Introducción
En Manta aún
no se ha torcido el cuello al cisne blanco, aún vuela y despliega sus alas en
la ciudad, regocijando corazones, hinchándolos de emoción y arrinconándolos a
transcribir todo el sentimiento desbocado en páginas en blanco. Esto se ha
conocido en nuestro medio como poesía, porque rima, emociona, retrata, y le ha
enseñado a generaciones locales, que el amor, esperanza, valentía, son
sentimientos “puros”, porque el mar, el
olor a sal, el puerto son parajes necesarios de su gente: amable, risueña, trabajadora…
Esto ha
llevado a preguntarme con reiteración ¿Por qué Manta, para los ojos del país
literario, solo es la cuna de contados poetas? ¿Por qué desde la mirada
interior se dice que en Manta existe una gran población de poetas? ¿Quién avala
lo que es poesía y quien reconoce a un verdadero poeta?
La poesía que
se ha escrito y publicado en la ciudad, en su mayoría, apunta a elementos que
dan cuenta de una “tradición” centrada en el romanticismo y modernismo, donde no
ha existido una ruptura en los discursos poéticos. Se ha escrito y publicado
continuando una misma línea temática, sin sobresaltos, en total apacibilidad. Y
sin embargo, al fondo de toda esta “tradición” local, se ha venido gestando la
obra de un grupo reducido de autores que intentan alejarse de estos modelos.
Por lo tanto,
para hablar de la poesía en Manta, abordaré distintas miradas desde una
generación, mi generación, una que no busca desconocer lo que se ha publicado,
que no intenta crear fricción con los autores locales, pero que ha decidido en
reconocer y difundir que la poesía es todo aquello que está más allá de lo que
se ha impuesto y celebrado.
¿Una
ciudad con demasiados poetas?
No, en Manta,
por más poemarios que se publiquen al año, por más personas que empiecen a
llamarse poetas, no existe una población grande y sobresaliente de ellos. No,
lo que existe, contrariamente, es una comunidad pequeña, medio ligada entre sí.
Poetas que han decidido escribir y no transcribir. Poetas que se han negado a
escribir desde la ciudad turística en la que viven. Poetas que piensan-escriben
apuntando a un discurso glocal, que logre conectarse desde cualquier punto del
planeta. Poetas que han guiado sus rifles a los astros y a corazones, y se han
quedado solo con sesos, con muchos sesos, alimentándose vorazmente de ellos
para ir creando una obra que dé cuenta de un talento y no de una simple
figuración en el espacio. Poetas enojados con el sistema antipoético que ronda
en la ciudad. Poetas negados al verso fácil. Poetas entregados a regurgitarse
desde adentro, porque ahí está la médula de cada poema. Poetas que no se han
desesperado en publicar. Poetas que se han negado a publicar todo cuanto salga
de sus estómagos. Poetas de lecturas interminables. Poetas de escritura y
corrección. Poetas puliéndose a cada momento.
Por ello Manta
no es una ciudad con demasiados poetas, aún son pocos los que rondan en esta
urbe, aún la poesía no ha logrado aquella explosión masificadora que falsamente
hemos creído, que falsamente se nos ha dicho existir. En Manta aún la poesía se
está escribiendo y corrigiendo. En Manta los poetas siguen pensando desde sus
lugares de escritura en aquellos libros necesarios y no en aquellos libros
consumibles y desechables.
Poetas
alineados y felices
Estos poetas
locales están alienados: de series de televisión y películas del extranjero,
hablan-escriben de centros comerciales, restaurantes, bares, moteles, propagan
desde sus redes sociales las lecturas y autores preferidos, se reúnen de vez en
cuando para hablar de sus conflictos, logros, fracasos, y escuchar música,
dejarse llevar por las melodías que en un punto suelen compartir.
También
comentan de los textos que están construyendo, de su mirada particular, se
dejan leer para que otros encuentren las fisuras que ellos no han podido
reconocer, se dejan sugerir mejoras y corregir.
