domingo, 30 de marzo de 2014

La poesía en Manta: miradas desde una generación



Introducción
En Manta aún no se ha torcido el cuello al cisne blanco, aún vuela y despliega sus alas en la ciudad, regocijando corazones, hinchándolos de emoción y arrinconándolos a transcribir todo el sentimiento desbocado en páginas en blanco. Esto se ha conocido en nuestro medio como poesía, porque rima, emociona, retrata, y le ha enseñado a generaciones locales, que el amor, esperanza, valentía, son sentimientos “puros”, porque el mar, el olor a sal, el puerto son parajes necesarios de su gente: amable, risueña, trabajadora…
Esto ha llevado a preguntarme con reiteración ¿Por qué Manta, para los ojos del país literario, solo es la cuna de contados poetas? ¿Por qué desde la mirada interior se dice que en Manta existe una gran población de poetas? ¿Quién avala lo que es poesía y quien reconoce a un verdadero poeta?
La poesía que se ha escrito y publicado en la ciudad, en su mayoría, apunta a elementos que dan cuenta de una “tradición” centrada en el romanticismo y modernismo, donde no ha existido una ruptura en los discursos poéticos. Se ha escrito y publicado continuando una misma línea temática, sin sobresaltos, en total apacibilidad. Y sin embargo, al fondo de toda esta “tradición” local, se ha venido gestando la obra de un grupo reducido de autores que intentan alejarse de estos modelos.
Por lo tanto, para hablar de la poesía en Manta, abordaré distintas miradas desde una generación, mi generación, una que no busca desconocer lo que se ha publicado, que no intenta crear fricción con los autores locales, pero que ha decidido en reconocer y difundir que la poesía es todo aquello que está más allá de lo que se ha impuesto y celebrado.

¿Una ciudad con demasiados poetas?
No, en Manta, por más poemarios que se publiquen al año, por más personas que empiecen a llamarse poetas, no existe una población grande y sobresaliente de ellos. No, lo que existe, contrariamente, es una comunidad pequeña, medio ligada entre sí. Poetas que han decidido escribir y no transcribir. Poetas que se han negado a escribir desde la ciudad turística en la que viven. Poetas que piensan-escriben apuntando a un discurso glocal, que logre conectarse desde cualquier punto del planeta. Poetas que han guiado sus rifles a los astros y a corazones, y se han quedado solo con sesos, con muchos sesos, alimentándose vorazmente de ellos para ir creando una obra que dé cuenta de un talento y no de una simple figuración en el espacio. Poetas enojados con el sistema antipoético que ronda en la ciudad. Poetas negados al verso fácil. Poetas entregados a regurgitarse desde adentro, porque ahí está la médula de cada poema. Poetas que no se han desesperado en publicar. Poetas que se han negado a publicar todo cuanto salga de sus estómagos. Poetas de lecturas interminables. Poetas de escritura y corrección. Poetas puliéndose a cada momento.
Por ello Manta no es una ciudad con demasiados poetas, aún son pocos los que rondan en esta urbe, aún la poesía no ha logrado aquella explosión masificadora que falsamente hemos creído, que falsamente se nos ha dicho existir. En Manta aún la poesía se está escribiendo y corrigiendo. En Manta los poetas siguen pensando desde sus lugares de escritura en aquellos libros necesarios y no en aquellos libros consumibles y desechables. 

Poetas alineados y felices
Estos poetas locales están alienados: de series de televisión y películas del extranjero, hablan-escriben de centros comerciales, restaurantes, bares, moteles, propagan desde sus redes sociales las lecturas y autores preferidos, se reúnen de vez en cuando para hablar de sus conflictos, logros, fracasos, y escuchar música, dejarse llevar por las melodías que en un punto suelen compartir.
También comentan de los textos que están construyendo, de su mirada particular, se dejan leer para que otros encuentren las fisuras que ellos no han podido reconocer, se dejan sugerir mejoras y corregir.
Pero además esta generación alienada, se alimenta de los segmentos de crónica roja y espectáculo de la prensa, porque allí habitan embriones de historias futuras. Algunos, los más radicales, empiezan a detestar a los hipster literarios (aquella “otra” generación que aparenta mucho y aporta poco al arte), ven con cautela a todo vegetariano que aparece en el camino, dudan de quien no bebe, y sobre todo van borrando de sus lista de amigos, en redes sociales, a quienes van autoproclamándose poeta como si fuera decir soy hombre o mujer, un título-género-capacidad que no encaja en muchos.  




Los escenarios desaprovechados
Manta es más que su puerto, sus playas, su parque, sus monumentos. Aún no se han aprovechado todos los escenarios que la ciudad ofrece, y se vuelve a los lugares comunes.
Puede que las historias encuentren en el lector frivolidad desde un centro comercial, desde una piscina, en el lote baldío de algún barrio, pero eso va configurando a la geografía local, porque Manta no es solo su centro, están también los bordes, donde la poesía existe, desde donde han escrito varios de sus poetas.
Por ello los movimientos llamados “Acción poética” buscan espacios olvidados en sus ciudades, por eso van escribiendo versos y frases con el afán de decir que desde aquellos lugares también existe la poesía. Y es verdad.
¿Alguien leyó un poema de amor donde sus personajes se encontraban en una lavadora de autos? ¿Quién dudaría que un poema de cuenta de la soledad de sus personajes dentro de la habitación de un motel, mientras piensan en la soledad, en la ruptura de la relación? ¿Acaso sería incomprensible leer que mientras alguien va apuñaleando a su víctima siente la mirada acosadora desde los afiches de artistas de tecnocumbia que miran las perforaciones de la carne y la sangre emanada? Cuestión de perspectiva, de alejarse de los escenarios tradicionales y empezar a escribir sobre lo que nos rodea.

Dos generaciones, dos enfoques
La poesía en Manta tiene dos generaciones, una que se ha mantenido incólume en su forma de escribir, que ha repetido una “tradición” donde el poema se construye desde la rima, con un lenguaje descomplicado y otras veces extremadamente culto y solemne, que acude al amor y que privilegia todos los sentimientos de “pureza” de la humanidad, una poesía que no ha intentado salirse de su cauce.
Por otro lado está aquella generación que ha ido contracorriente, que más allá del amor ha encontrado otros temas de los cuales escribir, que se ha atrevido a dejar a un lado la solemnidad y apostarle a un lenguaje más descarnado, más vivo, más real. Una poesía que se escribe desde escenarios poco habituales, que ha conectado con los jóvenes, que ha vislumbrado un sendero más visible con el mundo.        

¿Los reconocidos y celebrados son los únicos poetas?
El que Manta, desde una mirada nacional, sea solo la ciudad de contados poetas responde a que tanto lectores, medios de comunicación, redes sociales y una constante promoción los ha posicionado. Pero no todos los reconocidos y celebrados son poetas, también existe excepciones, a veces el trabajo de promoción es superior al talento. Aún la crítica literaria especializada se encuentra avalando el trabajo y calidad de la poesía mantense.
Pero hay voces, algunas más difundidas y otras más silenciosas. Hay talento.

Conclusión
Cuando afirmaba que en Manta aún no se ha torcido el cuello al cisne blanco, es porque más allá de que existe una generación reciente que escribe, corrige, publica y difunde su obra, esta no ha logrado masificarse localmente. Aún se mira con miedo y dudas esta poesía, por rara, chocante y cruda.
Y es que faltan procesos de lectura que enseñen a los docentes de primaria, secundaria y nivel universitario (para que a su vez repiquen este conocimiento a sus estudiantes) que la poesía no es únicamente aquella que hablaba de la pérdida de un esposo y el suicidio inminente, de las penas y la congoja, del alma en las manos del poeta y su llanto irremediable, que la poesía es más, es un discurso de resonancia y trabajo en la palabra.
Cuando la poesía deje de ser el lugar ideal y de paz con el que el lector busque encontrarse, estaremos por buen camino, mientras tanto solo le queda al poeta vivir, leer, escribir y corregirse.

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