Uno
de los personajes de la novela Culoflaco (inédita) de Marco Martínez
está convencido que más temprano que tarde todo el mundo virtual que se conoce
colapsará, que la música que los melómanos actuales poseen y consumen desde Spotify
se borrará de sus cuentas y dispositivos; que las bibliotecas virtuales con
miles de ebooks ya no estarán en sus kindles.
En
este mundo de caos sin internet, sin apps, sin banca móvil, sin Amazon, sin
Netflix, sin luz eléctrica…no podrán sobrevivir todos los nacidos en la era
virtual; aquellos criados por una pantalla, toda esa legión acostumbrada a
interactuar y comunicarse solo a través de redes sociales. Para ellos la
desesperación de la desconexión será una muerte sufrible.
Y
es que el terror moderno, es estar desconectado de la vida virtual donde se
interactúa diariamente. Esa vida de redes sociales donde no decir qué se hace,
con quién se está y dónde se está, es caer en una condición de fantasma.
¿Este
sería el fin del mundo? Por lo menos para una gran parte de la población mundial
sí. Hombres y mujeres pegados a una pantalla. Hombres y mujeres interactuando
con otros similares, explorando todo a su alrededor, alimentando sus intereses
muchas horas al día.
La
vida de Chuck (2024, Mike Flanagan) se compone de tres
partes, y es la primera que aborda el tema desde un terror que parece no
afectar del todo a quienes nacieron y crecieron en una época pre virtual. Hombres
y mujeres que conocieron la interacción real.
La
película aborda otro tema, pero eso no interesa aquí, solo la destrucción de la
virtualidad, con una radicalidad terrorífica que suena a advertencia.
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