domingo, 15 de julio de 2018

La soledad como trampa y anhelo


¿Cómo la soledad va permeando dentro de uno? ¿Cuánta soledad puede abarcar un cuerpo? ¿La soledad como único tema capaz de asolar las historias? ¿Vivir y morir en soledad? ¿La soledad como un todo posesivo y aniquilante? ¿La soledad como una búsqueda complaciente?

¿Por qué la soledad? Porque la soledad gobierna cada una de las dieciséis historias, que integran Genealogía del imán (Dragón Luz, 2016) de Darío Jiménez (Loja, 1984). Una obra donde sus personajes no hacen más que remitirse y con insistencia a cada uno de sus claustros existenciales, donde la nada los acompaña y tiene poder sobre ellos.


La soledad como trampa y también como anhelo, porque muchos de los personajes que aparecen en esta obra son víctima de un sistema que los apabulla, que los detiene y frustra, que ve y analiza cada uno de sus movimientos y sueños. Un sistema para volcar todo el ruido posible ante quienes solo buscan su intimidad y ecos complacientes.





Es un libro al que le sobran los comentarios al inicio (puesto que cada uno de los relatos se defiende solo) y al que le ha faltado mayor promoción a nivel nacional, ya que se trata de una obra con relatos que más allá de las sonrisas que pueda provocar (hay un insistente recurso del humor negro) posee historias impactantes, que dejan pequeños y explosivos fragmentos -ideas, frases, oraciones, escenas- dentro del lector.  

Golpes de suerte, Paraísos, Te tienes que calmar, Chacho y Ene, Secretos de oficina, Pagos, son relatos para continuar releyéndolos y empezar a sospechar de cada uno de los ojos que nos observan y siguen desde sus oscuros propósitos.

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