Pero además
esta generación alienada, se alimenta de los segmentos de crónica roja y
espectáculo de la prensa, porque allí habitan embriones de historias futuras. Algunos,
los más radicales, empiezan a detestar a los hipster literarios (aquella “otra” generación que aparenta mucho y
aporta poco al arte), ven con cautela a todo vegetariano que aparece en el
camino, dudan de quien no bebe, y sobre todo van borrando de sus lista de
amigos, en redes sociales, a quienes van autoproclamándose poeta como si fuera
decir soy hombre o mujer, un título-género-capacidad que no encaja en muchos.
Los
escenarios desaprovechados
Manta es más
que su puerto, sus playas, su parque, sus monumentos. Aún no se han aprovechado
todos los escenarios que la ciudad ofrece, y se vuelve a los lugares comunes.
Puede que las
historias encuentren en el lector frivolidad desde un centro comercial, desde
una piscina, en el lote baldío de algún barrio, pero eso va configurando a la
geografía local, porque Manta no es solo su centro, están también los bordes,
donde la poesía existe, desde donde han escrito varios de sus poetas.
Por ello los
movimientos llamados “Acción poética” buscan espacios olvidados en sus
ciudades, por eso van escribiendo versos y frases con el afán de decir que
desde aquellos lugares también existe la poesía. Y es verdad.
¿Alguien leyó
un poema de amor donde sus personajes se encontraban en una lavadora de autos? ¿Quién
dudaría que un poema de cuenta de la soledad de sus personajes dentro de la
habitación de un motel, mientras piensan en la soledad, en la ruptura de la
relación? ¿Acaso sería incomprensible leer que mientras alguien va apuñaleando
a su víctima siente la mirada acosadora desde los afiches de artistas de
tecnocumbia que miran las perforaciones de la carne y la sangre emanada?
Cuestión de perspectiva, de alejarse de los escenarios tradicionales y empezar
a escribir sobre lo que nos rodea.
Dos
generaciones, dos enfoques
La poesía en Manta tiene dos generaciones,
una que se ha mantenido incólume en su forma de escribir, que ha repetido una
“tradición” donde el poema se construye desde la rima, con un lenguaje
descomplicado y otras veces extremadamente culto y solemne, que acude al amor y
que privilegia todos los sentimientos de “pureza”
de la humanidad, una poesía que no ha intentado salirse de su cauce.
Por otro lado
está aquella generación que ha ido contracorriente, que más allá del amor ha
encontrado otros temas de los cuales escribir, que se ha atrevido a dejar a un
lado la solemnidad y apostarle a un lenguaje más descarnado, más vivo, más
real. Una poesía que se escribe desde escenarios poco habituales, que ha
conectado con los jóvenes, que ha vislumbrado un sendero más visible con el
mundo.
¿Los
reconocidos y celebrados son los únicos poetas?
El que Manta,
desde una mirada nacional, sea solo la ciudad de contados poetas responde a que
tanto lectores, medios de comunicación, redes sociales y una constante
promoción los ha posicionado. Pero no todos los reconocidos y celebrados son
poetas, también existe excepciones, a veces el trabajo de promoción es superior
al talento. Aún la crítica literaria especializada se encuentra avalando el
trabajo y calidad de la poesía mantense.
Pero hay
voces, algunas más difundidas y otras más silenciosas. Hay talento.
Conclusión
Cuando
afirmaba que en Manta aún no se ha torcido el cuello al cisne blanco, es porque
más allá de que existe una generación reciente que escribe, corrige, publica y
difunde su obra, esta no ha logrado masificarse localmente. Aún se mira con
miedo y dudas esta poesía, por rara, chocante y cruda.
Y es que
faltan procesos de lectura que enseñen a los docentes de primaria, secundaria y
nivel universitario (para que a su vez repiquen este conocimiento a sus
estudiantes) que la poesía no es únicamente aquella que hablaba de la pérdida
de un esposo y el suicidio inminente, de las penas y la congoja, del alma en
las manos del poeta y su llanto irremediable, que la poesía es más, es un
discurso de resonancia y trabajo en la palabra.
Cuando la
poesía deje de ser el lugar ideal y de paz con el que el lector busque
encontrarse, estaremos por buen camino, mientras tanto solo le queda al poeta
vivir, leer, escribir y corregirse.
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