Primero
fue el caos
2019
fue un año significativo para mí: estar por primera vez en un quirófano (en una
operación que no se la desearía ni a mis enemigos) y volverme padre por tercera
ocasión. Dos eventos que desataron un clic interno donde la soledad y una fuga inminente
parecían la única luz en la cual irradiar todo el caos del paisaje.
Entonces
conducía un Suzuki rojo destartalado y aplastaba el acelerador más de lo
recomendable. La carretera y yo en una lid que deseaba perder a toda costa. Así
pasaría algunos meses con la idea oscura rumiando cada día, en una imagen destructiva
que incluía un barranco y un auto achicharrado al final.
En
esos días, en esos meses, supe que la fiesta fúnebre que clamaba exponerse
tenía un camino seguro: una pantalla. Ahí empezó el boceto de lo que al final
de ese mismo 2019 se llamaría Fantasmagoría Staley. Porque en esos meses me
sentí un espectro que deambulaba en su hogar, una voz que no se oía a sí mismo.
La
historia de muerte de Layne Staley, el vocalista de Alice in Chains; el tipo
alejado de su banda y cuyo cuerpo encontraron en estado de descomposición en su
departamento tras una sobredosis de heroína y cocaína, me sirvió de excusa para
abordar un tema que en ese momento lo sentía fuerte, como una especie de
aureola con la cual brillar en la oscuridad donde permanecía.
Al
final de ese año, aún vivo, finalizaba la primera versión de un poemario que
había fluido, que se escribió mientras el silencio en el hogar era perturbador
y veía por el ventanal del departamento el alba y aún colillas humeantes testimoniando
el desvelo constructivo del hogar de un fantasma.
Un
manuscrito dando tumbos
Los
primeros meses de 2020, tal vez antes de que la pandemia nos volcara a
situaciones de sobrevivencia, finalicé el poemario. Estaba encantado con el
resultado, porque se trataba de una construcción unificada que abordaba el tema
de algo que me perturbaba y que había logrado, en cierta forma, desterrar y trasladar
a la poesía.
No
tenía editorial a la cual enviarle la propuesta, así que lo envié a una
convocatoria nacional. Deseaba que el poemario se publicara y el premio de ese
concurso daba la posibilidad de ello. Sin embargo, la propuesta pasó
desapercibida para el jurado de ese año. Luego de ello reescribí y agregué algunas
páginas.
Al
siguiente año un nuevo concurso llamó mi atención y volví a enviar mi poemario.
Al igual que el concurso anterior no fue del interés de nadie. ¿Debía
reescribir todo y volverlo digerible? ¿Hacer que la oscuridad que gobernaba la
propuesta se transformara en algo rosa? Descarté cada idea descabellada.
La
realidad de un libro
Habían
pasado cuatro años y Fantasmagoría Staley continuaba inédito. Era 2023 y creía
que el poemario nunca se publicaría, que cumpliría su designio fantasmagórico
atrapado en un archivo de mi computadora y en el respaldo impreso en mi
escritorio.
Ese
mismo año encontré una nueva convocatoria para publicaciones inéditas. Ya no
creía en ningún concurso y, sin embargo, envié la propuesta y me olvidé de toda
ilusión anterior.
Y
una tarde, mientras me encontraba en el trabajo, mientras leía y corregía páginas
ajenas, me llegó la felicitación de un amigo, por mi triunfo, que me lo
merecía, que se alegraba por el reconocimiento... Sorprendido reconocí, minutos
después, que mi poemario, luego de mucho tiempo, encontraría lectores. Que la Convocatoria
Editorial del Gad Cuenca lo designaba como ganador en la categoría de poesía.
La
presentación
A
cinco años de la escritura de Fantasmagoría Staley y a uno de su publicación, la
primera presentación se realizará en Manta (pero primero se pensó en el marco
de la Feria Internacional de Cuenca, que lamentablemente se canceló) y no puedo
dejar de pensar en ello: en el reencuentro con el fantasma de 2019, un año que debió
ser mejor.
Día:
miércoles 27 de agosto de 2025
Lugar:
Sala Mac
Hora:
19h00
Ciudad:
Manta
Acompañan:
Ana Rivera Solórzano (docente universitaria) y Xavier Soto (lector y melómano)
Acceso
libre
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