Y entonces llego
al final de Música de las piedras
(Praxis / UANL, 2012) de Margarito Cuéllar. Regreso una a una sus páginas y repaso
los versos subrayados, los poemas marcados porque en ellos encontré esa voz que
me hablaba, ese retumbar constante que se fue volviendo tatuaje bajo la
cabellera.
Esta poesía
reunida (1982-2012) es más que el resumen de una vida entregada a la lírica,
todo porque cada verso nos habla de aquellas cosas sencillas y cotidianas de la
vida que van dejando una cicatriz para recordar. Estoy marcado.
VERSOS
LIBRES AL PARIR UN HIJO
Que no sea copia
de mi nombre
ni de sus
abuelos vivos o muertos.
Que no cargue en
el cuello
la llave que prohíbe
el pecado.
Que elija al
hombre o la mujer
que a sus días
corresponda.
Su herencia es
la ciudad
de hombre
muriendo,
este país de
abandonados,
la piedra de los
que no se rinden.
Que corra y ande
como pájaro
ciego:
conozco el
sonido de las bombas,
amanezca azorado
por el rayo de la cerveza.
Que ame de la
flor su calidad de pasajera,
encienda el
cuerpo minado de su destino,
vaya contra la
muerte
y anochezca, por
Dios, un día de tantos.
(p. 166)
BLUES
DEL CORAZÓN GOLPEADO / 2
No me lancé al
mar
ni dibujé un
arroyo
con los vidrios
cortados de mis venas.
No convertí en
aullido mi lamento,
ni me ahogué en
un vaso de agua.
La dejé ir como
quien ve el paso de la lluvia,
del minuto, el
tráfico y los trenes.
(p. 183)
DEFENSA
DE LA TELEVISIÓN
Soy la diosa, la
reina, la matrona. Tenerme es explotar un yacimiento de ilusiones. Soy agua
dulce en medio de la mar, ventana que te salva del horror de este mundo. Soy puro
corazón.
(p. 232)
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