martes, 25 de marzo de 2014

Los autores que nadie lee




Han decidido publicar, están convencidos que la literatura está perdiendo, que los editores, sellos, libreros y lectores están perdiendo. Publicar. Publicar o morir, no hay más alternativas (eso piensan, eso repiten a quien logra escucharlos). Publicar, que sus textos se difundan, que sus libros lleguen a distintos puntos del planeta, que sus historias se vuelvan historias populares para abonar los sueños y pesadillas. Que sus historias noqueen, ataquen, y también enloquezcan. Sus historias, aquellos trozos de vida inflados en la exageración.
Pero nadie los ha leído aún. No quieren dejarse leer por nadie. Esos otros, ese mundo que lo desconoce es peligroso. Esos otros son lo peor: dirán de todo, harán de todo para que no publiquen, para que sus sueños sean arruinados.
A estos autores nadie les ha dicho -y no les importa- que sus textos abusan de los lugares comunes, que son una constante repetición, que no poseen un arranque que atraiga, menos un cierre que deje pensando al lector. A estos autores nadie los corrigió a tiempo, y ahora están atrapados en una mentira, una capaz de llevarlos al final de una “carrera” inexistente.
Los autores que nadie lee ven enemigos por todos lados, por eso evitan compartir sus textos, por eso no se atreven (después del séptimo rechazo de un editor) a presentar sus manuscritos a una editorial y deciden que una imprenta es suficiente, y reúnen dinero, venden cosas, empeñan sus tesoros. Publicar o morir. Y sacan tirajes grandes, hacen presentaciones fastuosas junto a otros amigos autores, pagan por hermosos y elocuentes espacios en la prensa, venden y regalan los libros a sus familiares, agotan su tiraje. Son un éxito.
Estos autores, dentro de sus círculos, no son autores, son ESCRITORES, casi celebridades minúsculas, ínfimas estrellas parpadeantes, pequeños genios entre amigos, eruditos necesarios en la sociedad. Y quien esté contra ellos estará contra la cultura de su pueblo/cantón/ciudad/provincia/país.   
Y estos autores podrían justificar su trabajo y constancia con una cosa: talento, pero no todos lo tienen, no todos persisten, no todos han decidido ser ESCRITORES porque lo suyo ha sido el contar historias, entregarse a un ejercicio y oficio con las palabras, escribir y corregirse, corregirse y reescribir, hasta que las ideas no fallen en su mensaje. No, lo suyo más bien responde a temas relacionados con el estatus cultural y social, con la apariencia, con la grandilocuente búsqueda de ser alguien. Un alguien a quien titular, señalar, saludar, premiar y erigir.
Existe una legión de autores que nadie lee. Autores que continúan escribiendo páginas, cientos de ellas, páginas que no dicen mucho o nada, páginas que dan cuenta de una transcripción de su vida, que no intentan convertirse (por más que quieran y no deseen reconocer) en textos que los sobrevivan.
Una legión de autores que publica en la web, que arma libros en pdf o en Issuu, que envía a diestra y siniestra a sus contactos, que exige una “lectura” (complaciente al ego) de cuanto han escrito y publicado. Miles de títulos que ante el exceso de información pasarán desapercibidos.
Yo leo a los autores que nadie lee. Montones de ellos. Me arrepiento. Luego intento leer más allá de mi prejuicio. Después recapacito: no se puede. Y los leo creyendo hallar un diamante en medio del fango, pero no hay nada más que fango sobre fango. Y pongo grandes X con esfero rojo sobre las páginas impresas, y voy subrayando de rojo las páginas en mi pantalla. Fango sobre fango.
Publicar o morir. Y si me preguntaran, si me exigieran que fuera sincero, diría que la segunda opción es la adecuada: morir, asesinar todo cuanto se haya escrito (léase borrar de la computadora el archivo en word, quemar el manuscrito impreso, aplastar las copias de respaldo en cd’s) y empezar de nuevo.
A los autores que nadie lee les urge ser leídos. Que sus manuscritos se aferren al proceso de depuración. Dejarse leer y sobrevivir. Si hay alternativas. 

1 comentario:

Marco dijo...

"... intento leer más allá de mi prejuicio. Después recapacito: no se puede".