Malas Compañías (Paracaídas, 2012) de Edison Paucar (Quito, 1988) es una obra imposible de dejar a medias. Realismo sucio estridente, insano, mórbido, donde la violencia de sus historias no da posibilidades de abandono.
Comparto algunos fragmentos de estas historias llenas de estudiantes, poetas, mendigos, prostitutas, profesores mediocres que dentro de esta obra lograron encontrar un espacio turbulento de existencia.
Yo no era nadie, solo el simple carnicero que conoció la dicha de tener en sus manos todo tipo de carnes muertas.
(El abrigo de papá, p. 23)
-Por el cariñito que me hiciste el otro día con la boca, te lo daré. Creo que te lo mereces.
(Ha caído la neblina, p. 27)
(...) siempre fui lento para aprender, siempre fui rápido para decepcionar.
(Malas compañías, p. 81)
El amigo de mamá ha preparado una fiesta par mí. El señor piensa que estoy loco, algo antisocial. ¡Debería asesinar a ese hijo de puta!
(Malas compañías, p. 82)
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