
que dañan y reproducen los miles de situaciones embadurnadas de maldad.
Una poesía cruenta en sus figuras, que desde una
alegoría bíblica invita al lector a rectificarse en su maldad explícita y cada
vez más espectacular desde una pantalla.
Kreator me sigue cantando que satán es el culpable,
que satán se apodera de los cuerpos y se ejercita infringiendo sus más bajos
deleites. Que la sangre es su vino. Que los cuerpos humanos son solo marionetas
a las cuales se debe hacer sufrir.
Mientras sigo en estas páginas, donde el origen del
mal se refleja más allá de lo sobrenatural, donde la maldad está latente en ser
descubierta cada día en la información de un noticiero sin censura.
La I Feria del libro Macas 2017 resultó un hito en la ciudad, primero porque se trata de la primera edición, segundo porque reunió a un contado pero selecto grupo de editores universitarios e independientes, y tercero porque acercó tanto a autores locales como a nacionales. Dos días de una intensa agenda (el 31 de octubre y 1 de noviembre) que tuvo presentaciones de libros, conversatorios, lecturas, proyección de documental y confraternización.
Una mirada a Macas desde el hotel .
La CCE núcleo Morona Santiago y Sur Editorial hicieron posible llevar a la ciudad libros de muchos de los autores representativos del país. Una feria que fue, por lo menos así lo pude testimoniar, seguida por estudiantes y ciudadanos de la urbe.
Previo conversatorio en la mesa de Rock y literatura, compartida con Luis Fernando Fonseca, periodista musical y cultural del diario ecuatoriano El Telégrafo.
Y, aunque para mí representó una odisea de muchas horas de viaje (con trasbordo y esperas) para llegar y regresar a mi ciudad, me queda la satisfacción de haber sido parte de este evento histórico para Macas y para quienes latimos al son de los libros y sus actividades.
Libros, música y obsequios traídos de Macas.
Felicidades a los organizadores, abrazo a todos con quienes compartí horas de conversaciones sobre temas que siempre serán de interés: creación, edición, libros, ferias...
Dos días antes de la realización del Papagayo K, junto a Yuly y Diana, coordinando las responsabilidades.
Lo que empezó como un simple sueño de tres amigos terminó en el encuentro literario Papagayo K, en homenaje al poeta mantense Hugo Mayo y que reunió a voces de la lírica y narrativa nacional y local.
Esa noche, después de una lectura en un bar de Manta, Yuli me dijo "qué tal si hacemos todos los meses una actividad, puedo conseguir el hospedaje y la alimentación". Sí, por qué no. Poner a Manta en el circuito nacional de encuentros literarios, que los poetas, narradores y ensayistas que consideremos vengan a la ciudad, la conozcan y la honren con las actividades programadas, le dije.
Desde el principio fue un sueño algo borroso, pero con los días y semanas cobraría cuerpo y voz, una capaz de hacerse escuchar en los rincones de la urbe y el país. Papagayo K lo llamamos, por el poema de mayo. Papagayo K, por lo raro que sonaba. Papagayo K, por el colorido implícito. Papagayo K, una marca que hasta ahora, pasadas las semanas, sigue retumbando.
Yuly entrevistando a Samy (mi hijo) quien estuvo siempre cerca de la organización.
Nadie nos dijo que entre tres podríamos subirnos al hombro un encuentro. Nadie nos advirtió que la logística desgasta. Nadie nos gritó que estábamos locos. Nadie nos decepcionó. Nadie, nada. Por eso fuimos un equipo orquesta que hizo de todo, que le robó tiempo a sus trabajos, familia, ocio. Por eso nos pelamos la cara solicitando auspicio a todo el mundo (reconociendo que no todos los que se desagarran las vestiduras en nombre de la cultura, apuestan verdaderamente por ella).
Joselo Márquez, terminando de diseñar la portada del cuadernillo Papagayo K, muestra poética de Hugo Mayo.
Ya Yuly y Diana (lo dije en el cierre: sin ellas no hubiese sido posible todo) desde otros espacios lo han dicho: en realidad tuvimos el apoyo de muchos amigos y amigas artistas, gente que no cobró ni un centavo, que se puso la camiseta del encuentro, que se comprometió igual que nosotros por lograr si no algo perfecto, satisfactorio, que dijese que en Manta también se pueden hacer cosas que dejen huella.
Diana Zavala, descansando después de haber pegado full afiches y repartido cientos de programas.
Este conjunto de fotos es mi mirada como parte de la organización. Desde la logística (responsabilidades para cada uno) la promoción (recorriendo la ciudad pegando afiches y repartiendo la programación. Realizando los cortos) la difusión (entrevistas para medios televisivos, escritos y digitales) la construcción del cuadernillo y un largo etcétera.
Yuliana Marcillo, dando entrevista para el noticiero provincial Manavisión.
Si algo nos queda de este 2017, dentro del contexto cultural y literario local, es la realización del Papagayo K, la idea que nació en un bar, la excusa para vivir una fiesta donde reunimos a escritores, actores, músicos, pintores. La idea que aún por estos días sigue madurando y pensando que en 2018 las cosas será mejores.