¿Cómo la soledad va permeando dentro de uno? ¿Cuánta
soledad puede abarcar un cuerpo? ¿La soledad como único tema capaz de asolar
las historias? ¿Vivir y morir en soledad? ¿La soledad como un todo posesivo y
aniquilante? ¿La soledad como una búsqueda complaciente?
¿Por qué la soledad? Porque la soledad gobierna cada
una de las dieciséis historias, que integran Genealogía del imán (Dragón Luz, 2016) de Darío Jiménez (Loja,
1984). Una obra donde sus personajes no hacen más que remitirse y con
insistencia a cada uno de sus claustros existenciales, donde la nada los
acompaña y tiene poder sobre ellos.
La soledad como trampa y también como anhelo, porque
muchos de los personajes que aparecen en esta obra son víctima de un sistema
que los apabulla, que los detiene y frustra, que ve y analiza cada uno de sus
movimientos y sueños. Un sistema para volcar todo el ruido posible ante quienes
solo buscan su intimidad y ecos complacientes.
Es un libro al que le sobran los comentarios al inicio
(puesto que cada uno de los relatos se defiende solo) y al que le ha faltado
mayor promoción a nivel nacional, ya que se trata de una obra con relatos que más
allá de las sonrisas que pueda provocar (hay un insistente recurso del humor
negro) posee historias impactantes, que dejan pequeños y explosivos fragmentos -ideas,
frases, oraciones, escenas- dentro del lector.
Golpes de suerte,
Paraísos, Te tienes que calmar, Chacho y Ene, Secretos de oficina, Pagos, son relatos para continuar releyéndolos y empezar a
sospechar de cada uno de los ojos que nos observan y siguen desde sus oscuros propósitos.
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