domingo, 15 de junio de 2014

Los improductivos




¿Sin productividad el ser humano es desechable?, ¿Qué futuro nos espera con el desarrollo de la tecnología?, ¿Cuánta realidad hay en la ciencia ficción más descabellada y apocalíptica con la que se ha crecido, sea desde la literatura o el cine?
Los Improductivos (CCE, 2014) de Cristian Londoño (Quito, 1973) desarrolla una historia en un futuro incierto para la humanidad, una que ya no depende del sexo para su reproducción y que ha industrializado la creación de humanos (mediante la clonación) con un fin espeluznante: volverla productiva, con un tiempo de caducidad establecida, sometida a un control indetenible, aprendiendo sus roles dentro de un engranaje “perfecto” e incorruptible.
En Los Improductivos Londoño nos ubica en un siglo XXII de reglas claras: si no se es productivo no se es servible y por lo tanto debe dejar de existir, con esta premisa el narrador protagonista, Operador 220, nos revela con sus acciones cotidianas y monótonas el mundo en el que está atrapado, en el que parece todo en orden, en el que se le ha inculcado que vigilar dentro de la vigilia es parte de la ética imperante y profesional.
Sin embargo el mundo, hasta entonces perfecto, empieza a ser cuestionado silenciosamente por Operador 220, primero ante el desaparecimiento de la Operadora 305, con quien disputaba mejor rendimiento laboral, luego al enterarse mediante un video ilegal que la raza humana está condena, que muchos de los clones están desperfectos: son infértiles, lo que asegura un futuro incierto para la humanidad.
Hechos como estos lo van alejando de su anhelo de ascender a Hacedor Robert Zach, líder mundial y modelo a seguir (porque las democracias han desaparecido y todo el planeta responde a un solo orden). Por eso su rebeldía con el sistema empieza a crecer hasta llegar a la deshonrosa categoría de “improductivo” o sentencia de muerte. Y justo cuando, en acto desesperado e individualista de decisión, prefiere el suicidio a entrar a un quirófano donde lo despedazarán para extraerle los órganos, es salvado por uno de sus acosadores, quien es parte de aquel mito urbano llamado “rebeldes”, a partir de ahí aparece la esperanza en preservar la raza humana.
Ahí, en este nuevo espacio y orden es rebautizado a sí mismo como Agar, y con ello aparece su identidad (opacada anteriormente por una numeración), asimismo empieza aquel encuentro con lo desconocido: el amor, o aquel primer sentimiento que ha empezado a gobernarlo: “Se preguntó si debía contarle que la primera vez que la miró había sentido una emoción extraña que no podría definirla” (p. 71).
Los Improductivos, es un tributo a los mejores novelistas de ciencia ficción y cuya obra ha girado en torno al control y opresión de la humanidad: Orwell, Bradbury y Huxley. Londoño, con esta novela, no solo recrea una situación cercana a la realidad, una donde las personas han dejado de serlo y pasado a la simple condición de operarios o engranajes de una sola fuerza. Despersonalizados, anónimos, secretos, desechables, reemplazables. Vidas cuyo único fin es el de continuar una marcha que no debe detenerse por nada.
Es también un guiño a la dependencia a las drogas que se va creando para con estos “operarios”, en la ficción es el Boxín, droga genética que actúa en el sistema nervioso, para combatir el estrés y la baja autoestima, manteniéndolos precisamente en un “mundo feliz”, justo para ignorar la realidad opresora en la que habitan.
Los Improductivos nos recuerda que enfrentarse al poder es peligroso, que es mortal cuestionar la “realidad”, y que el juego mediático continúa siendo importante para determinar que es “bueno” o “malo” a partir de los intereses de por medio.
Cuestionar, dudar, ver la otra cara de los acontecimientos, siempre representará un atentado al estatus quo, en Los Improductivos habita un ejemplo de rebeldía social (aplicado a los distintos estratos de producción) necesario de conocer.

No hay comentarios: