miércoles, 20 de abril de 2011

Miss o'ginia




Fernando Escobar Páez (Quito, 1983) es un escritor radical, sin censura de por medio que retenga la naturalidad y excesos que proyectan sus historias, donde lo marginal y extremo se conjugan enloquecidamente; donde lo “anormal” es lo normal dentro de un contexto abarrotado de personajes desencantados por la vida y su maquillaje, porque lo de ellos (esos seres del underground) es ver, consumir y alucinar la realidad desde su desparpajo cotidiano.

Historias que podrían llevar el ridículo título de “enfermas” no lo son, porque Escobar retrata, con originalidad y furia, un panorama agresivo donde la belleza, el amor, y la felicidad se encuentran en un pase, un palo, una ebriedad inacabable, una dependencia estentórea, todo dentro de una tóxica combinación donde el sexo y las relaciones sociales son apenas excusas para que la voz narrativa -alter ego maquinalmente exagerado- subsista ante sí misma.

Miss o'ginia (libro de relatos próximo a publicarse) es una obra que reivindica (antes de que críticos y escritores pacatos la sepulten) el trabajo de Escobar, un autor que ha sabido conjugar perfectamente su vida destructiva a favor de la literatura. Y lo mejor de todo es que no ha recurrido a poses para que su obra destaque.

Comparto uno de los relatos que gentilmente el autor envío para que formaran parte de una publicación académica y de creación literaria manabita.






El Chifa


Por Fernando Escobar Páez


Yo nunca había sido muy bueno para defecar. Lo hacía dos veces por semana y me dolía mucho, pero desde mi relación con Gaby empecé a cagar como caballo. No es su culpa, sé que ella tiene buenas intenciones al comprar comida saludable con demasiada frecuencia. Se siente tan bien eso de andar con los intestinos livianitos, y sin manchas de sangre en el orto, pero mi regeneración estomacal tiene un alto precio: el olorcito con el que lleno el baño de nuestro departamento. Y eso por no hablar del desagradable sonido que produce la fricción de mi plasta al resbalar por mis nalgas e impactar contra el agua.

Me siento culpable, así que decido buscar otro sitio donde defecar. Cuando me dan ganas, bajo por el ascensor y cruzo la calle hasta un Chifa y desahogo mis tripas en el retrete de los chinos. El problema es en las noches, cuando cierran el restaurante, he tenido que alquilarles una llave para poder entrar cuando el local no está abierto. Gaby sospecha que tengo un amorío con La China dueña del Chifa y para tranquilizarla le he hablado de mi conflicto anal. Mi insensible novia me acusa de ser un paranoico de mierda. Me dice que Ella También Caga y aunque yo lo suponía, hubiera preferido que no lo dijera. A nadie le interesa saber lo que pasa dentro del ano de la persona que amas.

Gaby me ama tanto que se ha ofrecido a darme un beso negro para demostrarme que mi orto no es tan repugnante, pero cuando abre mis nalgas e iba a empezar a lamer, me di cuenta de que jamás podría volver a besarla, pues mi ano contagiaría a su lengua, así que le propino una patada en el rostro y salgo corriendo hacia El Chifa, desde donde escribo estas líneas y empiezo a mirar el trasero de las chinas más jovencitas del local. Sé que ninguna de ellas habla castellano y si defecan, jamás me lo confesarán en mi idioma.

No hay comentarios: